Este documento presenta un decálogo de 10 principios para prevenir lesiones en el fútbol. 1) Entrenar para simular las demandas de la competición. 2) Gestionar la carga de entrenamiento para evitar excesos. 3) Controlar la fatiga acumulada. Los otros principios incluyen recopilar historiales de lesiones, considerar factores de riesgo individuales, evaluar la condición física, establecer protocolos de recuperación y rotación durante períodos densos, e incluir circuitos preventivos en los entrenamientos.
Historia, reglas, medidas de la cancha sobre el baloncesto
10 pasos para prevenir lesiones en fútbol
1. Decálogo: “Prevención de Lesiones en el Fútbol”
En la actualidad, son pocos los que dudan de la importancia que ha adquirido la
prevención de lesiones en el deporte contemporáneo en general, y en el fútbol
en particular. Al elevado coste económico derivado de la lesión (puede alcanzar
los 500.000 euros por mes para un jugador europeo de primer nivel) (Ekstrand,
2013), se añade la más que posible relación entre la incidencia lesional y
rendimiento deportivo (Eirale, Tol, Farooq, Smiley, & Chalabi, 2013; Hagglund et
al., 2013). Estos hechos, han provocado un aumento de la investigación
relacionada con el tema, y una elevada preocupación y ocupación de los
integrantes del cuerpo técnico para intentar reducir la incidencia lesional de sus
equipos. Por ello, el primer objetivo de cualquier preparador físico al trabajar con
un equipo de fútbol (y posiblemente sobre el que pueda tener más incidencia el
trabajo bien realizado) debería ser siempre la prevención de lesiones (Jarvis,
2015).
Las lesiones no suelen sucederse de forma homogénea a lo largo de toda la
temporada (Ekstrand, Hagglund, & Walden, 2011) (Figura 1).
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2. Figura 1. Distribución de diversos tipos de lesión sufridas en partidos a lo largo
de la temporada (Ekstrand et al., 2011).
El período post-vacacional (Diciembre-Enero), suele ser un período con una
incidencia lesional aumentada, especialmente respecto a las lesiones
musculares (Jarvis, 2015). Se podría especular como posibles condicionantes a
este aumento de lesiones, la acumulación de fatiga residual tras los meses
previos de competición, la bajada de las temperaturas, o que los terrenos de
juego (especialmente los de entrenamiento) puedan encontrarse más blandos y
embarrados de lo habitual (Jarvis, 2015). Puesto que nos encontramos
actualmente en este período, me gustaría compartir con todos vosotros mis 10
principios básicos para la prevención de lesiones en el fútbol, que os presento
en el siguiente decálogo.
1. Diseña una metodología de entrenamiento basada en las demandas de la
competición. Los modelos de juego utilizados por los equipos en la actualidad,
hacen que el jugador sea sometido en numerosas ocasiones a situaciones de
juego en las que se concentran muchos jugadores en un espacio de juego muy
reducido (Fradua et al., 2013), favoreciendo el desarrollo de acciones a baja
velocidad pero alta exigencia neuromuscular. Sin embargo, y debido a la
existencia de la regla del fuera de juego (que puede provocar grandes espacios
entre los defensas y el portero), durante los partidos también se pueden suceder
acciones que soliciten altas velocidades (Di Salvo et al., 2010). Por tanto, y
desde mi punto de vista, la principal medida preventiva (por eso la he situado en
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3. primer lugar) ha de ser preparar a los jugadores para todo aquello que les va a
suceder en la competición (simulando incluso los “peores escenarios que
puedan darse en la competición”). Un déficit en esta preparación, podría
aumentar el riesgo de lesión de los futbolistas, al someterse en la competición a
estímulos físico-fisiológicos, para los que el sistema músculo-tendinoso no
estaría preparado.
2. Gestión inteligente de la carga de entrenamiento: relación entre carga de
entrenamiento y lesiones. Es evidente que para adecuar la condición física a las
exigencias de la competición (especialmente en deportistas profesionales) se
necesitan grandes dosis de entrenamiento. Sin embargo, no es menos cierto que
si la dosis de entrenamiento aumenta en exceso, el riesgo de lesión se
incrementa notablemente. Entonces, ¿dónde está el punto de equilibrio? ¿cuánto
entrenar para mejorar sin poner en riesgo la salud de los deportistas? Nos
encontramos quizá, ante una de los interrogantes más apasionantes en el
mundo del entrenamiento. Recientemente se ha publicado un estudio (Hulin,
Gabbett, Lawson, Caputi, & Sampson, 2015) realizado con jugadores de rugby
que nos podría orientar en esta cuestión. Los investigadores definieron carga
aguda como la distancia total recorrida durante un microciclo, y carga crónica
como el promedio de carga aguda durante los 4 microciclos precedentes
consecutivos. El ratio o cociente carga aguda:carga crónica (Hulin, et al., 2015)
es considerado como un buen predictor de lesión. Un valor superior a 1 en dicho
cociente representa una carga aguda superior a la carga crónica y viceversa.
Pues bien, los jugadores con altos valores de carga crónica mostraron ser más
resistentes a lesionarse con valores moderados en el ratio carga aguda:carga
crónica, mientras que el riesgo de lesión en dichos jugadores aumentó con
valores muy altos en el ratio carga aguda:carga crónica.
Podría ser por tanto muy interesante monitorizar las mencionadas variables para
intentar predecir y posteriormente minimizar, el riesgo de lesión.
3. Control de la fatiga acumulada. A medida que transcurren las sesiones de
entrenamiento y las jornadas de competición, los jugadores acumulan fatiga.
Entrenar a intensidades moderadas o altas con un organismo fatigado podría
ponerlo al borde de la lesión. Por tanto, un control rutinario de la fatiga, ya sea
mediante medios objetivos o subjetivos (Twist & Highton, 2013), podría ayudar
nuevamente a predecir y/o minimizar el riesgo de lesión. Por su simplicidad y
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4. fiabilidad, recomiendo la utilización diaria de medios subjetivos como el
cuestionario de bienestar mostrado en la Figura 2 (McLean, Coutts, Kelly,
McGuigan, & Cormack, 2010).
Figura 2. Cuestionario de bienestar. McLean et al. (2010).
4. Recopila un historial de lesiones de cada jugador al comienzo de la
temporada. Haber tenido una lesión previa expone al jugador a un mayor riesgo
de sufrir una nueva lesión, debido fundamentalmente a una incompleta
recuperación anatómica, incluso cuando se ha alcanzado una completa
recuperación funcional (Volpi & Taioli, 2012). Por tanto, disponer de esta
información, podría ser interesante para aplicar las medidas preventivas
individuales necesarias, que puedan reducir el riesgo de lesión.
5. Ten en cuenta determinados factores históricos (edad, años de
entrenamiento, debut en la categoría), y psicosociales (estilo de vida del
jugador: tabaco, alcohol, dieta, etc; así como posibles problemas de adaptación
con el idioma o episodios de ansiedad en el proceso de “return top play” (Volpi &
Taioli, 2012; Jarvis, 2015).
6. Valora la condición física. Una condición física insuficiente puede
predisponer al jugador a una futura lesión. Además de “pruebas clásicas” en la
prevención de lesiones como los tests isocinéticos para valorar posibles
debilidades en la musculatura isquiotibial o determinadas pruebas de estabilidad
articular, podría ser muy interesante valorar la postura y el movimiento (Jarvis,
2015), especialmente en poblaciones jóvenes. Una correcta educación o re-
educación postural y del movimiento (girar, saltar, aterrizar, etc.) podría ayudar a
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5. disminuir el riesgo de lesión.
7. En base a los puntos 4,5 y 6, elabora un mapa de riesgo lesional para cada
jugador (Figura 3). Puede ser interesante establecer un factor de ponderación
para cuantificar el riesgo global como una suma de cada uno de los factores de
riesgo analizados. Utiliza dicho mapa de riesgo para implementar programas
preventivos individuales, adaptados a las características de cada jugador.
Figura 3. Mapa de riesgo lesional.
8. Establece Protocolos de recuperación. Estos protocolos pueden ser
necesarios para colaborar en la eliminación de la fatiga aguda soportada tras los
partidos de competición, y para minimizar la fatiga crónica acumulada en fases
avanzadas de la temporada y en períodos de alta densidad competitiva. Esta
fatiga crónica podría estar asociada con descensos del rendimiento y con un
aumento de la incidencia lesional (Dupont et al., 2015). Por tanto, podría ser
interesante incluir en los protocolos de recuperación post-partido las siguientes
medidas: estrategias de nutrición e hidratación, descanso adecuado (horas de
sueño), inmersión en agua helada, protocolos de recuperación activa (15-30
minutos a baja intensidad de carrera, bicicleta o nado), masajes, estiramientos,
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6. medidas de compresión o estimulación eléctrica (Dupont et al., 2015).
9. Ten en cuenta en la periodización de las cargas los períodos de alta
densidad competitiva. Estos períodos, en los que se compite cada 3 días, han
mostrado ser hasta 6 veces más lesivos que los períodos en los que se compite
cada 7 días (Dupont et al., 2010). Por tanto, es necesario ajustar individualmente
la carga de entrenamiento en estos períodos, teniendo en cuenta los minutos
acumulados por cada jugador en los partidos de competición, y estableciendo
en la medida de lo posible estrategias de rotación para aquellos jugadores con
más riesgo global de lesión.
10. Incluye en tus entrenamientos circuitos preventivos. Quizá esta medida
sea la más utilizada en la actualidad. La implementación de este tipo de trabajos
debería incluir ejercicios de fortalecimiento con solicitaciones excéntricas y
fortalecimiento del CORE, así como contenido relacionado con el control
neuromuscular (Romero & Tous, 2011). A pesar de su evidente importancia en la
prevención de lesiones, esta medida debería ir acompañada por las otras 9
propuestas en este decálogo, para intentar alcanzar la máxima eficacia en este
complicado proceso. A continuación, podéis ver un ejemplo de este tipo de
circuitos.
Conclusiones y aplicaciones prácticas:
Podríamos resumir este decálogo para prevención de lesiones en el fútbol en los
siguientes ítems:
Fuerza Funcional
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7. La valoración del riesgo global de cada jugador mediante la elaboración de
un mapa de riesgo lesional, podría facilitar la implementación de medidas
preventivas individuales, y por tanto ayudar a mitigar el riesgo de lesión.
Entrenar duro (altas cargas de entrenamiento) puede ayudar a reducir la
incidencia lesional, siempre y cuando se eviten incrementos muy bruscos
de la carga de entrenamiento semanal, respecto a las semanas
precedentes.
Se debería tener especial precaución con los jugadores de mayor edad y
experiencia previa de entrenamiento. Sería interesante individualizar para
ellos la carga de entrenamiento y facilitar los protocolos de recuperación
(sobre todo si participan habitualmente en los partidos de competición),
debido fundamentalmente a una capacidad de recuperación reducida, tras
esfuerzos de máxima exigencia.
Referencias:
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8. Fradua, L., Zubillaga, A., Caro, O., Ivan Fernandez-Garcia, A., Ruiz-Ruiz, C., &
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