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SEXUALIDAD HUMANA
PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN
Escribir un libro sobre sexualidad humana en un medio misogínico y erotófo-
bo como el nuestro; hablar en forma franca y científica de la función erótica
y del derecho humano a su libre ejercicio; dar a conocer los comportamientos
sexuales sin hacer juicios de valor; demostrar que es más fácil y sobre todo
más ético y científico tratar de entender la sexualidad huamana antes que
juzgarla, es no solo un acto de audacia y un desafío a la ideología todavía
vigente en nuestra sociedad, sino también un laborioso y valiente esfuerzo
para colaborar en el bienestar de nuestra gente.
La difusión de las ideas y de los hallazgos de investigadores como KIN-
SEY, MASTERS y JOHNSON, MONEY, ZWANG, KAPLAN y tantos otros analizados
y comentados por ALZATE en este libro, en forma clara y objetiva, es otra
contribución muy importante al desarrollo de la sexología, tarea que para
el autor ha sido casi compulsiva durante cerca de veinte años de trabajo profe-
sional docente e investigativo.
La presente edición la estaba esperando, pues desde hace varios años,
en mi actividad docente con estudiantes de medicina, de enfermería y de sicolo-
gía, he utilizado este libro como texto guía, ya que es el único que conozco
que presenta en forma global y moderna los aspectos básicos de la sexualidad
y da en esa forma una visión general de un tema tan extenso, sin caer nunca
en los superficial. Esta es la segunda edición de una obra que ha sido elaborada
con un estricto rigor científico, cuidadosamente revisada y actualizada a la
luz de los resultados de las más recientes investigaciones, y en la que se puede
notar la paciente renovación de conceptos y la profundización y revisión de
temas que van siendo cada vez mejor analizados y conocidos.
Al leer este libro, espero que el profesional, el estudiante y ojalá cualquier
lector desprevenido puedan percibir el esfuerzo permanente del autor por deste-
rrar los mitos, las ideas mágicas, las creencias infundadas que tanto daño
le están haciendo a nuestra sociedad, y el generoso ofrecimiento de los conoci-
mientos científicos, basados en la experiencia sexológica clínica, docente e
investigativa, de alguien que ha dedicado toda su capacidad científica a poner
al alcance de muchos los conocimientos que les permitan entender mejor el
comportamiento sexual humano y los estimulen para que profundicen más
en esta nueva ciencia, que guarda más interrogantes que respuestas.
Llama la atención en este libro el equilibrio entre los componentes biológi-
cos, los sicológicos y los aspectos socioculturales de la sexualidad, lo cual hace
PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN
que se haya convertido en una obra obligada para profesionales de la salud,
de la educación, del comportamiento y de las ciencias jurídicas. Más aún,
su lenguaje simple y la claridad con que el autor maneja los conceptos la
hacen accesible para cualquier persona interesada que tenga un nivel medio
de educación.
Quiero además hacer notar algo que infortunadamente no es la moda.
Los textos son manejados con absoluta corrección gramatical y evitando siem-
pre neologismos innecesarios, lo cual contribuye no solo a la claridad y a
la precisión en los conceptos, sino al enriquecimiento del lenguaje. Esta es
una contribución de enorme importancia, especialmente cuando se trata de
los aspectos legales de la s'exualidad, pues el uso de términos vagos conduce
con frecuencia a una injusta aplicación de la ley.
Quiero dejar la constancia de mi agradecimiento al Dr. HELI ALZATE por
pedirme este comentario, pero mucho más por haberme facilitado con su
libro mi actividad docente universitaria.
Espero que los editores se percaten de la importancia de este libro y
sean consecuentes en darle una gran difusión y una amplia distribución no
solo en nuestro país, sino en todas las naciones de habla hispana, en las que
estoy seguro, será recibido con beneplácito y llenará una necesidad sentida
de muchos profesionales.
GERMÁN ORTIZ UMANA
PRÓLOGO DE LA PRIMERA EDICIÓN
La sexología, en 1981, es una disciplina incómoda, en el mismo sentido
en que la astronomía fue incómoda para GALILEO. A diferencia de lo que
ocurre, por ejemplo, a un cardiólogo, a quien solo le interesa el contenido
de verdad de su producción, para el sexólogo el problema primordial no es
si lo que afirma es cierto o no, sino cómo será recibido lo que dice. Porque
puede estar absolutamente seguro de que la escueta enunciación de hechos
fisiológicos será suficiente para despertar una enconada oposición. ¡Con cuán-
ta mayor razón el sexólogo se hace de enemigos cuando recuerda derechos,
reivindica a las minorías (o a las mayorías, como es el caso de la mujer)
o cuanto toca el espinoso asunto del placer! Es un hecho indiscutible que
existe una poderosa corriente de opinión que se identifica con el obscurantismo,
que está vigente y alerta para frenar el desarrollo de las verdades que afectan
sus intereses. Como todos sabemos, no es una corriente nueva; así como se
opuso a la novedad que HARVEY demostró, seguramente se opuso a que nues-
tros antepasados bajaran de los árboles. Con una vocación sorprendentemente
constante por lo penumbroso y vetusto, por lo mohoso y oculto, tiene dos
enemigos eternos: lo verdadero y lo placentero, porque son los pilares de
lo humano. Y los privilegios de los que se nutren ellos, los fantasmas, se
basan precisamente en la negación de lo humano.
De modo que no tiene que sorprendernos que este libro de HELI ALZATE
despierte oposición. Tampoco debe sorprendernos que él sepa de esa oposición
y se adelante a ella con un tono polémico que no sería justificable si fuera
cardiólogo. Pero es sexólogo, y tiene la obligación de abrir puertas y ventanas
con energía para que entre la luz, porque no estamos en un gabinete aséptico
discutiendo de otras galaxias, sino en las aulas y consultorios discutiendo
del dolor humano. Simplemente, el autor de este libro se niega a ser compla-
ciente con el sufrimiento o cómplice de sus responsables.
Por cierto, no siempre es fácil estar de acuerdo con ALZATE. Y no tengo
pudor en reconocer que algunas veces no coincido con él. Algunos lo consideran
excesivo, o áspero. No sé, tal vez lo sea. Pero este debate es una lucha, no
un minué cortesano, y el ademán gentil cede su turno al gesto vehemente. El
ardor polémico no es hermano del endecasílabo milimétrico, y si, como pasa
con todas las opiniones, el tiempo demuestra algunas y supera a otras de las
contenidas en esta obra, lo único que habrá hecho será confirmar su utilidad de hoy.
¡Pero atención! No se vaya a suponer que este es un libro de opiniones.
Es una obra rigurosamente científica, estructurada en torno a hechos compro-
bados, pero que —he aquí su riqueza— no elude ni la opinión ni la discusión,
cuando ellas caben. Sin ellas la sexología, más que inconclusa, como debe
ser siempre toda ciencia, sería parcial.
Por fin, quisiera que el lector encontrara en este libro lo mismo que a mí
me ha producido tanto placer: a un autor que es un interlocutor dinámico y apa-
sionado, cuya objetividad no está velada por el derecho de opinión, sino enfatiza-
da por la pasión de la verdad. Porque la vehemencia es la emoción de los justos. PREFACIO
Luis DRAGUNSKY
Este libro es una recopilación de los apuntes preparados para los cursos
que en los últimos 16 años hemos dictado a los estudiantes de diversas carreras
de la Universidad de Caldas. Se fundamenta en la anterior edición, pero el
plan general de la obra ha sido reorganizado, varios de los capítulos son
totalmente nuevos y los restantes han sido extensamente corregidos, aumenta-
dos y puestos al día. La información fáctica presentada se basa en los datos
suministrados por la literatura científica, pero —como es de suponer— aquí
expresamos también nuestros conceptos personales; el lector sabrá distinguir
entre estos y aquellos. Ciertamente, la obra es polémica y vehemente, pero
consideramos que ello no es incompatible con el rigor científico; por el contra-
rio, creemos que la ciencia tiene la obligación ética de luchar vigorosamente
contra el fanatismo y la ignorancia, con armas intelectuales, claro está. Es
preciso defender el hecho científico con energía, porque el obscurantismo,
9 la superstición y la intolerancia han llevado la voz cantante durante muchos
siglos; como dice ZWANG, "ser responsable es saber cuándo hay que decir
no" a los conceptos irracionales.
4
Un distinguido siquiatra y profesor universitario colombiano nos ha criti-
cado públicamente porque —según él— "infiltramos un mensaje" en la juven-
tud, invitándola a dejar de lado "todo tabú con respecto al sexo y a practicar
abiertamente la «nueva moral»" (según ha sido expuesta por la revista Time),
disfrazándola con el "ropaje" de una conclusión científica. Efectivamente,
en nuestra cátedra y en nuestras publicaciones presentamos un mensaje, en
forma abierta y no subrepticia, como parece indicarlo nuestro contradictor,
lo cual no debería extrañar. Todo lo contrario. El profesor que no transmita
un mensaje no tiene razón de llamarse tal; lo que importa es su naturaleza,
y en esto es en lo que el expositor de marras se equivoca de medio a medio.
El mensaje sexológico no es la caricatura que él y Time llaman "nueva moral",
sino uno de responsabilidad y tolerancia, basado en los datos que suministra
la ciencia contemporánea y —aunque el distinguido siquiatra no lo crea—
en una ética racional, por supuesto sin nexo alguno con la moral estática,
fundamentada en la "culpación metáfisica" (ZwANG), que parece defender
nuestro contradictor, y que reniega la condición humana, evolutiva por natura-
leza. Es evidente que la sexología critica las creencias irracionales. Pero es
que no puede hacer menos sin incumplir la obligación ética de luchar con
tesón contra la ignorancia dogmática, así como la astronomía copernicana
y galileica hubo de enfrentarse con la visión cosmológica de Tolomeo y Josué.
Por otra parte, los conceptos sexológicos que profesamos no necesitan envol-
verse en un "ropaje" de circunstancias, porque se apoyan en bases lógicas
y científicas suficientemente sólidas.
Este libro está dirigido primordialmente a los profesionales y estudiantes
de las ciencias jurídicas, del comportamiento y de la salud, pero puede ser
leído con provecho por muchas otras personas. Para facilitar la lectura, hemos
preparado un glosario, en el cual se definen los términos no explicados en
el texto y que no aparecen en el Diccionario de uso del español de MARÍA
MOLINER, ni en el Diccionario de la lengua española (20' edición) de la Real
Academia; o los que estando allí son definidos en forma insatisfactoria. Que-
dan por fuera algunas expresiones técnicas, que solo interesan a los especialistas
y que son conocidas por ellos. Nos hemos esforzado por evitar los colombianis-
mos; el lector extranjero sabrá perdonar los que se nos hayan escapado.
Finalmente, agradeceremos a los lectores que nos llamen la atención sobre
los errores que descubran, y en general los comentarios que tengan a bien
hacer, para lo cual pueden dirigirse al Apartado Aéreo 631, Manizales, Colombia.
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XIV PREFACIO
ÍNDICE GENERAL
PARTE PRIMERA
ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
CAPITULO I
CONCEPTOS GENERALES
PÁG.
1. Qué es la sexualidad humana 3
2. Desarrollo de la sexología como ciencia 5
2.1. Orígenes 5
2.2. Estado actual 6
3. La sexualidad y la ética 9
3.1. Influencia del cristianismo 9
3.2. Criterios de ética sexual 15
4. La sexualidad y la "normalidad" conductal 17
4.1. Origen abiológico del concepto de normalidad sexual 18
4.2. Criterios de normalidad sexual 19
5. La continencia sexual 21
6. La sexualidad y el amor 23
7. La sexualidad y el machismo 26
CAPITULO II
COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES
DE LA SEXUALIDAD HUMANA
I. Introducción 28
2. Substrato biológico 28
3. Factores filogénicos 31
3.1. Hormonas sexuales 31
3.2. Papel de la olfacción 32
3.3. Papel de la visión 33
XVI ÍNDICE GENERAL
3.4. Diversificación adaptativa de la función de los órganos sexuales
y su subordinación al comportamiento
3.5. Inversión del comportamiento sexual animal
3.6. Aplicación al ser humano
3.7. Enfoque sociobiológico
4. Factores ambientales
4.1 .Efectos del aprendizaje y la experiencia
4.2. Aplicación al ser humano
4.3. Teoría de Prescott
5. Superestrato sociocultural
6. Aspectos de la sexualidad variables intraculturalmente
6.1. Coito premarital femenino
6.2. Coito extramarital femenino
6.3. Actividades homosexuales
6.4. Otros aspectos de la sexualidad variables interculturalmente
7. Aspectos de la sexualidad variables interculturalmente
CAPITULO I
ANATOMÍA Y ENDOCRINOLOGÍA SEXUALES HUMANAS
1. Anatomía sexual
1.1. Estructuras u órganos periféricos
1.2. Estructuras o centros medulares
1.3. Estructuras o centros cerebrales
1.4. Vías nerviosas
1.5. Caracteres sexuales
2. Endocrinología sexual
2.1. Andrógenos
2.2. Estrógenos
2.3. Otras hormonas sexuales
CAPITULO IV
DIFERENCIACIÓN SEXUAL HUMANA
1. Introducción
2. Definiciones
2.1. Sexo
2.2. Género
PÁG.
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59 1
ÍNDICE GENERAL
2.3. Orientación sexual
2.4. Heterosexualidad
2.5. Homosexualidad
2.6. Bisexualidad
3. Papel de los genes
4. Diferenciación somatosexual
5. Diferenciación sicosexual y de la orientación sexual
5.1. Diferenciación sicosexual
5.2. Diferenciación de la orientación sexual
CAPITULO V
LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA
1. Introducción
2. Fase apetitiva
2.1. Diferencias genéricas en el apetito sexual
2.2. Sicofisiología (neurofisiología) del apetito sexual
3. Fase relacional
4. Fase estimulatoria
4.1. Interacción corporal del sujeto con el objeto sexual
4.2. Estimulación somatosexual propiamente dicha
4.3. Estimulación o actividad sicosexual
4.4. Diferencias genéricas en la estimulación sexual
5. Fase excitatoria
5.1. Diferencias genéricas en la excitabilidad con los estímulos sico-
sexuales
5.2. Sicofisiología de la excitación sexual
5.3. Somatofisiología de la excitación sexual
6. Fase orgásmica
6.1. Diferencias genéricas en la orgasmicidad y la latencia orgásmica
6.2. El orgasmo femenino
6.3. Sicofisiología del orgasmo
6.4. Somatofisiología del orgasmo
7. Costo energético de la función sexual
8. Factores que influyen en la función sexual
8.1. Idiosincrasia
8.2. Sexo
8.3. Condicionamiento sociocultural
8.4. Entrenamiento (frecuencia de la actividad sexual)
9. La función sexual en la vejez
XVII
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90
XVIII ÍNDICE GENERAL
CAPÍTULO VI
ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS
PÁG.
INDICE GENERAL
1.2. Tipos de actividades homosexuales
1.3. Mitos acerca de la homosexualidad
1.4. Otros aspectos de la homosexualidad
XIX
PÁG.
127
128
129
2. La bisexualidad 130
1. Introducción 92
2. Actividades sicosexuales 92 CAPÍTULO IX
2.1. Actividades sicosexuales inconscientes 92
2.2. Actividades sicosexuales conscientes
3. Masturbación
93
94
LA CONDICIÓN FEMENINA
3.1. Efectos de la masturbación 94
3.2. Incidencia y frecuencia masturbatorias 96
1. Introducción 132
3.3. Otros aspectos de la masturbación 97 2. Esbozo histórico de la condición femenina en la civilización occidental 133
4. Actividades heterosexuales 98 3. La mujer y el cristianismo 134
4.1. Coito vaginal 98 4. Socialización diferencial de los sexos 135
4.2. Técnicas coitales 99 4.1. Inferioridad biólogica o física 137
4.3. Incidencia y frecuencia coitales 100 4.2. Inferioridad intelectual 138
4.4. Otras actividades heterosexuales 102 4.3. Inferioridad emocional 139
5. Actividades homosexuales 105 5. La mujer y el amor 140
6. Actividades sexuales con animales 106 6. La mujer y el matrimonio 141
7. Factores que influyen en la incidencia y frecuencia de las actividades
sexuales
7.1. Religiosidad
108
108
7. La mujer y la maternidad
8. Conclusión
143
144
7.2. Nivel económico-educativo 108
7.3. Edad 108 CAPITULO X
CAPITULO VII LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO
LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 1. Introducción 146
2. Origen de las leyes sexuales 147
1. La sexualidad en la niñez 110 3. Premisas anticientíficas de las leyes sexuales 148
1.1. Naturaleza de la sexualidad infantil 111 4. Irracionalidad de las leyes sexuales 149
1.2. Incidencia de las actividades sexuales infantiles 114 5. Enfoque racional de los hechos sexuales punibles 152
2. La sexualidad en la adolescencia 115 5.1 Clasificación de los hechos sexuales punibles 152
3. La sexualidad en la vejez 119 5.2. Los delincuentes sexuales 153
6. Comentarios a las normas legales colombianas relativas a la sexuali-
PARTE SEGUNDA dad 154
6.1. Código Penal 154
ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA 6.2. Otras disposiciones 158
CAPITULO VIII CAPÍTULO XI
LA HOMOSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD
LA OBSCENIDAD Y LA PORNOGRAFÍA
1. La homosexualidad 123
1.1. Criterios sobre la homosexualidad 124 1. Introducción 161
PÁG. PÁG.
2. Tipos de pornografía (obscenidad) 163 3.1. Causas dependientes del violador 190
3. Efectos de la pornografía (obscenidad) 164 3.2. Causas dependientes de la víctima 191
4. Tipologías de los "pornófilos" y los "pornófobos" 167 4. Incidencia de la violación 191
5. Relatividad histórico-cultural de la obscenidad (pornografía) 168 5. Aspectos sexológicos de la violación 191
6. El pudor 169 6. Aspectos legales de la violación 193
7. Conclusión 169 7. Conclusión 195
CAPÍTULO XII CAPÍTULO XIV
LA PROSTITUCIÓN LA ANTICONCEPCIÓN
1. Introducción 171 1. Introducción 196
1.1 Definición de la prostituta 171 2. Métodos más tradicionales y menos efectivos 197
1.2. Bosquejo histórico de la prostitución 172 2.1. Coitus interruptus 197
2. Clasificación de las prostitutas 174 2.2. Condón 198
3. Tipología de las prostitutas 174 2.3. Diafragma 198
4. Clientela de las prostitutas 175 2.4. Casquete cervical 198
5. Causas de la prostitución 176 2.5. Tapón vaginal 198
5.1. Factor sociocultural 177 2.6. Ducha vaginal 199
5.2. Factor socioeconómico 178 2.7 Espermicidas 199
5.3. Factor biosocial 179 3. Continencia periódica (método del ritmo) 199
5.4. Factor sicosocial 179 4. Métodos modernos y muy efectivos 199
6. Actitudes y comportamientos sexuales de las prostitutas 180 4.1. Anovulatorios 199
6.1. Actitudes 180 4.2. Dispositivo intrauterino (DIU) 200
6.2. Comportamientos 180 4.3. Esterilización quirúrgica 200
7. Argumentación en contra y a favor de la prostitución 181 5. Eficacia comparativa de los diversos métodos anticonceptivos .... 200
7.1. Argumentación en contra 181 6. Evaluación racional de los efectos indeseables de los anovulatorios 201
7.2. Argumentación a favor 183 7. Posición de la Iglesia católica con respecto a los métodos anticon-
8. El proxenetismo 184 ceptivos 201
9. Otros aspectos de la prostitución 185
9.1. Variantes de la prostitución 185 CAPÍTULO XV
9.2. Aspectos legales de la prostitución 185
10. Conclusión 186 EL ABORTO
1. Introducción 204
CAPÍTULO XIII 2. Argumentación a favor de la penalización del aborto 205
2.1. Argumentación religiosa 205
LA VIOLACIÓN 2.2. Argumentación secular 206
3. Argumentación a favor de la despenalización del aborto 207
1. Introducción 187 3.1. Interés social 207
2. Tipologías de los violadores 188 3.2. Interés del conceptus 208
3. Causas de la violación 190 3.3. Interés de la mujer embarazada 209
XXII INDICE GENERAL
PÁG.
4. Qué es el conceptus humano 212
5. Actitudes respecto del aborto 216
6. Tipos de legislaciones sobre el aborto 217
7. Conclusión 217
PARTE TERCERA
PROBLEMAS SEXUALES
CAPITULO XVI
INTRODUCCIÓN
1. Qué es el problema sexual 223
2. Clasificación de los problemas sexuales 224
3. Tratamiento de los problemas sexuales 226
CAPITULO XVII
PROBLEMAS SEXUALES MENORES
1. Introducción 230
2. Problemas de los padres con respecto a la educación sexual y la sexua-
lidad infantiles 230
3. Diferencias individuales en la intensidad del apetito sexual 232
4. Toma de la iniciativa sexual 233
5. Discrepancias referentes a los tipos de actos sexuales 233
CAPÍTULO XVIII
DISFUNCIONES SEXUALES
1. Introducción 234
2. Disfunciones de la fase apetitiva 235
2.1. La disfunción apetitiva por defecto 236
2.2. La disfunción apetitiva por exceso 236
3. Disfunciones de las fases relacional y estimulatoria 236
4. Disfunciones de la fase excitatoria masculina 237
4.1. Causas 238
4.2. Incidencia 240
INDICE GENERAL XXIII
PAG.
5. Disfunciones de la fase orgásmica masculina 240
5.1. Disfunción orgásmica propiamente dicha 240
5.2. La aneyaculación 241
6. Disfunciones de las fases excitatoria y orgásmica femeninas 241
6.1. Disfunciones de la fase excitatoria 241
6.2. Disfunción de la fase orgásmica 242
7. Tratamiento de las disfunciones sexuales 244
7.1 Terapia de Masters y Johnson 244
7.2. Modificaciones de la terapia de Masters y Johnson 246
7.3. Eficacia de la nueva terapia sexual 246
CAPITULO XIX
PROBLEMAS SEXUALES PARAD1SFUCIONALES
1. Orgasmo prematuro 248
1.1. Orgasmo prematuro masculino 248
1.2. Orgasmo prematuro femenino 249
2. Vaginismo
1"
249
/%
3. Dispareunia I, -
4. Aversión sexual '1 , ,
250
250
CAPITULO ›ÓC
OTROS PROBLEMAS SEXUALES
1. Homosexualidad egodistónica 252
2. Transexualismo 252
3. Parafilias 253
3.1. Introducción 253
3.2. Paidofilia 255
3.3. Sadismo y masoquismo sexuales 257
3.4. Fetichismo 258
3.5. Transvestismo 258
3.6. Exhibicionismo 259
3.7 Escoptofilia 259
3.8 Otras parafilias 260
3.9 Tratamiento de las parafilias 260
4. Incesto 261
4.1. Introducción 261
4.2. Origen de la aversión al incesto 261
4.3. Origen de la prohibición del incesto 262
XXIV INDICE GENER41.
PÁG.
4.4. Justificación actual de la prohibición 263
4.5. Incesto y sicopatología 263
4.6. Tipos de incesto y su incidencia 264
4.7. Conclusión 265
5. Problemas sexuales de los lisiados 265
6. Síndrome inmunodeficitario adquirido 266
APÉNDICE
1. CONCEPTOS FREUDIANOS SOBRE LA SEXUALIDAD
1. Introducción 271
2. Teoría de la libido 272
3. Desarrollo sicosexual del individuo 273
4. Sexualidad femenina 275
5. Primacía de la función reproductora de la sexualidad 277
6. Conclusión 277
II. EFECTOS DE CIERTAS SUBSTANCIAS SOBRE LA FUNCIÓN SEXUAL 279
III. DISPOSICIONES LEGALES COLOMBIANAS RELATIVAS A LAS ACTIVIDADES SEXUALES 281
Glosario 285
Bibliografía 293
Índice de materias 301
PARTE PRIMERA
ASPECTOS BÁSICOS
DE LA SEXUALIDAD HUMANA
HELÍ ALZATE
Profesor titular de sexologla en la Facultad de Medicina de la Universidad de Caldas
Sexólogo certificado por el American College of Sexologists
SEXUALIDAD HUMANA
Segunda edición
EDITORIAL TEMIS
Bogotá - Colombia
1987
CAPITULO
CONCEPTOS GENERALES
"Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera
por ayer mantenencia; la otra cosa era
por ayer juntamiento con fembra plazentera".
O
ti
CONVENCION
• DE BERNA
100 AÑOS
Ilihrea•
• osam
M■11
1886-1986
1-)1?-k
o
• Helí Alzate, 1987
© Editorial Temis, 1987
ISBN 958-604-231-6
Hecho el depósito que exige la ley.
Impreso en Nomos Impresores.
Cra. 39 B, núm. 17-98, Bogotá.
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este
libro, por medio de cualquier proceso, reprográfico
o fónico, especialmente por fotocopia, microfilme, offset
o mimeógrafo.
Esta edición y sus características gráficas son propiedad
de Editorial Temis, S. A.
ARCIPRESTE DE HITA, Libro de buen amor.
1. QUÉ ES LA SEXUALIDAD HUMANA
La sexualidad, como cualquiera otra de las funciones o actividades
del ser humano, es el resultado de la interacción de la evolución biológi-
ca (que determina las funciones somatofisiológicas básicas) y el entorno
sociocultural (que influye poderosamente sobre el funcionamiento sico-
fisiológico); ella tiene varias funciones, pero las dos principales son
la reproductora y la placentera. La primera es la más antigua en la
filogenia, y por ello es común a seres humanos y animales inferiores;
como sucede con la nutrición o la locomoción, esta función reproducto-
ra no singulariza, pues, al Horno sapiens. La segunda, por el contrario,
es de muy tardía aparición, puesto que solo existe en su plenitud desde
el momento en que la evolución de la corteza cerebral permitió a nues-
tros antecesores primates franquear el umbral de la hominización y
adquirir la función intelectiva, típica del ser humano. Efectivamente,
la función erótica definida sumariamente (siguiendo a ZWANG) como
la búsqueda consciente del placer sexual, es la culminación evolutiva
de la sexualidad, y a ella sí se le puede llamar humana con toda propie-
dad, porque nos distingue de los demás seres del reino animal, en forma
similar a como lo hace la función intelectiva. En los animales inferiores,
la sexualidad es un simple mecanismo de perpetuación vegetativa, e
inmanente a ella. El hombre, en cambio, está capacitado paratrascender
el mero aspecto reproductor de la sexualidad, es decir, puedeser sexual-
mente con plena independencia de las células germinales, y justificar
dicha existencia por sí misma; por ello, en el ser humano (hombre
o mujer) hay independencia funcional (que también es anatómica en
la mujer) entre el erotismo y la procreación.
CONCEPTOS GENERALES 54 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
Contra el parecer de los moralistas, la función erótica no es inven-
ción de los "inmoralistas" o del Diablol, sino una realidad del proceso
evolutivo biológico. Aunque los individuos de todas las épocas y cultu-
ras han comprendido intuitivamente su importancia —como lo prueban
el epígrafe del ARCIPRESTE DE HITA y las múltiples descripciones litera-
rias de ella—, su estudio científico estuvo vedado hasta hace muy poco,
en parte debido a los impedimentos propios de la lenta evolución del
conocimiento humano, pero sobre todo a causa de la influencia de
la ideología erotófoba, que ha sido un rasgo distintivo de la civilización
cristiana, y que redujo toda mención de la sexualidad erótica a la clan-
destinidad de lo pecaminoso. Además, la "culpación metafísica"
(ZwAN. o) inculcada por la ética cristiana tradicional, hizo que el con-
cepto teológico de "pecado", aplicado a las actividades sexuales pura-
mente placenteras, fuera adoptado por la medicina con el nombre de
"enfermedad mental", y por el derecho con el de "delito sexual".
La complejidad de la sexualidad animal en general y humana en
particular ha dificultado distinguir sus diversos elementos, lo cual, uni-
do a la ausencia de precisión definitoria, ha sido obstáculo para descri-
birla adecuadamente. Es necesario, pues, romper de alguna manera
esta especie de círculo vicioso.
El vocablosexo puede ser el punto de partida de un intento definito-
rio y descriptivo de la sexualidad. Tal término ha adquirido diversos
significados relacionados con la sexualidad, pero creemos que el prima-
rio es el siguiente: carácter de macho o hembra que posee el animal2.
De aquí podemos pasar a definir la sexualidad animal como elconjunto de
condiciones estructurales, funcionales y comportamentales resultantes
de la existencia del sexo en el animal, y que permiten la reproducción.
La emergencia evolutiva del ser humano produjo dos extraordina-
rias modificaciones en su sexualidad: a) el ejercicio de ella dejó de
ser instintivo y se hizo consciente; b) la función reproductora cedió
Según el Malleus mtdeficffurn, el demonio Asmodeo es el patrono de la forni-
cación. Este libro fue el más prestigioso tratado sobre brujas y el código de procedimien-
to aplicado en los procesos por hechicería instaurados por la Inquisición. No sobra
anotar que en los interrogatorios bajo tortura se obtenían "testimonios" muy concretos
e ilustrativos sobre la anatomgfisiología sexual diabólica. Por ejemplo, la bruja Sylvine
de la Plaine confesó a.Jos jueces "que le Diable la cogneu vne autrefois, & qu'il
a le membre faict comme un cheual, en entrant est froid comme glace, iette la semence
fort froide, & en sortant la brusse comme si c'estoit du feu". Y otra bruja, Iaquema
Pagel, reconoció "qu'elle auoit empoigné plusiers (sic) fois auec la main le mebre du
Demon, qui la oognossoit, & que le membre estoit froid comme glace, lóg d'vn bon
doigt, & moindre en grosseur que celuy d'vn homme".
2 Las plantas también pueden ser sexuadas, pero ello es irrelevante en esta dis-
cusión.
la primacía a la función erótica. Es decir, el motivo (razón consciente)
primario de la función sexual pasó a ser la obtención del placer, y
la reproducción fue relegada a un segundo plano. Por su carácter exclu-
sivamente humano, el motivo placentero o lúdico de la función erótica
es gratuito, en el sentido de que no es susceptible de análisis causal
último o evolutivo, lo cual no es óbice para que los mecanismos de
búsqueda de dicho placer estén sometidos en cierto grado al efecto
de la causa última de la función sexual animal. Ello porque los fenóme-
nos síquicos conscientes que dan origen al libre albedrío exigen la posibi-
lidad de elegir, que es contraria al determinismo biológico. Como lo
señala GAGNON, la especie humana es la única capacitada para crear
sus propios propósitos, que pueden ser incluso antibiológicos, o sea,
antievolutivos y contrarios a la supervivencia de la especie.
La sexualidad humana, de la cual trata este libro, se puede definir
como el conjunto de condiciones estructurales, fisiológicas, comporta-
mentales ysocioculturales que permiten el ejercicio de la función sexual
humana. A su vez, la función sexual humana se define como la función
consciente y condicionada por la cultura, que se ha derivado filogénica-
mente de la función reproductora, pero que es ejercida en primer lugar
de modo placentero o lúdico (función erótica) y secundariamente de
modo reproductor, mediante el uso de zonas corporales u órganos de es-
pecial sensibilidad. La función sexual humana es, entonces, el núcleo
de la sexualidad humana, y será descrita en el capítulo v.
2. DESARROLLO DE LA SEXOLOGIA COMO CIENCIA
Lato sensu, la sexología es el estudio científico de la sexualidad
animal en general. Stricto sensu, es el estudio científico de todos los
aspectos de la sexualidad y la función sexual humanas. Si solo se consi-
dera el aspecto placentero de la función sexual humana, es decir, el
erotismo, su estudio se denomina, más apropiadamente, erotología.
La sexología es una disciplina sumamente compleja, puesto que
tiene que ver, en mayor o menor proporción, con muchas otras ciencias
y actividades humanas, como la biología, la antropología, la sociología,
la sicología, el derecho, etc. Por ello es simultáneamente ciencia natural
(biológica) y ciencia humana (cultural), aunque si se requiriera mayor
precisión taxonómica, probablemente habría que clasificarla dentro de
las ciencias del comportamiento.
2.1. Orígenes.—La ciencia sexológica comenzó a desarrollarse a
fines del siglo pasado con los trabajos de los pioneros europeos, en
SU mayor parte médicos, como RICHARD VON KRAFFT-EBING, ALBERT MOLL,
IWAN BLOCH, MAGNUS HIRSCHFELD, AUGUSTE FOREL, SIGMUND FREUD, HA-
O ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 7
VELOCK ELLIS, AUGUSTE TARDIEU y PAOLO MANTEGAZZA. No obstante,
la mayoría de ellos abordaron el estudio de la sexualidad placentera
con criterio patológico debido, por una parte, a que compartían la
opinión tradicional, que niega la existencia de una función erótica típica-
mente humana, y por la otra, a que muchas de sus casuísticas correspon-
dían a individuos con perturbaciones mentales.
HAEBERLE ha mostrado la importancia de las contribuciones de
los pioneros alemanes en el establecimiento de las ideas programáticas
de la sexología. En primer lugar, BLOCH tuvo el mérito de haber capta-
do el valor del estudio interdisciplinario de la sexualidad humana y,
sobre todo, de señalar la necesidad de emplear métodos socioantropoló-
gicos comparativos; además, acuñó el nombre de sexología (Sexualwis-
senschaft) para la nueva disciplina. En cuanto a HIRSCHFELD, fue el
fundador de la primera revista (Zeitschrift für Sexualwissenschaft) y
del primer instituto (Institut für Sexualwissenschaft) sexológicos. Sin
embargo, el esfuerzo de los pioneros alemanes de la sexología llegó
a su fin con la ascensión del nazismo al poder; como consecuencia,
el foco de los estudios sexológicos se desplazó de Europa a los Estados
Unidos.
El inglés ELLIS, por su parte, fue sobre todo un educador sexual
que trató de disipar temores y falsos conceptos referentes a las parafinas
inofensivas y al comportamiento sexual en general; sus eruditos tratados
están libres de pretensiones moralizantes. La importancia de FREUD
radica principalmente en la influencia que ha ejercido sobre el desarrollo
de la sicología y la siquiatría, ya que en lo que atañe a la sexualidad,
aunque algunos de sus conceptos todavía se aceptan, la mayoría de
ellos han tenido un efecto más negativo que benéfico sobre las actitudes
y conductas terapéuticas de muchos sicoanalistas, y sobre las actitudes y
conductas sexuales de quienes han estado bajo su influjo; estas ideas
han sido profundamente revaluadas por la moderna sexología. En el
Apéndice discutiremos más detalladamente los conceptos freudianos
sobre la sexualidad.
2.2. Estado actual.—Aunque en los Estados Unidos hubo investi-
gadores sexuales que lo precedieron —como DAVIS, DICKINSON, FINGER,
HAMILTON y TERMAN, que hicieron aportes importantes pero poco di-
fundidos o asistemáticos—, se puede afirmar que fue ALFRED C. KINSEY
quien inauguró la era de la auténtica sexología científica. El inmenso
mérito de la obra de KINSEY consiste en haber sido la primera descrip-
ción razonablemente objetiva y cuantitativa del comportamiento sexual
de diversos grupos de personas, presumiblementenormales, a diferentes
niveles culturales y en una sociedad (los Estados Unidos) regida por
la erotofobia cristiana. Sus estudios demostraron la gran variabilidad
de tal comportamiento y lo frecuentes que son las actividades sexuales
llamadas "anormales", "perversas" o "ilegales". Dichos estudios, uni-
dos a los realizados por los socioantropólogos en otras culturas, echaron
por tierra las creencias tradicionales sobre la conducta sexual humana.
KINSEY, un respetado profesor de zoología, no parecía ser la per-
sona indicada para causar una revolución en el campo de la sexología.
Sin embargo, fueron su conservadurismo y su vida familiar irreprocha-
ble los motivos que indujeron a las autoridades de la Universidad de
Indiana a encargarlo de un curso de educación sexual. Al darse cuenta
de su propia ignorancia y de la poca objetividad de los trabajos de
los sexólogos pioneros, su integridad científica lo llevó a consagrarse
a subsanar estas deficiencias, recolectando, con la ayuda de sus colabo-
radores (WARDELL B. POMEROY, CLYDE E. MARTIN y PAUL H. GEBHARD),
las historias sexuales de miles de hombres y mujeres, al mismo tiempo
que hacía frente a la incomprensión y los ataques de muchos (entre
ellos no pocos científicos). Al respecto, ARNO KARLEN dice que si toda
la información sexológica del mundo tuviera que ser destruida y no
pudiera conservarse más que una fuente, ella sería la obra de KINSEY.
KINSEY fundó el Institute for Sex Research de la Universidad de
Indiana, que fue rebautizado en 1981 con el nombre de Kinsey Institute
for Research in Sex, Gender, and Reproduction, en honor de su funda-
dor. Vale la pena leer la biografía de KINSEY escrita por POMEROY (Dr.
Kinsey and the Institute for Sex Research), para conocer las vicisitudes
en la labor de aquel y sus colaboradores.
A pesar de su importancia para entender la conducta sexual huma-
na, los trabajos de KINSEY no suministran mucha información sobre
la fisiología erótica. Esta deficiencia fue remediada en parte por las
investigaciones de WILLIAM H. MASTERS y VIRGINIA E. JOHNSON, quie-
nes, en condiciones experimentales, estudiaron la somatofisiología de
la excitación sexual y el orgasmo humanos, y por primera vez la descri-
bieron sistemáticamente. Una ulterior contribución de MASTERS y JOHN-
SON fue la presentación de métodos particularmente eficaces para tratar
ciertas disfunciones sexuales. HELEN S. KAPLAN también ha aportado
valiosos conceptos fisiológicos y terapéuticos sexuales.
Entre muchas otras personas que han enriquecido el conocimiento
sexológico moderno, merecen destacarse FRANK A. BEACH, por sus es-
tudios sobre las bases biológicas de la conducta sexual; JOHN MONEY,
por haber investigado la interacción de la biología con el entorno socio-
cultural en el establecimiento de la diferenciación sicosexual humana,
y WOLFGANG WICKLER, por demostrar que el finalismo sexual de los
teólogos es antinatural. Por otra parte, los diversos autores que la han
estudiado, incluso los más modernos, han tenido dificultad para pro-
8 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 9
pugnar abiertamente la legitimidad de la función erótica humana; vale
la pena, entonces, señalar a GÉRARD ZWANG, por haber sido el primero
en describirla franca y sistemáticamente3.
La sexología, como toda verdadera disciplina científica, es scientia
gratia scientiae, es decir, no tiene fin utilitario sino que su propósito
es la búsqueda del conocimiento per se; por lo tanto, es una actividad
fundamentalmenteinvestigativa, aunque del conocimiento generado por
ella se derivan dos aplicaciones prácticas muy útiles: la educación (sexo-
logía educativa) y la terapia (sexología clínica) sexuales. No obstante,
el educador y el terapeuta sexuales no son necesariamente sexólogos,
pues, como lo señala REISS, la relación básica entre los primeros y
el sexólogo es similar a la • ue existe entre el in eniero y el físico.rgjáTo-'
, e e • la persona que posee sólidos conocimientos en todos
los campos relacionados con la sexología, y ha hecho contribucione'
teóricas o experimentales significativas al acervo del saber sexológico
por eso ZWANG lo compara con el arqueólogo, que debe saber histon
antigua y moderna, paleontología, geología, geografía, etnología, len-
guas muertas y vivas, etc. Obviamente, es casi imposible esperar que
estos requisitos ideales sean llenados desde el comienzo por las personas
sinceramente motivadas para los estudios sexológicos, pero esa es la
meta a la cual deben aspirar y tratar de llegar durante su ciclo vital.
Como toda ciencia incipiente, la sexología es profesada casi exclusi-
vamente en la actualidad por especialistas autoformados, pero la capaci-
tación sexológica formal se está difundiendo en los círculos académicos
de los Estados Unidos y otros países, a la vez que se fundan revistas
y asociaciones científicas y profesionales de la especialidad. No obstan-
te, se puede afirmar que, en el momento actual, en el campo de la
sexología son muy pocos de los que están; particularmente en Colombia,
quienes puedan llamarse sexólogos sin que les crezca la nariz, se cuentan
con los dedos de las manos... y sobran dedos. Esto sucede porque,
al lado de los verdaderos profesionales científicos, han florecido nume-
rosos charlatanes que se proclaman "sexólogos" y, sobre todo, "tera-
peutas sexuales", que explotan la buena fe de las personas necesitadas
de ayuda. El entrenamiento de tales "especialistas" se limita a poco
más que la lectura superficial de los libros de MASTERS y JOHNSON o
de KAPLAN, o a la asistencia a un "seminario" o "taller" realizado
por otro charlatán más madrugador. Este problema ha comenzado a
ser corregido, al menos en los Estados Unidos, mediante los programas
3 Entre los pocos autores de lengua española que han escrito sobre el tema, hay
que mencionar a LuísDRAGUNSKY, porque él también puntualiza la adquisición filogé-
nica representada por la función erótica.
de certificación del American College of Sexologists y de la American
Association of Sex Educators, Counselors and Therapists.
3. LA SEXUALIDAD Y LA ÉTICA
Los juicios ético-religiosos sobre la sexualidad han variado a través
de la historia. Los pueblos mediterráneos de la Antigüedad, incluyendo
el judío, aceptaban con naturalidad la búsqueda del placer sexual4,
al menos para el hombre, pero sometida a ciertas regulaciones —fun-
damentadas en razones económicas y pronatalistas principalmente—
que beneficiaban a los varones con perjuicio para las mujeres; estas
eran menospreciadas socialmente y obligadas, ellas sí, a privarse del
ejercicio autónomo de la función erótica. Por ejemplo, el predominio
de las formas monogámica y poligínica del matrimonio en tales socieda-
des se explica porque ellas eran la única manera como el hombre podía
estar razonablemente seguro de que quienes iban a entrar en posesión
de sus bienes habían sido engendrados por él. El estricto requisito de
la virginidad prematrimonial femenina se estableció porque la integri-
dad del himen era la garantía de que la esposa-objeto que se compraba
estaba en buen estado, como era de esperar de cualquier otra clase
de mercancía o ganado que se negociara. Con mayor razón era rigurosa
la prohibición del coito extramarital femenino, porque si en el caso
de matrimonio con mujer no virgen se configuraba un engaño comer-
cial, el adulterio de la esposa era una franca violación del "derecho
de propiedad" del marido sobre la vagina de la mujer. Este concepto
ha perdurado en las legislaciones de las sociedades modernas más falo-
cráticas, en la forma del grotesco argumento de la "defensa del honor",
que permite al marido asesinar impunemente a la esposa cuando consi-
dera que el tal "honor" (entendido como "derecho de propiedad")
ha sido lesionado, aun cuando ya no sienta el menor afecto por ella
y él, por su parte, le haya sido infiel consuetudinariamente5.
3.1. Influencia del cristianismo.— Las sociedades patriarcales anti-
guas eran, pues, antifeministas, pero no antisexuales. Fue al adveni-
miento del cristianismo cuando la sexualidad placentera vino a ser asociada
íntimamente con las nociones de impureza y pecado; ellas, unidas a
la misoginia heredada del judaísmo, determinaron para los siglos por
4 No obstante, las normas levíticas consideraban que los genitales eran "impu-
ros" y condenaban vehementemente la homosexualidad.
5 Un ejemplo es el art. 382 del antiguo Código Penal colombiano, que estuvo
vigente hasta 1980.
10 ASPECTOS BÁSICOS DE 1.A SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 11
venir el carácter manifiestamente erotófobo de la moral cristiana6. Di-
versos autores han llamado la atención sobre el hecho de que 'ni en
la ética veterotestamentaria, ni en los textos evangélicos se encuentran
preceptos claros e insistentes que encomien la mortificación y el odio
al placer sexual. En realidad, fueron los Padres de la Iglesia7, influidos
por las ideas de SAN PABLO8 y por las doctrinas filosóficas neoplatóni-
cas y neoestoicas grecolatinas, quienes decidieron convertir en norma
para todos los cristianos el riguroso ascetismo de los anacoretas9, que
estaba muy acorde con su desprecio metafísico por la existencia terrenal,
una situación transitoria interpuesta entre el cristiano y el cielo. En
consecuencia, la actividad sexual, que amén de producir placer perpe-
tuaba la vida, fue condenada como una abominación, la virginidad
ensalzada como el estado más perfecto del ser humano, y el matrimonio
considerado como un mal, necesario para cumplir los terminantes man-
datos del Génesis, 1:28, 9:110. En un principio, la doctrina ascética
predicaba el odio a todo tipo de placer, pero en la práctica, y especialmente
en la época contemporánea, la condenación se ha limitado a la esfera
sexual. De todos los Padres de la Iglesia, fue SAN AGUSTÍN DE HIPONA
quien más contribuyó a la elaboración teológica del concepto pecamino-
6 En honor a la verdad, existen ideologías religiosas más erotófobas que el cris-
tianismo, como es el caso del Islam. Además, la misma dinámica de la civilización
cristiana ha permitido el permanente juego dialéctico entre las tendencias conservadoras
y progresistas, con un balance generalmente favorable a las últimas.
7 Se da el nombre de Padres de la Iglesia a los místicos, todos ellos imbuidos
de una intensa repugnancia por el placer sexual, que florecieron principalmente entre
los siglos Iv y VII, y que establecieron las bases doctrinales del cristianismo; por ejem-
plo, ORÍGENES, TERTULIANO, SAN JUAN CRISÓSTOMO, SAN AMBROSIO, SAN JERONIMO
y SAN AGUSTÍN. La obsesión erotófoba de ORÍGENES fue tal, que lo llevó a aplicarse
literalmente la metáfora de Mateo, 19:12.
8 La antisexualidad de SAN PABLO se manifiesta en sus diversos escritos. Pasajes
ejemplares son los siguientes: "Huid de la fornicación; los demás pecados son cometidos
fuera del cuerpo, pero fornicar es pecar contra el propio cuerpo" (1 Corintios 6:18).
"La fornicación, la impureza de cualquier clase o la promiscuidad no deben ni siquiera
mencionarse entre vosotros, pues no es propio de santos. No debe haber conversaciones
o chanzas vulgares o salaces, pues no conviene, sino más bien acciones de gracias.
Porque podéis estar seguros de que ninguno que incurra en fornicación, impureza
o promiscuidad —que es lo mismo que idolatría— heredará algo del reino de Dios"
(Efesios, 5:3-5).
9 Muy probablemente, en muchos ascetas había un fuerte componente masoquis-
ta. Además, en la ideología ascética hay una contradicción, porque lo que se persigue
con ella es el gozo supremo: la contemplación divina por toda la eternidad.
lo Sin embargo, la razón fundamental de la norma del celibato sacerdotal, im-
puesta posteriormente en forma oficial, no fue la adherencia a los preceptos de los
anacoretas, sino la necesidad de mantener el poder económico de la Iglesia, impidiendo
que sus bienes se dispersaran al ser heredados.
so del acto sexual no reproductor. La opinión agustiniana de que la
procreación es el fin primario del matrimonio y que el placer sexual
es abyecto fue ratificada más tarde por SANTO TOMÁS DE AQUINO, y
defendida por la generalidad de los teólogos moralistas hasta épocas
muy recientes.
Según VAN USSEL, la sociedad cristiana medioeval aceptaba como
normal la disociación entre el precepto antisexual teórico y la práctica
real de la función erótica, y la exigencia de conformidad de esta con
aquella se remontaría apenas al siglo XVI. El mismo autor sostiene
también que no fue el cristianismo el creador de la represión sexual,
sino la sociedad burguesa. Es cierto que esta se ha beneficiado de aque-
lla, por lo cual la ha estimulado y reforzado; pero de aquí a haberla
creado hay un gran trecho. La erotofobia de nuestra civilización es
un claro producto de la moral ascética cristiana, y lo que la ideología
burguesa hizo fue aprovecharla en beneficio propio. Por otra parte,
es muy probable que, con sus normas antisexuales y mediante la confe-
sión, la Iglesia tratara de ejercer un control sicológico sobre el individuo,
pero con poco éxito, como lo muestra la historia.
La gratuita erotofobia de la ética cristiana se patentiza con la inter-
pretación que le da al sexto precepto del Decálogo, el cual es enunciado
como "no fornicar", a pesar de que los textos bíblicos originales (Éxo-
do, 20:14 y Deuteronomio, 5:18) son muy claros en prohibir no la
fornicación, sino el adulterio, y esto porque él era un ataque a la propie-
dad privada del marido. Lo que aquel código primitivo consideraba
grave era el robo de la vagina de la esposa-objeto, no la obtención
de placer sexual; por ello la prohibición se repite en el Éxodo, 20:17
y en el Deuteronomio, 5:21, en donde la mujer es equiparada lisa y
llanamente con las demás pertenencias del hombrell, y en donde tam-
bién se vuelve a condenar el robo de cosas específicas,ue ya había
sido vedado genéricamente en el séptimo mandamiento (Éxodo, 20:15
y Deuteronomio, 5:19).
Los seres humanos nunca han sido racionales en sus creencias reli-
giosas y, lo que es más grave, la mayoría de ellos ni siquiera piensan
que deberían serlo. Cuando la religión condena el ejercicio autónomo
de la función erótica, lo hace en nombre de una supuesta ley o moral
"natural" que, curiosamente, no fue promulgada por los biólogos sino
por los padres del cristianismo, en defensa de sus peculiares conceptos
ético-metafísicos, y para lo cual se apoyaron en la rudimentaria biología
de ARISTÓTELES.
II "No desearás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su sierva,
ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que le pertenezca" (Éxodo, 20:17),
12 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
CONCEPTOS GENERALES 13
WOLFGANG WICKLER señala que cuando la Iglesia habla de "natu-
raleza humana", se está refiriendo a una idea del ser humano derivada
de un concepto estático del mundo biológico, en el cual la evolución
y la cultura no desempeñan papel alguno. Si las normas éticas estuvieran
basadas en la naturaleza, deberían tener la capacidad de variar y adap-
tarse a nuevas circunstancias; cuando no ocurre así —como en el caso
de la sexualidad—, es porque se han derivado de una noción abstracta
y falsa de la naturaleza humana. De ahí que el argumento religioso
más absurdo en contra de la función erótica sea su asimilación a la
actividad sexual meramente animal. Muy al contrario, fue justamente
la encefalización de la sexualidad animal la que permitió separar por
completo la función sexual placentera de la reproductora, para conver-
tirla en la forma más perfecta y hermosa de relación entre seres huma-
nos. Quienes todavía creen que la "finalidad" exclusiva o principal
de la sexualidad humana es la procreación, y que ella no tiene una
función autónoma de interrelación emocional y física y de satisfacción
sensual, son los que verdaderamente rebajan la condición humana al
estado animal más primitivo. Como dice HAVELOCK ELI.IS, en estas per-
sonas, "el esfuerzo hecho por Dios (o la naturaleza), durante millones
de años de lucha penosa, para liberar a la especie humana de la coyunda
reproductora, característica de los animales inferiores, ha sido total-
mente malgastado".
A partir de la Conferencia de Lambeth de 195812, la doctrina teo-
lógica sexual del anglicanismo fue modificada radicalmente con el re-
chazo de la concepción agustiniana de la sexualidad matrimonial, y
con la aceptación de que tanto la función reproductora como la erótica
están en un mismo plano de igualdad y legitimidad. Esta es también
la opinión de los principales teólogos protestantes modernos, y es in-
cuestionable que en su adopción han desempeñado gran papel los pre-
ceptos de la moral de situación.
No ocurre así con la Iglesia católica, cuya posición oficial continúa
siendo en esencia la de SAN AGUSTÍN. De acuerdo con ella, la búsqueda
de la satisfacción erótica por sí misma es intrínsecamente mala, pues,
como lo enseña SANTO TomÁs (Summa theologiae, suppl., 65:3, resp.),
el placer sexual es un simple señuelo que la naturaleza utiliza para
lograr la reproducción. Se debe insistir en este punto, porque algunos
laicos católicos, influidos posiblemente por las opiniones individuales
de ciertos clérigos "liberales", se niegan a reconocer que el rigorismo
sexual del magisterio eclesiástico permanece inmodificado.
12 La conferencia de Lambeth es un sínodo que reúne periódicamente a los obis-
pos de la Iglesia anglicana, y cuyas conclusiones tienen gran repercusión doctrinal.
Para SAN AGUSTÍN solo había tres "bienes" matrimoniales (bona
matrimonii): la procreación (proles), la fidelidad (fides) y el sacramento
(sacramentum), y de ellos el primero era el fin primario del matrimonio.
En este esquema, el coito era prácticamente un malum matrimonia,
que apenas se justificaba como medio para lograr el primer "bien":
la procreación. Por consiguiente, el acto sexual matrimonial que busca-
ba exclusivamente el placer era pecado mortal y, como tal, vergonzoso
e indigno; incluso si la cópula se utilizaba como remedium concupiscen-
tiae —finalidad autorizada por SAN PABLO (I Corintios, 7:9)--, era al
menos pecado venia113. Esta doctrina fue ratificada —con sutiles dis-
tingos que no modificaban la substancia— por los más prestigiosos
teólogos medioevales y más modernos, lo mismo que por diversos pontí-
fices; por ejemplo, SAN GREGORIO MAGNO, PEDRO LOMBARDO, SAN ALBER-
TO MAGNO, SANTO TOMÁS DE AQUINO, TOMÁS SÁNCHEZ, INOCENCIO XI y
SAN ALFONSO MARÍA DE LicoRio14.
Contemporáneamente, la doctrina católica sobre la sexualidad (que,
como ya dijimos, no ha variado en lo esencial) está manifestada en
la encíclica Casti connubii, 9, 33, 34, 37, la Alocución a las comadronas
italianas, 19, 27, 34, 41, 42, 45, pronunciada por Pío XII en 1951,
la constitución Gaudium et spes, 48, 50, del Concilio Vaticano II, la
encíclica Humanae vitae, II, 12, 14, la Declaración sobre ética sexual,
hecha en 1975 por la Congregación para la Doctrina de la Fe, y en
numerosas alocuciones del papa reinante, Juan Pablo II, de las cuales
es ejemplo típico la catequesis del 8 de octubre de 1980; en ella el
papa (basado en una peculiar interpretación de Mateo, 5:27-28) afirma
que si un hombre mira a la esposa "lascivamente", comete adulterio
"en el corazón"15. La intransigencia de la Iglesia ha hecho que, en
la práctica, la mayoría de los católicos le concedan poca o ninguna
autoridad en lo referente a la sexualidad. Como dice DELFGAAUW, "Ga-
lileo, Darwin, la cuestión obrera y la sexualidad son palabras claves
que nos descifran por qué la Iglesia tiene tan poca autoridad".
Algunos teólogos católicos liberales, influidos también, indudable-
mente, por las normas de la ética de situación, han tratado de modificar
13 Es indudable que buena parte de la erotofobia de SAN AGUSTÍN tuvo origen
en su pasado maniqueo.
14 Las ideas de SANTO TomÁs sobre la sexualidad revisten singular importancia,
por ser el más influyente de los teólogos católicos. Su rigorismo se manifiesta particular-
mente cuando dice que el marido excesivamente apasionado de la esposa (ardentior
amator uxoris) comete pecado mortal (Summa theologiae, suppl., 49:6, resp.), con
lo cual no hace sino adoptar la opinión ya expresada por SAN AGUSTÍN y SAN JERÓNIMO.
15 Con lo cual Juan Pablo II no hace sino corroborar lo dicho por SANTO TO-
MÁS. SAN AGUSTIN y SAN JERÓNIMO.
14 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 15
la opinión rigorista oficial de la Iglesia en materia sexual, y se han
alineado con los teólogos protestantes. Así, en 1966, el Nuevo catecismo
para adultos (catecismo holandés) decía: "Se va formando ya la concep-
ción que ve la sexualidad como un valor en sí; se consideran la sexuali-
dad y la fecundidad más como valores concurrentes en la unidad de
un todo vital que como realidades meramente ordenadas la una a la
otra, en calidad de medio y fin". Y en 1972, el teólogo STEPHAN PFORT-
NER aceptaba abiertamente el derecho a disfrutar del placer sexual co-
mo tal, controlado solo por "el amor unido a la razón". La más reciente
expresión del pensamiento teológico católico liberal sobre la sexualidad
está recogida en el libro de KOSNIK y colaboradores, Human sexuality:
New directions in American Catholic thought, publicado en 1977. En
él se concluye que lo que debe primar al calificar la moralidad de un
acto sexual es establecer si él estimula la maduración creativa y la inte-
gración de la personalidad humana; si esta condición se cumple, el
acto es lícito, aunque no sea procreador y sea practicado por solteros.
Como era de esperarse del obstinado conservadurismo de la curia roma-
na, con el papa a la cabeza, los anteriores puntos de vista han sido
condenados categóricamente, y a sus propugnadores más eminentes
se los ha despojado del privilegio de enseñar teología. De todos modos,
el liberalismo sexual de los teólogos católicos disidentes es muy relativo,
pues únicamente llega a la etapa de la "permisividad amorosa" (véase
más adelante), amén de que tratan vanamente de encontrar una justifi-
cación de sus ideas en las levísimas matizaciones de la doctrina tradicio-
nal, que se encuentran en las obras de ciertos teólogos ortodoxos de
gran autoridad, y en algunas declaraciones del magisterio.
Digamos, finalmente, que si la moral católica conociera los descu-
brimientos modernos en fisiología sexual humana, y si no estuviera
tan obsesionada por la misoginia y la erotofobia, podría aceptar, sin
quedar mal, la licitud intrínseca de la función erótica. Como su modelo
de acto sexual "natural" es el efectuado por el varón, dentro del inflexi-
ble esquema teleológico, la simultaneidad del orgasmo y la eyaculación
no deja otra alternativa que conceder la primacía a la reproducción.
Sin embargo, la existencia en la mujer de una absoluta independencia
anatómica y funcional entre el erotismo y la procreación, es decir,
el hecho de que el coito sea un método poco eficaz para que la hembra
humana llegue al orgasmo, y que al clítoris no se le conozca función
diferente de la de producir orgasmos cuando es estimulado, permitiría
a la Iglesia aceptar el placer sexual autónomo, sin menoscabo de su
visión finalista de la naturaleza. Al respecto, existe un paralelismo entre
la posición oficial de la Iglesia frente a la función erótica y la adoptada
por ella frente a la astronomía copernicana y galileica. Así como antaño
condenó el heliocentrismo, hoy la Iglesia condena la búsqueda autónoma
del placer sexual, basándose en argumentos dogmáticos y autoritarios,
y desconociendo la evidencia científica. Esta similitud da pie para espe-
rar, con algún optimismo, que en un futuro (ojalá no muy lejano)
ella acepte los argumentos racionales y científicos a favor de la legitimi-
dad natural de la función erótica.
3.2. Criterios de ética sexual .—En la cultura occidental han existi-
do (o coexistido) varios criterios morales con respecto al comportamien-
to sexual, que se pueden clasificar a lo largo de un continuo. Yendo
del polo conservador al liberal, los principales son: a) el ascetismo,
b) el doble patrón, c) la permisividad amorosa, y d) el hedonismo.
a) El ascetismo, como norma de conducta sexual, ha sido propug-
nado por las sectas cristianas más tradicionalistas, ejemplo de las cuales
es el catolicismo romano. Dicho tipo de precepto ético establece que
la finalidad de la actividad sexual es la procreación, es decir, solo es
lícita si ocurre dentro del matrimonio y en forma tal que no impida
la fecundación; por consiguiente, todo acto sexual que no llene estos
requisitos es "pecaminoso" y "antinatural". La modalidad más rigoris-
ta e irreal, el ascetismo absoluto, ensalza la virginidad como el estado
más perfecto y deseable del ser humano.
b) No obstante, los Padres de la Iglesia y los moralistas que pro-
mulgaron y refinaron el ascetismo reconocieron la imposibilidad de
su práctica por parte de la mayoría de los varones, y tácitamente exigie-
ron su estricto cumplimiento solo a las mujeres; es decir, establecieron
el doble patrón, según el cual la violación del precepto rigorista es
tolerada o aceptada (e incluso socialmente estimulada) en los hombres,
pero censurada y castigada en las mujeres. Hay que observar que este
criterio ético no fue invención exclusiva del cristianismo, pues ha existi-
do en otras sociedades falocráticas diferentes de la cristiana, pero única-
mente con el propósito pragmático de defender la propiedad privada
del hombre. Además, en la sociedad europea antigua, la virginidad
prematrimonial femenina era normativa básicamente para la población
urbana, y sobre todo para la nobleza y la burguesía, porque el campesi-
nado seguía la tradición de las relaciones sexuales premaritales, una
vez formalizado el compromiso matrimonial.
c) La permisividad amorosa apareció en Occidente cuando los tro-
vadores provenzales del siglo XII idearon el concepto de amor románti-
co heterosexual, pero adquirió la máxima importancia en el presente
siglo en los Estados Unidos y otros países europeos mayoritariamente
no católicos. Este precepto establece que el enamoramiento es un requi-
sito esencial para la actividad sexual, y que sin el amor el erotismo
9
1
16 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 17
es bestial y desprovisto de sentido; aunque el amor es el contexto ideal
para la expresión del amor y la sexualidad, ella se justifica antes del
matrimonio si se acompaña de sentimientos amorosos. Dicha ética ha
sustituido en buena parte al ascetismo y al doble patrón (lo cual es
positivo), pero, por la manera negativa como considera la función exclu-
sivamente placentera de la sexualidad, es en el fondo una forma de
neopuritanismo, una especie de ascetismo reencauchado, que ofrece
una seudosolución al callejón sin salida creado por la rigidez de la
moral cristiana tradicional; por ello ha tenido gran acogida entre los
moralistas protestantes y católicos liberales. Una infortunada conse-
cuencia lingüística de la permisividad amorosa es haber puesto de moda
la absurda y empalagosa expresión "hacer el amor" (importada del
francés, por la vía del inglés, en años recientes), para designar lo que
en buen romance se llama fornicarbs, y con la cual se ha llegado al
ridículo extremo de aplicarla al coito de los animales.
d) El hedonismo es un sistema ético que reconoce plenamente la
existencia de la función erótica, es decir, acepta la sexualidad como
fuente de satisfacción legítima para uno mismo o para otros, indepen-
dientemente de un contexto amoroso y de la institución matrimonial.
Sin embargo, hay que distinguir dos tipos de él: el irresponsable y
el responsable. El hedonistairresponsableobtiene el placer sin importar-
le las consecuencias nocivas de sus actos para otras personas; en cambio,
en el ejercicio de la función erótica, el hedonista responsable tiene siem-
pre en cuenta la regla de oro del comportamiento humano: actuar en
forma tal que no se lesione a los demás.
¿Qué podemos comentar sobre los anteriores criterios de moralidad
sexual? Los tres primeros y el hedonismo irresponsable son irracionales
e inconvenientes: el ascetismo es claramente antibiológico y cruel. El
doble patrón es notoriamente injusto para con la mujer, y permite
al hombre dar rienda suelta a su hedonismo irresponsable. La permisivi-
dad amorosa tiene la desventaja de basarse en una ilusión, amén de
menospreciar ilógicamente el placer sexual como tal. Los aspectos nega-
tivos del hedonismo irresponsable son evidentes. En cuanto al hedonis-
mo responsable, a pesar del horror con que es visto por la moral ascética,
creemos que es el sistema ético sexual más lógico y racional, como
esperamos demostrarlo en este libro. En nuestra cultura erotófoba,
el concepto de hedonismo ha tenido siempre significado negativo, por-
que se ha asociado solo con el placer sexual. Pero esto es un error,
16 Los melindrosos que repugnen emplear este término, pueden echar mano de
otros sinónimos españoles usuales, como "copular" o "efectuar el coito", o incluso
revivir verbos anticuados, pero de rancia prosapia castellana, como "folgar" o "yogar".
ya que él simplemente implica el disfrute de los aspectos amables o
placenteros de la existencia. Por consiguiente, tan hedonista es quien
ejerce la función erótica, como quien saborea una comida deliciosa,
o escucha música de su compositor favorito, o lee un libro de un autor
apreciado, actividades estas que no son condenadas por los moralistas
contemporáneos. Incluso cuando el asceta busca el gozo supremo de
la salvación eterna, mediante la mortificación terrenal, paradójicamente
está practicando un hedonismo "metafísico" o "de acción retardada"
(véase la nota 9). Es que el hedonismo es inherente a la naturaleza
humana: lo importante es saberlo profesar de manera responsable.
Hay que anotar que los mayores inconvenientes no radican en
profesar un determinado tipo de ética, siempre y cuando las personas
que interactúan sexualmente adhieran estrictamente a él. Pero lo que
sucede con frecuencia es que ellas siguen normas diferentes; por ejem-
plo, mientras que el hombre actúa como hedonista irresponsable, la
mujer cree en la permisividad amorosa. En tales casos no es de extrañar
que una relación fundada en tan diferentes premisas esté condenada
al fracaso.
En conclusión, no negamos la necesidad de una ética que regule
el ejercicio de la función erótica. Pero ella debe ser una ética racional,
concordante con la naturaleza humana, el estado real de la evolución
social y los conocimientos científicos; no una basada en tabúes obsole-
tos, rezagos de épocas prehistóricas, o en los simples caprichos de las
mentes de los anacoretas. Como toda institución humana, la moral
debe existir para beneficio de las personas, no estas para el de aquella,
que es lo que ha querido el ascetismo cristiano en el campo de la sexualidad.
4. LA SEXUALIDAD Y LA "NORMALIDAD" CONDUCTAL
Los estudios etológicos muestran lo erróneo que es aplicar criterios
finalistas al comportamiento animal. Ellos ponen de manifiesto que,
muchas veces, las actividades "sexuales" de diversas especies cumplen
funciones diferentes de la procreación, porque el funcionamiento de
los órganos de los animales puede variar durante el proceso evolutivo
biológico. Si esto sucede en las especies inferiores, con mayor razón
es de esperar que ocurra en el caso del Horno sapiens, puesto que
él tiene la capacidad consciente de modificar la naturaleza. KINSEY des-
cribe cuatro tipos de factores que influyen sobre la conducta sexual
humana: a) la herencia biológica, especialmente la de la clase de los
mamíferos; b) la herencia individual; c) las diversas experiencias de
la vida del individuo, y d) los estímulos provenientes del entorno inme-
diato. Estos factores determinan que a) en principio, ninguna actividad
18 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
CONCEPTOS GENERALES 19
sexual que haga parte de la filogenia pueda ser clasificada como antina-
tural, anormal o perversa per se; b) sea posible que la persona desarrolle
un comportamiento sexual específico, como consecuencia de su consti-
tución sicosomática particular, sin que ello signifique anormalidad in-
trínseca; c) el individuo sea en gran parte producto de las experiencias
pasadas, sobre todo las de la niñez y adolescencia, que pueden haberlo
condicionado a reaccionar sexualmente en una forma determinada; d) al-
gunas personas actúen "anormalmente" porque tal conducta les sumi-
nistra mayor satisfacción inmediata (y, posiblemente, a largo plazo)
que la prescrita por la sociedad.
4.1. Origen abiológico del concepto de normalidad sexual.—Como
lo señalan muchos autores, WICKLER y HAEBERLE entre ellos, cuando
se habla de actos sexuales "contra natura" no se está empleando un
lenguaje biológico y objetivo, sino uno moral y subjetivo, fundamenta-
do en la definición de "natura" dada por los moralistas de siglos atrás,
y no por los biólogos, etólogos y sexólogos modernos que estudian
la conducta sexual. La confusión que ha existido entre lo que es "nor-
mal" y "anormal" en el comportamiento sexual humano proviene de
la noción teleológica profesada por los moralistas que primero legisla-
ron sobre tal conducta, y que decidieron que la "ley natural" —concepto
tomado por ellos de ARISTÓTELES- ordena que todo acto sexual sea
dirigido hacia la procreación. Sucede, sin embargo, que incluso en el
supuesto caso de que existiera una "ley sexual natural", no tendríamos
por qué obedecerla forzosamente, ya que la inmensa mayoría de las
obras humanas son "artificiales" o "antinaturales", y la existencia
misma de la civilización y la cultura es una interferencia permanente
en los procesos naturales. Como dice FLYNN, la frustración de la "in-
tención natural" ha sido la vocación del hombre desde que inventó
el primer instrumento, y lo seguirá siendo hasta el día de la última
invención; y LUCAS agrega que si fuéramos "naturales" deberíamos
vivir desnudos y subidos en los árboles. En efecto, se puede decir con
toda certeza que lo verdaderamente natural en el ser humano es su
"antinaturalidad".
Los teólogos moralistas, que condenan el ejercicio autónomo de
la función erótica con argumentos teleológicos, son totalmente inconse-
cuentes al aplicarlos con exclusividad a la conducta sexual y no a otras
actividades humanas. Así, cuando ellos utilizan el transporte aéreo,
no son conscientes del gravísimo pecado que cometen "contra natura",
puesto que los seres humanos no fueron hechos naturalmente para vo-
lar. Como la boca de los animales tuvo como función primigenia la
alimenticia, los moralistas erotófobos deberían censurar su empleo "an-
tinatural" para hablar, cantar, silbar o tocar el saxofón. Igualmente,
deberían condenar el fútbol, puesto que la naturaleza "hizo" los pies
para caminar o correr, no para darle patadas a un balón. Y cuando
se enfermaran, no deberían acudir a los médicos, sino esperar la cura-
ción espontánea o la muerte, ya que ello es lo natural, mientras que
la medicina es una invención humana que modifica el proceso natural
de curación espontánea o muerte. En todo esto deberían seguir a TER-
TULIANO, quien, al prohibir a los cristianos el uso de ropas de lana
teñida —porque Dios no creó ovejas de colores—, al menos estaba
siendo consecuente con sus ideas finalistas. La verdad es que la naturale-
za no es (no puede ser) teleológica, es decir, tener "intenciones", sino
que es susceptible de transformaciones, muchas veces profundas, me-
diante mecanismos evolutivos o por voluntad del Homo sapiens. Por
eso es natural toda modificación de las condiciones naturales primige-
nias realizada por el ser humano, como el avión, los instrumentos musi-
cales de viento o la medicina. En realidad, solo es antinatural lo que
no puede suceder, como, v. gr., que un perro hable espontáneamente.
El concepto de normalidad o anormalidad de los actos sexuales
no tiene, entonces, origen biológico, sino que es una convención huma-
na. MARMOR señala que es imposible analizar objetivamente la conduc-
ta sexual si no se deja de lado el estrecho patrón de referencia sociocultural
del individuo. Quienes niegan esto olvidan o desconocen que la biología
es evolutiva; es decir, la biología humana no es un mero conjunto
de instintos animales, sino que involucra la función cerebral superior
o intelectiva, producto de la evolución, que hace que la interacción
con el entorno sociocultural sea un fenómeno peculiar de la naturaleza
humana. La biología humana es cualitativamente diferente de la biolo-
gía animal, porque la función intelectiva adquirió el predominio en
la economía del Horno sapiens y lo distingue del resto de los animales.
Fue esta función síquica superior la que permitió la aparición de la
función erótica; por lo tanto, si bien es cierto que la función sexual
reproductora es un imperativo biológico animal, la función erótica es
un imperativo biológico humano, y, como tal, perfectamente natural.
4.2. Criterios de normalidad sexual.—Existen varios criterios para
juzgar la "normalidad" de la conducta sexual: a) el moral tradicional,
b) el cultural o estadístico, c) el personal, d) el biológico o filogénico,
e) el clínico o de salud mental, f) el legal, y g) el sexológico.
a) El criterio moral tradicional, que se apoya en un falso criterio
biológico, estatuye que la función erótica es "pecaminosa" y "anor-
mal" porque contradice una "ley natural" (promulgada por Dios) que
prescribe que la sexualidad debe ser utilizada exclusiva o primariamente
para la reproducción. Evidentemente, esta es una opinión metafísica,
sin base lógica o científica, que no puede ser aceptada racionalmente.
20 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 21
b) El criterio cultural o estadístico, que proclama "normal" la
actividad sexual aceptada por la mayoría de una población humana,
tampoco es correcto, por tres razones: La primera, porque generalmente
está influido por el criterio moral. La segunda, porque muchas veces
el juicio de la mayoría es contrario a la realidad. La tercera, porque,
con gran frecuencia, los actos sexuales condenados ostensiblemente por
los miembros de una sociedad son practicados extensamente en privado;
es decir, es un criterio hipócrita.
c) Según el criterio personal, es conducta sexual "normal" la que
el individuo considere así. Generalmente coincide con el cultural y tiene
los mismos inconvenientes. En los pocos casos que choca con el criterio
estadístico, puede acarrearle problemas al individuo.
d) El criterio biológico o filogénico verdadero establece que, en
principio, es normal la conducta sexual humana que haya sido observa-
da también en los animales inferiores. El criterio biológico falso es
el teleológico imaginado por los moralistas erotófobos.
e) El criterio clínico o de salud mental verdadero considera que,
en principio, es normal el comportamiento sexual egosintónico. El crite-
rio clínico falso es el basado en los criterios moral tradicional y biológico
falso.
f) El criterio legal estatuye que es "anormal" la conducta sexual
calificada de "delictiva" en un código. Es correcto si limita la califica-
ción delictiva al comportamiento sexual comprobadamente nocivo. Es
incorrecto si declara delictiva la conducta sexual supuestamente nociva
o simplemente "inmoral", en el sentido erotófobo.
g) El criterio sexológico de normalidad, que se fundamenta en
los criterios biológico y de salud mental verdaderos, establece que una
conducta sexual, por muy extraña o repugnante que parezca, solo puede
ser considerada anormal, inadecuada o patológica si esintrínsecamente
nociva para la integridad somática o síquica del individuo o de otras
personas. No obstante, la nocividad debe ser relativamente grave, ya
que, de otro modo, los individuos intolerantes se podrían oponer, por
las razones más nimias, a las actividades sexuales de las personas. Cabe
notar que usualmente el carácter compulsivo del comportamiento lo
hace nocivo, y que con frecuencia también ocurre así cuando la conduc-
ta es exclusiva. Por otra parte, interferir en el comportamiento sexual
o modificarlo está justificado en dos circunstancias: desde el punto
de vista terapéutico, si es nocivo para el individuo; desde el punto de
vista legal, si es nocivo para los demás.
5. LA CONTINENCIA SEXUAL
La continencia o castidad es la abstención absoluta o temporal
del ejercicio de la función erótica. A pesar de que algunos sistemas
morales proclaman su excelencia, no hay duda de que la continencia
absoluta es una anomalía biológica; aunque la muerte no sobrevenga
por no practicarla, para muchos seres humanos la función erótica es
sicológicamente tan necesaria como comer y beber lo son físicamente.
ZWANG dice: "La función erótica no solamente ofrece una admirable
e indispensable distracción de las preocupaciones, sino que también
enriquece el espíritu con la experiencia que ella sola puede suministrar:
ensancha el conocimiento, calma la agresividad morbosa y estimula
el pacifismo y la creatividad".
Además del argumento moral erotófobo, se han esgrimido muchos
otros a favor de la continencia prematrimonial. Por ejemplo, la preven-
ción de las enfermedades sexualmente transmisibles, los efectos favora-
bles sobre el matrimonio, los efectos favorables sobre el desarrollo
de la personalidad y la prevención de los embarazos prematrimoniales.
El primer argumento no tiene solidez, porque es como pedir que la
gente no coma para evitar indigestiones. El segundo es refutado por
los estudios sociológicos, que no muestran relación entre la actividad
o inactividad sexual premarital y la armonía matrimonial. El tercero
tampoco tiene validez, porque no hay prueba de que exista relación
entre erotismo y creatividad; si bien es cierto que algunos grandes hom-
bres (filósofos, científicos, etc.) han "sublimado" sus impulsos sextia-
les17, un buen número de ellos han sido muy activos sexualmente. En
cuanto al cuarto, la respuesta son los actuales métodos anticonceptivos.
Otro argumento utilizado en contra del ejercicio de la función
erótica es el "catastrofista"18, según el cual la decadencia de las gran-
des civilizaciones antiguas se debió principalmente a su hedonismo.
Como ejemplo clásico se presenta el caso del Imperio Romano, sobre
cuya caída se han propuesto muchas teorías: desde la más vetusta y
desacreditada (la catastrofista), hasta la más reciente, que culpa al satur-
nismo crónico de los romanos. La realidad es que los responsables
17 A propósito, FREUD, creador del concepto de "sublimación", creía que la con-
tinencia no contribuye a formar pensadores originales, sino más bien "honradas me-
dianías".
18 Los más distinguidos defensores de las tesis catastrofistas fueron FREUD, con
argumentos sicoanalíticos, y UNW1N, con argumentos históricos y antropológicos.
22 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 23
fueron factores socioculturales y económicos diversos, entre los cuales,
según LEWINSOHN, está paradójicamente, el ascetismo cristiano19.
La continencia puede causar problemas a las personas (sobre todo
del sexo masculino), de acuerdo con la intensidad individual del apetito
sexual. En personas de libido débil, la castidad, incluso de larga dura-
ción, es poco o nada nociva; pero no sucede así en personas de libido
fuerte. HAVELOCK Ents señala que quienes menosprecian los trastor-
nos que puede acarrear la continencia deberían recordar que los anaco-
retas vivían obsesionados por los pensamientos eróticos y sufrían
terriblemente por ello, a pesar de ser los mejor calificados —por decisión
personal y por forma de vida— para guardar castidad.
La historia del celibato sacerdotal católico muestra cómo fueron
de inoperantes, durante mucho tiempo, las normas relativas a él. Hasta
muy avanzada la Edad Media, el matrimonio o el concubinato de los
sacerdotes (e incluso de los obispos) fueron muy frecuentes. Y después
que, con la amenaza de graves penas, se impuso el celibato al clero
raso20, muchos altos eclesiásticos (comenzando por algunos papas) y
gran número de religiosos regulares de ambos sexos continuaron violan-
do la regla de continencia, la cual solo comenzó a ser respetada por
la generalidad de los clérigos a partir del siglo XVII.
Digamos, por último, que sexológica y humanamente no tenemos
objeción que hacer a la continencia, cuando es elegida consciente y
libremente por el individuo. Aunque, desde un punto de vista estricta-
mente biológico (animal), ella es antinatura121, como hemos visto atrás,
el hombre tiene el derecho de escoger entre seguir la norma biológica,
19 Por otra parte, cabe preguntar: ¿cuál Imperio y cuál hedonismo?, por lo si-
guiente: los historiadores fijan, convencionalmente, la caída del Imperio Romano en
476, año en el cual ODOACRO, rey de los hérulos, destronó a RÓMULO AuoUsino,
último emperador de Occidente. No obstante, hay que señalar que: a) Desde el gobierno
de CONSTANTINO (306-337), el centro del Imperio se había trasladado a Bizancio (Cons-
tantinopla), y Roma había quedado reducida a una ciudad provincial, cuyo único
mérito era que en ella residía el obispo que aspiraba a la primacía en la cristiandad.
Se puede decir, entonces, que el legítimo sucesor del antiguo Imperio Romano fue
el Imperio de Oriente, con sede en Constantinopla, el cual vino a caer en 1453. b) Desde el
Edicto de Milán (313), el cristianismo pasó a ser de hecho la religión del Imperio
Romano, y fue oficializado en 394 por el emperador TEODOSIO, quien prohibió y
persiguió todo otro culto. Por lo tanto, en el momento de su caída, el Imperio Romano
era formalmente cristiano desde hacía casi cien años, y es más lógico pensar que los
responsables de ella fueran los cristianos, y no los paganos "hedonistas" que habían
escapado a las persecuciones.
20 El decreto de nulidad de los matrimonios de los clérigos mayores data del
siglo XII.
21 De lo cual no parecen darse cuenta los teólogos moralistas que condenan la
"antinaturalidad" de la función erótica.
modificarla o rechazarla, de acuerdo con su mejor conveniencia. Lo
que criticamos a los propugnadores de la ideología erotófoba es: a) la
pretensión de que la castidad es el estado ideal del ser humano, cuando
no es más que una manera de vivir, humana pero atípica; .o) el empleo
de la coacción física o metafísica para imponerla. Más aún, desde un
punto de vista práctico y basándonos en los postulados riel hedonismo
responsable, nosotros aconsejaríamos a las muchachas solteras que re-
flexionaran más de dos veces antes de acceder al coito con el novio,
no solo para asegurarse de que él es verdaderamente deseado, sino
para que tengan la oportunidad de analizar mejor las intenciones del
varón, puesto que si —como es probable— él profesa el doble patrón,
la mujer llevaría todas las de perder aceptando la propuesta. Una vez
tomada la decisión de realizar el coito, la segunda recomendación sería,
por supuesto, no llevarlo a cabo sin emplear un método anticonceptivo
apropiado.
6. LA SEXUALIDAD Y EL AMOR
"Le désir est le primum movens de la recherche
de l'autre, l'homme n'existe que par son corps, á
partir duquel l'esprit édifie ses somptueuses supers-
tructures. L'amour couronne le lien hétérosexuel que
le désir ronde. Trop de vies ont été gáchées par l'anti-
naturelle primauté de l'esprit, par l'aberrante obliga-
tion sentimentale préalable".
ZWANG, La fonction érotique.
EL amor (afecto)22 es una manifestación emocional placentera que
hace que el individuo sea atraído por otro ser humano y trate de compe-
netrarse con él; no obstante, en ocasiones la emoción afectiva puede
establecerse entre un ser humano y un animal. Hay diversos tipos de
amor: amistoso, parental, fraternal, romántico, pasional, pero aquí
solo nos interesan los dos últimos.
El enamoramiento23 es un estado emocional, en buena parte irra-
cional, que ha eludido toda comprensión científica o filosófica; única-
mente los poetas pueden ufanarse de tener una visión más o menos
22 La diferencia entre amor y afecto es cuantitativa: la intensidad del primero
es mayor que la del segundo.
23 Últimamente, algunos han dado en emplear el barbarismo "limerancia", tra-
ducción literal del término inglés limerence, puesto en circulación por JOHN MONEY,
y correspondiente a lo que en español siempre se ha llamado "enamoramiento".
24 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 25
clara, pero obviamente subjetiva, de él. Por lo general, el enamoramien-
to está acompañado de un competente libidinoso, de intensidad varia-
ble; cuando dicho componente predomina sobre el afectivo se habla
de amor pasional.
Es preciso despejar la atmósfera mítica que ha rodeado al enamora-
miento. En primer lugar, el concepto de "amor eterno", favorito lugar
común de los enamorados, no tiene sentido aplicado a la variedad ro-
mántica, y mucho menos a la pasional, por lo cual (con raras excepcio-
nes) siempre ha sido, es y será más una ilusión que una realidad. La
razón es básicamente fisiológica: el organismo no puede sobrevivir largo
tiempo al estrés a que lo somete una emoción fuerte. Lo normal es
que la habituación —gran disolvente de todos los caprichos— vaya
amortiguando la intensidad del componente libidinoso del amor, y trans-
formándolo en un afecto amistoso. Aceptado lo anterior, no es difícil
entender la falsedad de otro mito: que el individuo no se pueda enamo-
rar varias veces o de varias personas a la vez. Además, salta a la vista
lo arriesgado que es fundamentar el matrimonio en una emoción, como
sucede en la cultura occidental contemporánea. Para muchas personas
el amor romántico es, pues, una entidad casi mística, sin la cual la
búsqueda del placer sexual se vuelve degradante y animal; a la creación
de este concepto ha contribuido, indudablemente, la tradición erotófo-
ba occidental y su reciente substitución por la norma ética de la permisi-
vidad amorosa.
Ciertamente, la emoción amorosa es un fenómeno humano que
desempeña un importante papel en muchas relaciones sexuales. Lo ina-
ceptable es la pretensión de los adictos al puritanismo de nuevo cuño
—desde consejeras sentimentales hasta teólogos moralistas "de van-
guardia", pasando por eminentes siquiatras, sicoanalistas, sicólogos,
sociólogos... y sexólogos (!)—, que han dictaminado que la actividad
sexual placentera debe estar precedida y acompañada de sentimientos
amorosos mutuos para que se pueda llamar humana. Con la propaga-
ción de tal infundio, los ideólogos del romanticismo han creado una
"metafísica" de la sexualidad, completamente inútil y muchas veces
nociva, porque transforma en algo terriblemente complicado lo que
por naturaleza es muy simple (pero serio a la vez): la búsqueda del
placer sexual. Esto no es sino una muestra de lo que JOHN W1LSON
llama la "falacia discriminatoria", que consiste en creer que si determi-
nada forma de actividad es de gran importancia o significación para
los seres humanos, otras formas de dicha actividad son bajas, desprecia-
bles o degradantes. Aplicada a la sexualidad, tal falacia implica que
solo es buena la actividad erótica realizada dentro de un estado amato-
rio, mientras que la efectuada fuera de la relación amorosa, buscando
solo el placer, es mala. La función erótica humana es un fenómeno
independiente del enamoramiento, y aunque él es deseable dentro del
contexto de la relación sexual, debe ser visto más como un epifenómeno
que como un constituyente esencial de ella. En lo que respecta al hombre
esta ha sido la experiencia histórica; en lo que atañe a la mujer, posible-
mente la cultura patriarcal occidental la ha condicionado a dejarse do-
minar por el sentimiento amoroso, con desmedro de su potencialidad
erótica, en beneficio de intereses masculinos de diverso tipo.
Un ejemplo que sirve para ilustrar la verdadera relación entre el
erotismo y el amor es la música. Nadie puede negar que ella es una
invención humana. Ahora bien, se acepta que la música puede clasificar-
se en un continuo valorativo, que va desde el grado máximo (correspon-
diente a la llamada "música clásica") hasta el grado mínimo
(correspondiente a la "música popular"); el primero vendría, entonces,
a equivaler a la actividad erótica con amor, y el segundo a la actividad
erótica sin componente amoroso. Hay, sin embargo, muchas personas
que nunca adquieren la educación auditiva necesaria para apreciar la
música clásica, y que únicamente encuentran placer en la música popu-
lar, como hay muchas otras que no pueden o no quieren enamorarse
de la pareja sexual. Sería muy bueno que todos los individuos disfruta-
ran de la música clásica y ejercieran la función erótica en estado de
enamoramiento, pero no es lógico considerar bestial y degradante la
actividad sexual puramente placentera o el disfrute exclusivo de la músi-
ca popular, porque ambos casos son manifestaciones de capacidades
(o limitaciones) característicamente humanas.
Por otra parte, no es cierto que la relación sexual puramente placen-
tera no tenga algún componente emocional. Todo lo contrario, por
fugaz que sea el placer erótico, quien lo recibe (a menos que sea un
machista impenitente) no puede permanecer emocionalmente indiferen-
te ante quien lo suministra, y experimenta un sentimiento positivo hu-
mano, llámese o no afecto, hacia quien satisface su necesidad erótica;
esto se aplica incluso a la relación mercenaria. Justamente, lo más
difícil y displaciente de la ruptura de una relación sexual es la elimina-
ción del vínculo afectivo que casi inevitablemente se ha creado. Otra
tontería de amplia circulación es la de que la mujer es "cosificada"
si se la mira única o principalmente con interés sexual; es absurdo
sostener que ella no pueda ser respetada y estimada como ser humano,
y a la vez deseada eróticamente. Claro está que muchos hombres actúan
menospreciándola, pero ello se debe a la aberración machista. Todas
las personas que por sus dotes naturales puedan ofrecer satisfacciones
a los demás son apreciadas básicamente por ellas, y en cierta forma
se convierten en "objetos", independientemente de sus cualidades hu-
26 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 27
manas. Exigir que haya amor en toda relación sexual es tan disparatado
como tener que "amar" al virtuoso violinista, a la gran diva o al excelen-
techef de cuisinepara poder disfrutar del placer auditivo proporcionado
por aquellos o del gustativo suministrado por este.
En conclusión, como lo señala ZWANG, el amor romántico o pa-
sional no es un requisito natural para el disfrute del placer sexual.
El deseo erótico es (al menos en el varón) la motivación principal para
la búsqueda de la pareja sexual, y el amor no es sino la culminación
(no necesaria) del vínculo que crea el deseo.
7. LA SEXUALIDAD Y EL MACHISMO
El machismo es una actitud y un comportamiento sociosexual mas-
culino, propios de las culturas patriarcales de la cuenca mediterránea
y de Latinoamérica; sus dos rasgos característicos son la agresividad
y la' creencia en el doble patrón de moralidad sexual. En lo social,
el hombre "macho"24 acepta como axiomáticas todas las afirmaciones
falaces acerca de la superioridad del varón sobre la mujer; el machismo
social inculca al hombre la idea de que debe estar permanentemente
dispuesto a manifestar su agresividad, y que siempre debe hacer frente
al peligro, sin retroceder ante él. Al macho le está vedado expresar
emociones "suaves", como la ternura o la tristeza ("un hombre macho
no debe llorar"), pero en cambio sí debe dar rienda suelta a las emocio-
nes "fuertes", como la ira. En lo sexual, el machismo prescribe la
absoluta libertad erótica del varón, y la obligación de afirmar la masculi-
nidad fornicando con muchas "hembras", preferiblemente en activa
competencia con otros hombres. Como el machista sabe que el punto
débil de la mujer es la mayor afectividad, explota hábilmente esta des-
ventaja femenina, para sus propósitos, por medio de la galantería, vela-
do instrumento de conquista sexual que, al mismo tiempo, sirve para
patentizar y reafirmar la supremacía masculina, y hace que la mujer
se sienta una persona débil e incapaz de valerse por sí misma. La ideolo-
gía machista es reforzada por la actitud victimista y la conducta pasiva
que adoptan las mujeres en las sociedades falocráticas.
En las culturas machistas, tanto el hombre como la mujer deben
sujetarse a las normas sociales de "honor" y "vergüenza", que tienen
diferentes significados para uno y otra. Para la mujer tales normas
consisten en conservar a toda costa la virginidad premarital y, luego
24 Está por elaborar una sicología del bigote, pero es innegable que él es uno
de los mejores emblemas de la masculinidad, y por eso es usado por muchos hombres
en las culturas fuertemente machistas.
de casada, la "dignidad" de matrona; para el hombre, el honor y
la vergüenza significan hacer gala de su machismo e impedir o castigar
con toda severidad las posibles violaciones del código del doble patrón
en que incurran las mujeres sujetas a su dominio. En cuanto a él respec-
ta, el machista se siente con pleno derecho a usufructuar su libertad
sexual, incluso luego de casado, como lo corroboran los dichos popula-
res ("la que se casa es la mujer"; "casado, pero no capado"). Los
hombres solteros o casados que cuentan con medios económicos sufi-
cientes tienen amantes más o menos oficiales, que no pocas veces solo
son fuentes de satisfacción sicosocial, porque los machistas desconocen
la esencia del erotismo y confunden la función sexual placentera con
la reproductora: son mediocres o pésimos fornicarios, pero excelentes
sementales.
El donjuanismo, que es la versión elegante internacional del ma-
chismo sexual, no debe confundirse con el casanovismo. El donjuán
típico puede permanecer un tiempo más o menos largo sin tener relacio-
nes sexuales, porque mientras logra que la mujer ingenua caiga en sus
garras, el "sitio de la fortaleza" es suficiente satisfacción; por el contra-
rio, el casanova, cuyo deseo sexual es muy intenso, no puede utilizar
la lenta táctica del donjuán, puesto que su constitución lo lleva a buscar
la descarga orgásmica en forma relativamente rápida. Además, mientras
que el donjuán encuentra gran placer en el engaño, el peligro y el domi-
nio, y desprecia a la mujer que se deja conquistar, el casanova respeta
la calidad humana de sus amantes, no las trata engañosamente y le
concede todo su valor al erotismo.
FUNCION
EROTICA
o
S
o
z
o
O
o FUNCION
> REPRODUCTORA
COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 29
logrado en gran parte a expensas de la función reproductora (figura 1).
Con relativamente pocas excepciones, el comportamiento sexual animal
está ligado estrechamente a la procreación; sinembargo, la función reproduc-
CAPÍTULO II
COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES
DE LA SEXUALIDAD HUMANA
I. INTRODUCCIÓN
En la sexualidad humana se distinguen dos componentes: el biológi-
co y el sociocultural!. El primero constituye la base o substrato sobre
el cual se construye el superestrato comportamental, determinado por
la cultura; esta influye, pues, poderosamente sobre el componente bioló-
gico, en forma positiva o negativa. La influencia es positiva cuando
la cultura establece solo las restricciones a la actividad sexual de sus
miembros necesarias para la estabilidad social en un momento histórico
y en un hábitat dados. Es negativa cuando se hacen perdurar prohibicio-
nes sexuales caducas, que en nada benefician a la sociedad y, en cambio,
causan sufrimiento a los individuos. Es, entonces, necesario conocer
los dos componentes de la sexualidad, para comprender cuál debe ser
su forma racional de interacción.
2. SUBSTRATO BIOLÓGICO
De las varias funciones de la sexualidad resaltan dos, que son la
más arcaica y la más moderna, filogénicamente hablando; la primera
es la reproductora y la segunda la placentera. Desde un punto de vista
cualitativo, es probable que ambas tengan importancia similar para
la mayoría de los seres humanos. Desde un punto de vista cuantitativo,
la función erótica eclipsa casi por completo la reproductora, ya que
se puede asegurar que más del 99% de los coitos que realiza una pareja
durante la vida matrimonial tienen propósito placentero, al menos para
el hombre; la importancia del erotismo en la vida sexual del ser humano
es un producto del proceso evolutivo hacia la hominización, y se ha
Debe tenerse en cuenta que la división de la sexualidad humana en componen-
tes biológicos y socioculturales, aunque metodológicamente útil, no es estrictamente
correcta, ya que la sociedad y la cultura son también productos de la biología: todos
los fenómenos socioculturales tienen origen en actos síquicos humanos, y estos, a
su vez, son generados mediante mecanismos neurofisiológicos cerebrales, es decir, bio-
lógicos.
HOMO SAPIENS
ANIMAL MAS SIMPLE
Figura 1
tora sexual va perdiendo exclusividad a medida que se asciende en la
escala evolutiva y aparecen nuevas funciones sexuales, una de las cuales,
la erótica, corresponde al grado máximo de la evolución: el Horno sapiens.
La figura 1 no es del todo correcta, pues parece sugerir que la
función erótica existe ya en los animales inferiores, máxime si se tienen
en cuenta los ejemplos de autoestimulación sexual en los mamíferos
infrahumanos, especialmente en los primates. Es posible que en estos
últimos, que taxonómicamente están cercanos al hombre, haya cierta
búsqueda del placer mediante los actos sexuales, pero él sería un placer
inconsciente o animal, cualitativamente diferente del placer consciente
humano, porque para que este exista se requiere haber alcanzado la
plenitud de la encefalización. El "orgasmo" que, según algunos investi-
gadores, podrían sentir algunos monos (y, con mayor razón, el que
experimentarían animales más primitivos que ellos) debe ser más vegeta-
tivo e indiferenciado que consciente y erótico; él probablemente tiene
mayor afinidad con las motivaciones placenteras producidas por OLDS
en ratas, mediante la estimulación eléctrica hipotalámica, y con las
que permiten el condicionamiento animal en general, que con el placer
sexual verdadero. La diversificación funcional de la sexualidad en los
animales infrahumanos se manifiesta en formas diferentes del erotismo,
como veremos más adelante.
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Libro sexualidad humana

  • 2. PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN Escribir un libro sobre sexualidad humana en un medio misogínico y erotófo- bo como el nuestro; hablar en forma franca y científica de la función erótica y del derecho humano a su libre ejercicio; dar a conocer los comportamientos sexuales sin hacer juicios de valor; demostrar que es más fácil y sobre todo más ético y científico tratar de entender la sexualidad huamana antes que juzgarla, es no solo un acto de audacia y un desafío a la ideología todavía vigente en nuestra sociedad, sino también un laborioso y valiente esfuerzo para colaborar en el bienestar de nuestra gente. La difusión de las ideas y de los hallazgos de investigadores como KIN- SEY, MASTERS y JOHNSON, MONEY, ZWANG, KAPLAN y tantos otros analizados y comentados por ALZATE en este libro, en forma clara y objetiva, es otra contribución muy importante al desarrollo de la sexología, tarea que para el autor ha sido casi compulsiva durante cerca de veinte años de trabajo profe- sional docente e investigativo. La presente edición la estaba esperando, pues desde hace varios años, en mi actividad docente con estudiantes de medicina, de enfermería y de sicolo- gía, he utilizado este libro como texto guía, ya que es el único que conozco que presenta en forma global y moderna los aspectos básicos de la sexualidad y da en esa forma una visión general de un tema tan extenso, sin caer nunca en los superficial. Esta es la segunda edición de una obra que ha sido elaborada con un estricto rigor científico, cuidadosamente revisada y actualizada a la luz de los resultados de las más recientes investigaciones, y en la que se puede notar la paciente renovación de conceptos y la profundización y revisión de temas que van siendo cada vez mejor analizados y conocidos. Al leer este libro, espero que el profesional, el estudiante y ojalá cualquier lector desprevenido puedan percibir el esfuerzo permanente del autor por deste- rrar los mitos, las ideas mágicas, las creencias infundadas que tanto daño le están haciendo a nuestra sociedad, y el generoso ofrecimiento de los conoci- mientos científicos, basados en la experiencia sexológica clínica, docente e investigativa, de alguien que ha dedicado toda su capacidad científica a poner al alcance de muchos los conocimientos que les permitan entender mejor el comportamiento sexual humano y los estimulen para que profundicen más en esta nueva ciencia, que guarda más interrogantes que respuestas. Llama la atención en este libro el equilibrio entre los componentes biológi- cos, los sicológicos y los aspectos socioculturales de la sexualidad, lo cual hace
  • 3. PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN que se haya convertido en una obra obligada para profesionales de la salud, de la educación, del comportamiento y de las ciencias jurídicas. Más aún, su lenguaje simple y la claridad con que el autor maneja los conceptos la hacen accesible para cualquier persona interesada que tenga un nivel medio de educación. Quiero además hacer notar algo que infortunadamente no es la moda. Los textos son manejados con absoluta corrección gramatical y evitando siem- pre neologismos innecesarios, lo cual contribuye no solo a la claridad y a la precisión en los conceptos, sino al enriquecimiento del lenguaje. Esta es una contribución de enorme importancia, especialmente cuando se trata de los aspectos legales de la s'exualidad, pues el uso de términos vagos conduce con frecuencia a una injusta aplicación de la ley. Quiero dejar la constancia de mi agradecimiento al Dr. HELI ALZATE por pedirme este comentario, pero mucho más por haberme facilitado con su libro mi actividad docente universitaria. Espero que los editores se percaten de la importancia de este libro y sean consecuentes en darle una gran difusión y una amplia distribución no solo en nuestro país, sino en todas las naciones de habla hispana, en las que estoy seguro, será recibido con beneplácito y llenará una necesidad sentida de muchos profesionales. GERMÁN ORTIZ UMANA PRÓLOGO DE LA PRIMERA EDICIÓN La sexología, en 1981, es una disciplina incómoda, en el mismo sentido en que la astronomía fue incómoda para GALILEO. A diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, a un cardiólogo, a quien solo le interesa el contenido de verdad de su producción, para el sexólogo el problema primordial no es si lo que afirma es cierto o no, sino cómo será recibido lo que dice. Porque puede estar absolutamente seguro de que la escueta enunciación de hechos fisiológicos será suficiente para despertar una enconada oposición. ¡Con cuán- ta mayor razón el sexólogo se hace de enemigos cuando recuerda derechos, reivindica a las minorías (o a las mayorías, como es el caso de la mujer) o cuanto toca el espinoso asunto del placer! Es un hecho indiscutible que existe una poderosa corriente de opinión que se identifica con el obscurantismo, que está vigente y alerta para frenar el desarrollo de las verdades que afectan sus intereses. Como todos sabemos, no es una corriente nueva; así como se opuso a la novedad que HARVEY demostró, seguramente se opuso a que nues- tros antepasados bajaran de los árboles. Con una vocación sorprendentemente constante por lo penumbroso y vetusto, por lo mohoso y oculto, tiene dos enemigos eternos: lo verdadero y lo placentero, porque son los pilares de lo humano. Y los privilegios de los que se nutren ellos, los fantasmas, se basan precisamente en la negación de lo humano. De modo que no tiene que sorprendernos que este libro de HELI ALZATE despierte oposición. Tampoco debe sorprendernos que él sepa de esa oposición y se adelante a ella con un tono polémico que no sería justificable si fuera cardiólogo. Pero es sexólogo, y tiene la obligación de abrir puertas y ventanas con energía para que entre la luz, porque no estamos en un gabinete aséptico discutiendo de otras galaxias, sino en las aulas y consultorios discutiendo del dolor humano. Simplemente, el autor de este libro se niega a ser compla- ciente con el sufrimiento o cómplice de sus responsables. Por cierto, no siempre es fácil estar de acuerdo con ALZATE. Y no tengo pudor en reconocer que algunas veces no coincido con él. Algunos lo consideran excesivo, o áspero. No sé, tal vez lo sea. Pero este debate es una lucha, no un minué cortesano, y el ademán gentil cede su turno al gesto vehemente. El ardor polémico no es hermano del endecasílabo milimétrico, y si, como pasa con todas las opiniones, el tiempo demuestra algunas y supera a otras de las contenidas en esta obra, lo único que habrá hecho será confirmar su utilidad de hoy. ¡Pero atención! No se vaya a suponer que este es un libro de opiniones. Es una obra rigurosamente científica, estructurada en torno a hechos compro- bados, pero que —he aquí su riqueza— no elude ni la opinión ni la discusión,
  • 4. cuando ellas caben. Sin ellas la sexología, más que inconclusa, como debe ser siempre toda ciencia, sería parcial. Por fin, quisiera que el lector encontrara en este libro lo mismo que a mí me ha producido tanto placer: a un autor que es un interlocutor dinámico y apa- sionado, cuya objetividad no está velada por el derecho de opinión, sino enfatiza- da por la pasión de la verdad. Porque la vehemencia es la emoción de los justos. PREFACIO Luis DRAGUNSKY Este libro es una recopilación de los apuntes preparados para los cursos que en los últimos 16 años hemos dictado a los estudiantes de diversas carreras de la Universidad de Caldas. Se fundamenta en la anterior edición, pero el plan general de la obra ha sido reorganizado, varios de los capítulos son totalmente nuevos y los restantes han sido extensamente corregidos, aumenta- dos y puestos al día. La información fáctica presentada se basa en los datos suministrados por la literatura científica, pero —como es de suponer— aquí expresamos también nuestros conceptos personales; el lector sabrá distinguir entre estos y aquellos. Ciertamente, la obra es polémica y vehemente, pero consideramos que ello no es incompatible con el rigor científico; por el contra- rio, creemos que la ciencia tiene la obligación ética de luchar vigorosamente contra el fanatismo y la ignorancia, con armas intelectuales, claro está. Es preciso defender el hecho científico con energía, porque el obscurantismo, 9 la superstición y la intolerancia han llevado la voz cantante durante muchos siglos; como dice ZWANG, "ser responsable es saber cuándo hay que decir no" a los conceptos irracionales. 4 Un distinguido siquiatra y profesor universitario colombiano nos ha criti- cado públicamente porque —según él— "infiltramos un mensaje" en la juven- tud, invitándola a dejar de lado "todo tabú con respecto al sexo y a practicar abiertamente la «nueva moral»" (según ha sido expuesta por la revista Time), disfrazándola con el "ropaje" de una conclusión científica. Efectivamente, en nuestra cátedra y en nuestras publicaciones presentamos un mensaje, en forma abierta y no subrepticia, como parece indicarlo nuestro contradictor, lo cual no debería extrañar. Todo lo contrario. El profesor que no transmita un mensaje no tiene razón de llamarse tal; lo que importa es su naturaleza, y en esto es en lo que el expositor de marras se equivoca de medio a medio. El mensaje sexológico no es la caricatura que él y Time llaman "nueva moral", sino uno de responsabilidad y tolerancia, basado en los datos que suministra la ciencia contemporánea y —aunque el distinguido siquiatra no lo crea— en una ética racional, por supuesto sin nexo alguno con la moral estática, fundamentada en la "culpación metáfisica" (ZwANG), que parece defender nuestro contradictor, y que reniega la condición humana, evolutiva por natura- leza. Es evidente que la sexología critica las creencias irracionales. Pero es que no puede hacer menos sin incumplir la obligación ética de luchar con tesón contra la ignorancia dogmática, así como la astronomía copernicana
  • 5. y galileica hubo de enfrentarse con la visión cosmológica de Tolomeo y Josué. Por otra parte, los conceptos sexológicos que profesamos no necesitan envol- verse en un "ropaje" de circunstancias, porque se apoyan en bases lógicas y científicas suficientemente sólidas. Este libro está dirigido primordialmente a los profesionales y estudiantes de las ciencias jurídicas, del comportamiento y de la salud, pero puede ser leído con provecho por muchas otras personas. Para facilitar la lectura, hemos preparado un glosario, en el cual se definen los términos no explicados en el texto y que no aparecen en el Diccionario de uso del español de MARÍA MOLINER, ni en el Diccionario de la lengua española (20' edición) de la Real Academia; o los que estando allí son definidos en forma insatisfactoria. Que- dan por fuera algunas expresiones técnicas, que solo interesan a los especialistas y que son conocidas por ellos. Nos hemos esforzado por evitar los colombianis- mos; el lector extranjero sabrá perdonar los que se nos hayan escapado. Finalmente, agradeceremos a los lectores que nos llamen la atención sobre los errores que descubran, y en general los comentarios que tengan a bien hacer, para lo cual pueden dirigirse al Apartado Aéreo 631, Manizales, Colombia. 11 < II 1$ XIV PREFACIO ÍNDICE GENERAL PARTE PRIMERA ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CAPITULO I CONCEPTOS GENERALES PÁG. 1. Qué es la sexualidad humana 3 2. Desarrollo de la sexología como ciencia 5 2.1. Orígenes 5 2.2. Estado actual 6 3. La sexualidad y la ética 9 3.1. Influencia del cristianismo 9 3.2. Criterios de ética sexual 15 4. La sexualidad y la "normalidad" conductal 17 4.1. Origen abiológico del concepto de normalidad sexual 18 4.2. Criterios de normalidad sexual 19 5. La continencia sexual 21 6. La sexualidad y el amor 23 7. La sexualidad y el machismo 26 CAPITULO II COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA I. Introducción 28 2. Substrato biológico 28 3. Factores filogénicos 31 3.1. Hormonas sexuales 31 3.2. Papel de la olfacción 32 3.3. Papel de la visión 33
  • 6. XVI ÍNDICE GENERAL 3.4. Diversificación adaptativa de la función de los órganos sexuales y su subordinación al comportamiento 3.5. Inversión del comportamiento sexual animal 3.6. Aplicación al ser humano 3.7. Enfoque sociobiológico 4. Factores ambientales 4.1 .Efectos del aprendizaje y la experiencia 4.2. Aplicación al ser humano 4.3. Teoría de Prescott 5. Superestrato sociocultural 6. Aspectos de la sexualidad variables intraculturalmente 6.1. Coito premarital femenino 6.2. Coito extramarital femenino 6.3. Actividades homosexuales 6.4. Otros aspectos de la sexualidad variables interculturalmente 7. Aspectos de la sexualidad variables interculturalmente CAPITULO I ANATOMÍA Y ENDOCRINOLOGÍA SEXUALES HUMANAS 1. Anatomía sexual 1.1. Estructuras u órganos periféricos 1.2. Estructuras o centros medulares 1.3. Estructuras o centros cerebrales 1.4. Vías nerviosas 1.5. Caracteres sexuales 2. Endocrinología sexual 2.1. Andrógenos 2.2. Estrógenos 2.3. Otras hormonas sexuales CAPITULO IV DIFERENCIACIÓN SEXUAL HUMANA 1. Introducción 2. Definiciones 2.1. Sexo 2.2. Género PÁG. 33 35 35 36 37 37 38 38 39 40 41 41 41 42 43 45 45 51 51 51 52 53 53 55 56 57 58 58 59 1 ÍNDICE GENERAL 2.3. Orientación sexual 2.4. Heterosexualidad 2.5. Homosexualidad 2.6. Bisexualidad 3. Papel de los genes 4. Diferenciación somatosexual 5. Diferenciación sicosexual y de la orientación sexual 5.1. Diferenciación sicosexual 5.2. Diferenciación de la orientación sexual CAPITULO V LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 1. Introducción 2. Fase apetitiva 2.1. Diferencias genéricas en el apetito sexual 2.2. Sicofisiología (neurofisiología) del apetito sexual 3. Fase relacional 4. Fase estimulatoria 4.1. Interacción corporal del sujeto con el objeto sexual 4.2. Estimulación somatosexual propiamente dicha 4.3. Estimulación o actividad sicosexual 4.4. Diferencias genéricas en la estimulación sexual 5. Fase excitatoria 5.1. Diferencias genéricas en la excitabilidad con los estímulos sico- sexuales 5.2. Sicofisiología de la excitación sexual 5.3. Somatofisiología de la excitación sexual 6. Fase orgásmica 6.1. Diferencias genéricas en la orgasmicidad y la latencia orgásmica 6.2. El orgasmo femenino 6.3. Sicofisiología del orgasmo 6.4. Somatofisiología del orgasmo 7. Costo energético de la función sexual 8. Factores que influyen en la función sexual 8.1. Idiosincrasia 8.2. Sexo 8.3. Condicionamiento sociocultural 8.4. Entrenamiento (frecuencia de la actividad sexual) 9. La función sexual en la vejez XVII PÁG. 59 59 59 59 59 60 61 61 63 65 68 68 70 70 71 71 72 72 73 73 74 75 76 79 81 82 84 84 86 87 87 88 89 90 90
  • 7. XVIII ÍNDICE GENERAL CAPÍTULO VI ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS PÁG. INDICE GENERAL 1.2. Tipos de actividades homosexuales 1.3. Mitos acerca de la homosexualidad 1.4. Otros aspectos de la homosexualidad XIX PÁG. 127 128 129 2. La bisexualidad 130 1. Introducción 92 2. Actividades sicosexuales 92 CAPÍTULO IX 2.1. Actividades sicosexuales inconscientes 92 2.2. Actividades sicosexuales conscientes 3. Masturbación 93 94 LA CONDICIÓN FEMENINA 3.1. Efectos de la masturbación 94 3.2. Incidencia y frecuencia masturbatorias 96 1. Introducción 132 3.3. Otros aspectos de la masturbación 97 2. Esbozo histórico de la condición femenina en la civilización occidental 133 4. Actividades heterosexuales 98 3. La mujer y el cristianismo 134 4.1. Coito vaginal 98 4. Socialización diferencial de los sexos 135 4.2. Técnicas coitales 99 4.1. Inferioridad biólogica o física 137 4.3. Incidencia y frecuencia coitales 100 4.2. Inferioridad intelectual 138 4.4. Otras actividades heterosexuales 102 4.3. Inferioridad emocional 139 5. Actividades homosexuales 105 5. La mujer y el amor 140 6. Actividades sexuales con animales 106 6. La mujer y el matrimonio 141 7. Factores que influyen en la incidencia y frecuencia de las actividades sexuales 7.1. Religiosidad 108 108 7. La mujer y la maternidad 8. Conclusión 143 144 7.2. Nivel económico-educativo 108 7.3. Edad 108 CAPITULO X CAPITULO VII LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 1. Introducción 146 2. Origen de las leyes sexuales 147 1. La sexualidad en la niñez 110 3. Premisas anticientíficas de las leyes sexuales 148 1.1. Naturaleza de la sexualidad infantil 111 4. Irracionalidad de las leyes sexuales 149 1.2. Incidencia de las actividades sexuales infantiles 114 5. Enfoque racional de los hechos sexuales punibles 152 2. La sexualidad en la adolescencia 115 5.1 Clasificación de los hechos sexuales punibles 152 3. La sexualidad en la vejez 119 5.2. Los delincuentes sexuales 153 6. Comentarios a las normas legales colombianas relativas a la sexuali- PARTE SEGUNDA dad 154 6.1. Código Penal 154 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA 6.2. Otras disposiciones 158 CAPITULO VIII CAPÍTULO XI LA HOMOSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD LA OBSCENIDAD Y LA PORNOGRAFÍA 1. La homosexualidad 123 1.1. Criterios sobre la homosexualidad 124 1. Introducción 161
  • 8. PÁG. PÁG. 2. Tipos de pornografía (obscenidad) 163 3.1. Causas dependientes del violador 190 3. Efectos de la pornografía (obscenidad) 164 3.2. Causas dependientes de la víctima 191 4. Tipologías de los "pornófilos" y los "pornófobos" 167 4. Incidencia de la violación 191 5. Relatividad histórico-cultural de la obscenidad (pornografía) 168 5. Aspectos sexológicos de la violación 191 6. El pudor 169 6. Aspectos legales de la violación 193 7. Conclusión 169 7. Conclusión 195 CAPÍTULO XII CAPÍTULO XIV LA PROSTITUCIÓN LA ANTICONCEPCIÓN 1. Introducción 171 1. Introducción 196 1.1 Definición de la prostituta 171 2. Métodos más tradicionales y menos efectivos 197 1.2. Bosquejo histórico de la prostitución 172 2.1. Coitus interruptus 197 2. Clasificación de las prostitutas 174 2.2. Condón 198 3. Tipología de las prostitutas 174 2.3. Diafragma 198 4. Clientela de las prostitutas 175 2.4. Casquete cervical 198 5. Causas de la prostitución 176 2.5. Tapón vaginal 198 5.1. Factor sociocultural 177 2.6. Ducha vaginal 199 5.2. Factor socioeconómico 178 2.7 Espermicidas 199 5.3. Factor biosocial 179 3. Continencia periódica (método del ritmo) 199 5.4. Factor sicosocial 179 4. Métodos modernos y muy efectivos 199 6. Actitudes y comportamientos sexuales de las prostitutas 180 4.1. Anovulatorios 199 6.1. Actitudes 180 4.2. Dispositivo intrauterino (DIU) 200 6.2. Comportamientos 180 4.3. Esterilización quirúrgica 200 7. Argumentación en contra y a favor de la prostitución 181 5. Eficacia comparativa de los diversos métodos anticonceptivos .... 200 7.1. Argumentación en contra 181 6. Evaluación racional de los efectos indeseables de los anovulatorios 201 7.2. Argumentación a favor 183 7. Posición de la Iglesia católica con respecto a los métodos anticon- 8. El proxenetismo 184 ceptivos 201 9. Otros aspectos de la prostitución 185 9.1. Variantes de la prostitución 185 CAPÍTULO XV 9.2. Aspectos legales de la prostitución 185 10. Conclusión 186 EL ABORTO 1. Introducción 204 CAPÍTULO XIII 2. Argumentación a favor de la penalización del aborto 205 2.1. Argumentación religiosa 205 LA VIOLACIÓN 2.2. Argumentación secular 206 3. Argumentación a favor de la despenalización del aborto 207 1. Introducción 187 3.1. Interés social 207 2. Tipologías de los violadores 188 3.2. Interés del conceptus 208 3. Causas de la violación 190 3.3. Interés de la mujer embarazada 209
  • 9. XXII INDICE GENERAL PÁG. 4. Qué es el conceptus humano 212 5. Actitudes respecto del aborto 216 6. Tipos de legislaciones sobre el aborto 217 7. Conclusión 217 PARTE TERCERA PROBLEMAS SEXUALES CAPITULO XVI INTRODUCCIÓN 1. Qué es el problema sexual 223 2. Clasificación de los problemas sexuales 224 3. Tratamiento de los problemas sexuales 226 CAPITULO XVII PROBLEMAS SEXUALES MENORES 1. Introducción 230 2. Problemas de los padres con respecto a la educación sexual y la sexua- lidad infantiles 230 3. Diferencias individuales en la intensidad del apetito sexual 232 4. Toma de la iniciativa sexual 233 5. Discrepancias referentes a los tipos de actos sexuales 233 CAPÍTULO XVIII DISFUNCIONES SEXUALES 1. Introducción 234 2. Disfunciones de la fase apetitiva 235 2.1. La disfunción apetitiva por defecto 236 2.2. La disfunción apetitiva por exceso 236 3. Disfunciones de las fases relacional y estimulatoria 236 4. Disfunciones de la fase excitatoria masculina 237 4.1. Causas 238 4.2. Incidencia 240 INDICE GENERAL XXIII PAG. 5. Disfunciones de la fase orgásmica masculina 240 5.1. Disfunción orgásmica propiamente dicha 240 5.2. La aneyaculación 241 6. Disfunciones de las fases excitatoria y orgásmica femeninas 241 6.1. Disfunciones de la fase excitatoria 241 6.2. Disfunción de la fase orgásmica 242 7. Tratamiento de las disfunciones sexuales 244 7.1 Terapia de Masters y Johnson 244 7.2. Modificaciones de la terapia de Masters y Johnson 246 7.3. Eficacia de la nueva terapia sexual 246 CAPITULO XIX PROBLEMAS SEXUALES PARAD1SFUCIONALES 1. Orgasmo prematuro 248 1.1. Orgasmo prematuro masculino 248 1.2. Orgasmo prematuro femenino 249 2. Vaginismo 1" 249 /% 3. Dispareunia I, - 4. Aversión sexual '1 , , 250 250 CAPITULO ›ÓC OTROS PROBLEMAS SEXUALES 1. Homosexualidad egodistónica 252 2. Transexualismo 252 3. Parafilias 253 3.1. Introducción 253 3.2. Paidofilia 255 3.3. Sadismo y masoquismo sexuales 257 3.4. Fetichismo 258 3.5. Transvestismo 258 3.6. Exhibicionismo 259 3.7 Escoptofilia 259 3.8 Otras parafilias 260 3.9 Tratamiento de las parafilias 260 4. Incesto 261 4.1. Introducción 261 4.2. Origen de la aversión al incesto 261 4.3. Origen de la prohibición del incesto 262
  • 10. XXIV INDICE GENER41. PÁG. 4.4. Justificación actual de la prohibición 263 4.5. Incesto y sicopatología 263 4.6. Tipos de incesto y su incidencia 264 4.7. Conclusión 265 5. Problemas sexuales de los lisiados 265 6. Síndrome inmunodeficitario adquirido 266 APÉNDICE 1. CONCEPTOS FREUDIANOS SOBRE LA SEXUALIDAD 1. Introducción 271 2. Teoría de la libido 272 3. Desarrollo sicosexual del individuo 273 4. Sexualidad femenina 275 5. Primacía de la función reproductora de la sexualidad 277 6. Conclusión 277 II. EFECTOS DE CIERTAS SUBSTANCIAS SOBRE LA FUNCIÓN SEXUAL 279 III. DISPOSICIONES LEGALES COLOMBIANAS RELATIVAS A LAS ACTIVIDADES SEXUALES 281 Glosario 285 Bibliografía 293 Índice de materias 301 PARTE PRIMERA ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
  • 11. HELÍ ALZATE Profesor titular de sexologla en la Facultad de Medicina de la Universidad de Caldas Sexólogo certificado por el American College of Sexologists SEXUALIDAD HUMANA Segunda edición EDITORIAL TEMIS Bogotá - Colombia 1987
  • 12. CAPITULO CONCEPTOS GENERALES "Como dize Aristótiles, cosa es verdadera, el mundo por dos cosas trabaja: la primera por ayer mantenencia; la otra cosa era por ayer juntamiento con fembra plazentera". O ti CONVENCION • DE BERNA 100 AÑOS Ilihrea• • osam M■11 1886-1986 1-)1?-k o • Helí Alzate, 1987 © Editorial Temis, 1987 ISBN 958-604-231-6 Hecho el depósito que exige la ley. Impreso en Nomos Impresores. Cra. 39 B, núm. 17-98, Bogotá. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro, por medio de cualquier proceso, reprográfico o fónico, especialmente por fotocopia, microfilme, offset o mimeógrafo. Esta edición y sus características gráficas son propiedad de Editorial Temis, S. A. ARCIPRESTE DE HITA, Libro de buen amor. 1. QUÉ ES LA SEXUALIDAD HUMANA La sexualidad, como cualquiera otra de las funciones o actividades del ser humano, es el resultado de la interacción de la evolución biológi- ca (que determina las funciones somatofisiológicas básicas) y el entorno sociocultural (que influye poderosamente sobre el funcionamiento sico- fisiológico); ella tiene varias funciones, pero las dos principales son la reproductora y la placentera. La primera es la más antigua en la filogenia, y por ello es común a seres humanos y animales inferiores; como sucede con la nutrición o la locomoción, esta función reproducto- ra no singulariza, pues, al Horno sapiens. La segunda, por el contrario, es de muy tardía aparición, puesto que solo existe en su plenitud desde el momento en que la evolución de la corteza cerebral permitió a nues- tros antecesores primates franquear el umbral de la hominización y adquirir la función intelectiva, típica del ser humano. Efectivamente, la función erótica definida sumariamente (siguiendo a ZWANG) como la búsqueda consciente del placer sexual, es la culminación evolutiva de la sexualidad, y a ella sí se le puede llamar humana con toda propie- dad, porque nos distingue de los demás seres del reino animal, en forma similar a como lo hace la función intelectiva. En los animales inferiores, la sexualidad es un simple mecanismo de perpetuación vegetativa, e inmanente a ella. El hombre, en cambio, está capacitado paratrascender el mero aspecto reproductor de la sexualidad, es decir, puedeser sexual- mente con plena independencia de las células germinales, y justificar dicha existencia por sí misma; por ello, en el ser humano (hombre o mujer) hay independencia funcional (que también es anatómica en la mujer) entre el erotismo y la procreación.
  • 13. CONCEPTOS GENERALES 54 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA Contra el parecer de los moralistas, la función erótica no es inven- ción de los "inmoralistas" o del Diablol, sino una realidad del proceso evolutivo biológico. Aunque los individuos de todas las épocas y cultu- ras han comprendido intuitivamente su importancia —como lo prueban el epígrafe del ARCIPRESTE DE HITA y las múltiples descripciones litera- rias de ella—, su estudio científico estuvo vedado hasta hace muy poco, en parte debido a los impedimentos propios de la lenta evolución del conocimiento humano, pero sobre todo a causa de la influencia de la ideología erotófoba, que ha sido un rasgo distintivo de la civilización cristiana, y que redujo toda mención de la sexualidad erótica a la clan- destinidad de lo pecaminoso. Además, la "culpación metafísica" (ZwAN. o) inculcada por la ética cristiana tradicional, hizo que el con- cepto teológico de "pecado", aplicado a las actividades sexuales pura- mente placenteras, fuera adoptado por la medicina con el nombre de "enfermedad mental", y por el derecho con el de "delito sexual". La complejidad de la sexualidad animal en general y humana en particular ha dificultado distinguir sus diversos elementos, lo cual, uni- do a la ausencia de precisión definitoria, ha sido obstáculo para descri- birla adecuadamente. Es necesario, pues, romper de alguna manera esta especie de círculo vicioso. El vocablosexo puede ser el punto de partida de un intento definito- rio y descriptivo de la sexualidad. Tal término ha adquirido diversos significados relacionados con la sexualidad, pero creemos que el prima- rio es el siguiente: carácter de macho o hembra que posee el animal2. De aquí podemos pasar a definir la sexualidad animal como elconjunto de condiciones estructurales, funcionales y comportamentales resultantes de la existencia del sexo en el animal, y que permiten la reproducción. La emergencia evolutiva del ser humano produjo dos extraordina- rias modificaciones en su sexualidad: a) el ejercicio de ella dejó de ser instintivo y se hizo consciente; b) la función reproductora cedió Según el Malleus mtdeficffurn, el demonio Asmodeo es el patrono de la forni- cación. Este libro fue el más prestigioso tratado sobre brujas y el código de procedimien- to aplicado en los procesos por hechicería instaurados por la Inquisición. No sobra anotar que en los interrogatorios bajo tortura se obtenían "testimonios" muy concretos e ilustrativos sobre la anatomgfisiología sexual diabólica. Por ejemplo, la bruja Sylvine de la Plaine confesó a.Jos jueces "que le Diable la cogneu vne autrefois, & qu'il a le membre faict comme un cheual, en entrant est froid comme glace, iette la semence fort froide, & en sortant la brusse comme si c'estoit du feu". Y otra bruja, Iaquema Pagel, reconoció "qu'elle auoit empoigné plusiers (sic) fois auec la main le mebre du Demon, qui la oognossoit, & que le membre estoit froid comme glace, lóg d'vn bon doigt, & moindre en grosseur que celuy d'vn homme". 2 Las plantas también pueden ser sexuadas, pero ello es irrelevante en esta dis- cusión. la primacía a la función erótica. Es decir, el motivo (razón consciente) primario de la función sexual pasó a ser la obtención del placer, y la reproducción fue relegada a un segundo plano. Por su carácter exclu- sivamente humano, el motivo placentero o lúdico de la función erótica es gratuito, en el sentido de que no es susceptible de análisis causal último o evolutivo, lo cual no es óbice para que los mecanismos de búsqueda de dicho placer estén sometidos en cierto grado al efecto de la causa última de la función sexual animal. Ello porque los fenóme- nos síquicos conscientes que dan origen al libre albedrío exigen la posibi- lidad de elegir, que es contraria al determinismo biológico. Como lo señala GAGNON, la especie humana es la única capacitada para crear sus propios propósitos, que pueden ser incluso antibiológicos, o sea, antievolutivos y contrarios a la supervivencia de la especie. La sexualidad humana, de la cual trata este libro, se puede definir como el conjunto de condiciones estructurales, fisiológicas, comporta- mentales ysocioculturales que permiten el ejercicio de la función sexual humana. A su vez, la función sexual humana se define como la función consciente y condicionada por la cultura, que se ha derivado filogénica- mente de la función reproductora, pero que es ejercida en primer lugar de modo placentero o lúdico (función erótica) y secundariamente de modo reproductor, mediante el uso de zonas corporales u órganos de es- pecial sensibilidad. La función sexual humana es, entonces, el núcleo de la sexualidad humana, y será descrita en el capítulo v. 2. DESARROLLO DE LA SEXOLOGIA COMO CIENCIA Lato sensu, la sexología es el estudio científico de la sexualidad animal en general. Stricto sensu, es el estudio científico de todos los aspectos de la sexualidad y la función sexual humanas. Si solo se consi- dera el aspecto placentero de la función sexual humana, es decir, el erotismo, su estudio se denomina, más apropiadamente, erotología. La sexología es una disciplina sumamente compleja, puesto que tiene que ver, en mayor o menor proporción, con muchas otras ciencias y actividades humanas, como la biología, la antropología, la sociología, la sicología, el derecho, etc. Por ello es simultáneamente ciencia natural (biológica) y ciencia humana (cultural), aunque si se requiriera mayor precisión taxonómica, probablemente habría que clasificarla dentro de las ciencias del comportamiento. 2.1. Orígenes.—La ciencia sexológica comenzó a desarrollarse a fines del siglo pasado con los trabajos de los pioneros europeos, en SU mayor parte médicos, como RICHARD VON KRAFFT-EBING, ALBERT MOLL, IWAN BLOCH, MAGNUS HIRSCHFELD, AUGUSTE FOREL, SIGMUND FREUD, HA-
  • 14. O ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 7 VELOCK ELLIS, AUGUSTE TARDIEU y PAOLO MANTEGAZZA. No obstante, la mayoría de ellos abordaron el estudio de la sexualidad placentera con criterio patológico debido, por una parte, a que compartían la opinión tradicional, que niega la existencia de una función erótica típica- mente humana, y por la otra, a que muchas de sus casuísticas correspon- dían a individuos con perturbaciones mentales. HAEBERLE ha mostrado la importancia de las contribuciones de los pioneros alemanes en el establecimiento de las ideas programáticas de la sexología. En primer lugar, BLOCH tuvo el mérito de haber capta- do el valor del estudio interdisciplinario de la sexualidad humana y, sobre todo, de señalar la necesidad de emplear métodos socioantropoló- gicos comparativos; además, acuñó el nombre de sexología (Sexualwis- senschaft) para la nueva disciplina. En cuanto a HIRSCHFELD, fue el fundador de la primera revista (Zeitschrift für Sexualwissenschaft) y del primer instituto (Institut für Sexualwissenschaft) sexológicos. Sin embargo, el esfuerzo de los pioneros alemanes de la sexología llegó a su fin con la ascensión del nazismo al poder; como consecuencia, el foco de los estudios sexológicos se desplazó de Europa a los Estados Unidos. El inglés ELLIS, por su parte, fue sobre todo un educador sexual que trató de disipar temores y falsos conceptos referentes a las parafinas inofensivas y al comportamiento sexual en general; sus eruditos tratados están libres de pretensiones moralizantes. La importancia de FREUD radica principalmente en la influencia que ha ejercido sobre el desarrollo de la sicología y la siquiatría, ya que en lo que atañe a la sexualidad, aunque algunos de sus conceptos todavía se aceptan, la mayoría de ellos han tenido un efecto más negativo que benéfico sobre las actitudes y conductas terapéuticas de muchos sicoanalistas, y sobre las actitudes y conductas sexuales de quienes han estado bajo su influjo; estas ideas han sido profundamente revaluadas por la moderna sexología. En el Apéndice discutiremos más detalladamente los conceptos freudianos sobre la sexualidad. 2.2. Estado actual.—Aunque en los Estados Unidos hubo investi- gadores sexuales que lo precedieron —como DAVIS, DICKINSON, FINGER, HAMILTON y TERMAN, que hicieron aportes importantes pero poco di- fundidos o asistemáticos—, se puede afirmar que fue ALFRED C. KINSEY quien inauguró la era de la auténtica sexología científica. El inmenso mérito de la obra de KINSEY consiste en haber sido la primera descrip- ción razonablemente objetiva y cuantitativa del comportamiento sexual de diversos grupos de personas, presumiblementenormales, a diferentes niveles culturales y en una sociedad (los Estados Unidos) regida por la erotofobia cristiana. Sus estudios demostraron la gran variabilidad de tal comportamiento y lo frecuentes que son las actividades sexuales llamadas "anormales", "perversas" o "ilegales". Dichos estudios, uni- dos a los realizados por los socioantropólogos en otras culturas, echaron por tierra las creencias tradicionales sobre la conducta sexual humana. KINSEY, un respetado profesor de zoología, no parecía ser la per- sona indicada para causar una revolución en el campo de la sexología. Sin embargo, fueron su conservadurismo y su vida familiar irreprocha- ble los motivos que indujeron a las autoridades de la Universidad de Indiana a encargarlo de un curso de educación sexual. Al darse cuenta de su propia ignorancia y de la poca objetividad de los trabajos de los sexólogos pioneros, su integridad científica lo llevó a consagrarse a subsanar estas deficiencias, recolectando, con la ayuda de sus colabo- radores (WARDELL B. POMEROY, CLYDE E. MARTIN y PAUL H. GEBHARD), las historias sexuales de miles de hombres y mujeres, al mismo tiempo que hacía frente a la incomprensión y los ataques de muchos (entre ellos no pocos científicos). Al respecto, ARNO KARLEN dice que si toda la información sexológica del mundo tuviera que ser destruida y no pudiera conservarse más que una fuente, ella sería la obra de KINSEY. KINSEY fundó el Institute for Sex Research de la Universidad de Indiana, que fue rebautizado en 1981 con el nombre de Kinsey Institute for Research in Sex, Gender, and Reproduction, en honor de su funda- dor. Vale la pena leer la biografía de KINSEY escrita por POMEROY (Dr. Kinsey and the Institute for Sex Research), para conocer las vicisitudes en la labor de aquel y sus colaboradores. A pesar de su importancia para entender la conducta sexual huma- na, los trabajos de KINSEY no suministran mucha información sobre la fisiología erótica. Esta deficiencia fue remediada en parte por las investigaciones de WILLIAM H. MASTERS y VIRGINIA E. JOHNSON, quie- nes, en condiciones experimentales, estudiaron la somatofisiología de la excitación sexual y el orgasmo humanos, y por primera vez la descri- bieron sistemáticamente. Una ulterior contribución de MASTERS y JOHN- SON fue la presentación de métodos particularmente eficaces para tratar ciertas disfunciones sexuales. HELEN S. KAPLAN también ha aportado valiosos conceptos fisiológicos y terapéuticos sexuales. Entre muchas otras personas que han enriquecido el conocimiento sexológico moderno, merecen destacarse FRANK A. BEACH, por sus es- tudios sobre las bases biológicas de la conducta sexual; JOHN MONEY, por haber investigado la interacción de la biología con el entorno socio- cultural en el establecimiento de la diferenciación sicosexual humana, y WOLFGANG WICKLER, por demostrar que el finalismo sexual de los teólogos es antinatural. Por otra parte, los diversos autores que la han estudiado, incluso los más modernos, han tenido dificultad para pro-
  • 15. 8 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 9 pugnar abiertamente la legitimidad de la función erótica humana; vale la pena, entonces, señalar a GÉRARD ZWANG, por haber sido el primero en describirla franca y sistemáticamente3. La sexología, como toda verdadera disciplina científica, es scientia gratia scientiae, es decir, no tiene fin utilitario sino que su propósito es la búsqueda del conocimiento per se; por lo tanto, es una actividad fundamentalmenteinvestigativa, aunque del conocimiento generado por ella se derivan dos aplicaciones prácticas muy útiles: la educación (sexo- logía educativa) y la terapia (sexología clínica) sexuales. No obstante, el educador y el terapeuta sexuales no son necesariamente sexólogos, pues, como lo señala REISS, la relación básica entre los primeros y el sexólogo es similar a la • ue existe entre el in eniero y el físico.rgjáTo-' , e e • la persona que posee sólidos conocimientos en todos los campos relacionados con la sexología, y ha hecho contribucione' teóricas o experimentales significativas al acervo del saber sexológico por eso ZWANG lo compara con el arqueólogo, que debe saber histon antigua y moderna, paleontología, geología, geografía, etnología, len- guas muertas y vivas, etc. Obviamente, es casi imposible esperar que estos requisitos ideales sean llenados desde el comienzo por las personas sinceramente motivadas para los estudios sexológicos, pero esa es la meta a la cual deben aspirar y tratar de llegar durante su ciclo vital. Como toda ciencia incipiente, la sexología es profesada casi exclusi- vamente en la actualidad por especialistas autoformados, pero la capaci- tación sexológica formal se está difundiendo en los círculos académicos de los Estados Unidos y otros países, a la vez que se fundan revistas y asociaciones científicas y profesionales de la especialidad. No obstan- te, se puede afirmar que, en el momento actual, en el campo de la sexología son muy pocos de los que están; particularmente en Colombia, quienes puedan llamarse sexólogos sin que les crezca la nariz, se cuentan con los dedos de las manos... y sobran dedos. Esto sucede porque, al lado de los verdaderos profesionales científicos, han florecido nume- rosos charlatanes que se proclaman "sexólogos" y, sobre todo, "tera- peutas sexuales", que explotan la buena fe de las personas necesitadas de ayuda. El entrenamiento de tales "especialistas" se limita a poco más que la lectura superficial de los libros de MASTERS y JOHNSON o de KAPLAN, o a la asistencia a un "seminario" o "taller" realizado por otro charlatán más madrugador. Este problema ha comenzado a ser corregido, al menos en los Estados Unidos, mediante los programas 3 Entre los pocos autores de lengua española que han escrito sobre el tema, hay que mencionar a LuísDRAGUNSKY, porque él también puntualiza la adquisición filogé- nica representada por la función erótica. de certificación del American College of Sexologists y de la American Association of Sex Educators, Counselors and Therapists. 3. LA SEXUALIDAD Y LA ÉTICA Los juicios ético-religiosos sobre la sexualidad han variado a través de la historia. Los pueblos mediterráneos de la Antigüedad, incluyendo el judío, aceptaban con naturalidad la búsqueda del placer sexual4, al menos para el hombre, pero sometida a ciertas regulaciones —fun- damentadas en razones económicas y pronatalistas principalmente— que beneficiaban a los varones con perjuicio para las mujeres; estas eran menospreciadas socialmente y obligadas, ellas sí, a privarse del ejercicio autónomo de la función erótica. Por ejemplo, el predominio de las formas monogámica y poligínica del matrimonio en tales socieda- des se explica porque ellas eran la única manera como el hombre podía estar razonablemente seguro de que quienes iban a entrar en posesión de sus bienes habían sido engendrados por él. El estricto requisito de la virginidad prematrimonial femenina se estableció porque la integri- dad del himen era la garantía de que la esposa-objeto que se compraba estaba en buen estado, como era de esperar de cualquier otra clase de mercancía o ganado que se negociara. Con mayor razón era rigurosa la prohibición del coito extramarital femenino, porque si en el caso de matrimonio con mujer no virgen se configuraba un engaño comer- cial, el adulterio de la esposa era una franca violación del "derecho de propiedad" del marido sobre la vagina de la mujer. Este concepto ha perdurado en las legislaciones de las sociedades modernas más falo- cráticas, en la forma del grotesco argumento de la "defensa del honor", que permite al marido asesinar impunemente a la esposa cuando consi- dera que el tal "honor" (entendido como "derecho de propiedad") ha sido lesionado, aun cuando ya no sienta el menor afecto por ella y él, por su parte, le haya sido infiel consuetudinariamente5. 3.1. Influencia del cristianismo.— Las sociedades patriarcales anti- guas eran, pues, antifeministas, pero no antisexuales. Fue al adveni- miento del cristianismo cuando la sexualidad placentera vino a ser asociada íntimamente con las nociones de impureza y pecado; ellas, unidas a la misoginia heredada del judaísmo, determinaron para los siglos por 4 No obstante, las normas levíticas consideraban que los genitales eran "impu- ros" y condenaban vehementemente la homosexualidad. 5 Un ejemplo es el art. 382 del antiguo Código Penal colombiano, que estuvo vigente hasta 1980.
  • 16. 10 ASPECTOS BÁSICOS DE 1.A SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 11 venir el carácter manifiestamente erotófobo de la moral cristiana6. Di- versos autores han llamado la atención sobre el hecho de que 'ni en la ética veterotestamentaria, ni en los textos evangélicos se encuentran preceptos claros e insistentes que encomien la mortificación y el odio al placer sexual. En realidad, fueron los Padres de la Iglesia7, influidos por las ideas de SAN PABLO8 y por las doctrinas filosóficas neoplatóni- cas y neoestoicas grecolatinas, quienes decidieron convertir en norma para todos los cristianos el riguroso ascetismo de los anacoretas9, que estaba muy acorde con su desprecio metafísico por la existencia terrenal, una situación transitoria interpuesta entre el cristiano y el cielo. En consecuencia, la actividad sexual, que amén de producir placer perpe- tuaba la vida, fue condenada como una abominación, la virginidad ensalzada como el estado más perfecto del ser humano, y el matrimonio considerado como un mal, necesario para cumplir los terminantes man- datos del Génesis, 1:28, 9:110. En un principio, la doctrina ascética predicaba el odio a todo tipo de placer, pero en la práctica, y especialmente en la época contemporánea, la condenación se ha limitado a la esfera sexual. De todos los Padres de la Iglesia, fue SAN AGUSTÍN DE HIPONA quien más contribuyó a la elaboración teológica del concepto pecamino- 6 En honor a la verdad, existen ideologías religiosas más erotófobas que el cris- tianismo, como es el caso del Islam. Además, la misma dinámica de la civilización cristiana ha permitido el permanente juego dialéctico entre las tendencias conservadoras y progresistas, con un balance generalmente favorable a las últimas. 7 Se da el nombre de Padres de la Iglesia a los místicos, todos ellos imbuidos de una intensa repugnancia por el placer sexual, que florecieron principalmente entre los siglos Iv y VII, y que establecieron las bases doctrinales del cristianismo; por ejem- plo, ORÍGENES, TERTULIANO, SAN JUAN CRISÓSTOMO, SAN AMBROSIO, SAN JERONIMO y SAN AGUSTÍN. La obsesión erotófoba de ORÍGENES fue tal, que lo llevó a aplicarse literalmente la metáfora de Mateo, 19:12. 8 La antisexualidad de SAN PABLO se manifiesta en sus diversos escritos. Pasajes ejemplares son los siguientes: "Huid de la fornicación; los demás pecados son cometidos fuera del cuerpo, pero fornicar es pecar contra el propio cuerpo" (1 Corintios 6:18). "La fornicación, la impureza de cualquier clase o la promiscuidad no deben ni siquiera mencionarse entre vosotros, pues no es propio de santos. No debe haber conversaciones o chanzas vulgares o salaces, pues no conviene, sino más bien acciones de gracias. Porque podéis estar seguros de que ninguno que incurra en fornicación, impureza o promiscuidad —que es lo mismo que idolatría— heredará algo del reino de Dios" (Efesios, 5:3-5). 9 Muy probablemente, en muchos ascetas había un fuerte componente masoquis- ta. Además, en la ideología ascética hay una contradicción, porque lo que se persigue con ella es el gozo supremo: la contemplación divina por toda la eternidad. lo Sin embargo, la razón fundamental de la norma del celibato sacerdotal, im- puesta posteriormente en forma oficial, no fue la adherencia a los preceptos de los anacoretas, sino la necesidad de mantener el poder económico de la Iglesia, impidiendo que sus bienes se dispersaran al ser heredados. so del acto sexual no reproductor. La opinión agustiniana de que la procreación es el fin primario del matrimonio y que el placer sexual es abyecto fue ratificada más tarde por SANTO TOMÁS DE AQUINO, y defendida por la generalidad de los teólogos moralistas hasta épocas muy recientes. Según VAN USSEL, la sociedad cristiana medioeval aceptaba como normal la disociación entre el precepto antisexual teórico y la práctica real de la función erótica, y la exigencia de conformidad de esta con aquella se remontaría apenas al siglo XVI. El mismo autor sostiene también que no fue el cristianismo el creador de la represión sexual, sino la sociedad burguesa. Es cierto que esta se ha beneficiado de aque- lla, por lo cual la ha estimulado y reforzado; pero de aquí a haberla creado hay un gran trecho. La erotofobia de nuestra civilización es un claro producto de la moral ascética cristiana, y lo que la ideología burguesa hizo fue aprovecharla en beneficio propio. Por otra parte, es muy probable que, con sus normas antisexuales y mediante la confe- sión, la Iglesia tratara de ejercer un control sicológico sobre el individuo, pero con poco éxito, como lo muestra la historia. La gratuita erotofobia de la ética cristiana se patentiza con la inter- pretación que le da al sexto precepto del Decálogo, el cual es enunciado como "no fornicar", a pesar de que los textos bíblicos originales (Éxo- do, 20:14 y Deuteronomio, 5:18) son muy claros en prohibir no la fornicación, sino el adulterio, y esto porque él era un ataque a la propie- dad privada del marido. Lo que aquel código primitivo consideraba grave era el robo de la vagina de la esposa-objeto, no la obtención de placer sexual; por ello la prohibición se repite en el Éxodo, 20:17 y en el Deuteronomio, 5:21, en donde la mujer es equiparada lisa y llanamente con las demás pertenencias del hombrell, y en donde tam- bién se vuelve a condenar el robo de cosas específicas,ue ya había sido vedado genéricamente en el séptimo mandamiento (Éxodo, 20:15 y Deuteronomio, 5:19). Los seres humanos nunca han sido racionales en sus creencias reli- giosas y, lo que es más grave, la mayoría de ellos ni siquiera piensan que deberían serlo. Cuando la religión condena el ejercicio autónomo de la función erótica, lo hace en nombre de una supuesta ley o moral "natural" que, curiosamente, no fue promulgada por los biólogos sino por los padres del cristianismo, en defensa de sus peculiares conceptos ético-metafísicos, y para lo cual se apoyaron en la rudimentaria biología de ARISTÓTELES. II "No desearás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que le pertenezca" (Éxodo, 20:17),
  • 17. 12 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 13 WOLFGANG WICKLER señala que cuando la Iglesia habla de "natu- raleza humana", se está refiriendo a una idea del ser humano derivada de un concepto estático del mundo biológico, en el cual la evolución y la cultura no desempeñan papel alguno. Si las normas éticas estuvieran basadas en la naturaleza, deberían tener la capacidad de variar y adap- tarse a nuevas circunstancias; cuando no ocurre así —como en el caso de la sexualidad—, es porque se han derivado de una noción abstracta y falsa de la naturaleza humana. De ahí que el argumento religioso más absurdo en contra de la función erótica sea su asimilación a la actividad sexual meramente animal. Muy al contrario, fue justamente la encefalización de la sexualidad animal la que permitió separar por completo la función sexual placentera de la reproductora, para conver- tirla en la forma más perfecta y hermosa de relación entre seres huma- nos. Quienes todavía creen que la "finalidad" exclusiva o principal de la sexualidad humana es la procreación, y que ella no tiene una función autónoma de interrelación emocional y física y de satisfacción sensual, son los que verdaderamente rebajan la condición humana al estado animal más primitivo. Como dice HAVELOCK ELI.IS, en estas per- sonas, "el esfuerzo hecho por Dios (o la naturaleza), durante millones de años de lucha penosa, para liberar a la especie humana de la coyunda reproductora, característica de los animales inferiores, ha sido total- mente malgastado". A partir de la Conferencia de Lambeth de 195812, la doctrina teo- lógica sexual del anglicanismo fue modificada radicalmente con el re- chazo de la concepción agustiniana de la sexualidad matrimonial, y con la aceptación de que tanto la función reproductora como la erótica están en un mismo plano de igualdad y legitimidad. Esta es también la opinión de los principales teólogos protestantes modernos, y es in- cuestionable que en su adopción han desempeñado gran papel los pre- ceptos de la moral de situación. No ocurre así con la Iglesia católica, cuya posición oficial continúa siendo en esencia la de SAN AGUSTÍN. De acuerdo con ella, la búsqueda de la satisfacción erótica por sí misma es intrínsecamente mala, pues, como lo enseña SANTO TomÁs (Summa theologiae, suppl., 65:3, resp.), el placer sexual es un simple señuelo que la naturaleza utiliza para lograr la reproducción. Se debe insistir en este punto, porque algunos laicos católicos, influidos posiblemente por las opiniones individuales de ciertos clérigos "liberales", se niegan a reconocer que el rigorismo sexual del magisterio eclesiástico permanece inmodificado. 12 La conferencia de Lambeth es un sínodo que reúne periódicamente a los obis- pos de la Iglesia anglicana, y cuyas conclusiones tienen gran repercusión doctrinal. Para SAN AGUSTÍN solo había tres "bienes" matrimoniales (bona matrimonii): la procreación (proles), la fidelidad (fides) y el sacramento (sacramentum), y de ellos el primero era el fin primario del matrimonio. En este esquema, el coito era prácticamente un malum matrimonia, que apenas se justificaba como medio para lograr el primer "bien": la procreación. Por consiguiente, el acto sexual matrimonial que busca- ba exclusivamente el placer era pecado mortal y, como tal, vergonzoso e indigno; incluso si la cópula se utilizaba como remedium concupiscen- tiae —finalidad autorizada por SAN PABLO (I Corintios, 7:9)--, era al menos pecado venia113. Esta doctrina fue ratificada —con sutiles dis- tingos que no modificaban la substancia— por los más prestigiosos teólogos medioevales y más modernos, lo mismo que por diversos pontí- fices; por ejemplo, SAN GREGORIO MAGNO, PEDRO LOMBARDO, SAN ALBER- TO MAGNO, SANTO TOMÁS DE AQUINO, TOMÁS SÁNCHEZ, INOCENCIO XI y SAN ALFONSO MARÍA DE LicoRio14. Contemporáneamente, la doctrina católica sobre la sexualidad (que, como ya dijimos, no ha variado en lo esencial) está manifestada en la encíclica Casti connubii, 9, 33, 34, 37, la Alocución a las comadronas italianas, 19, 27, 34, 41, 42, 45, pronunciada por Pío XII en 1951, la constitución Gaudium et spes, 48, 50, del Concilio Vaticano II, la encíclica Humanae vitae, II, 12, 14, la Declaración sobre ética sexual, hecha en 1975 por la Congregación para la Doctrina de la Fe, y en numerosas alocuciones del papa reinante, Juan Pablo II, de las cuales es ejemplo típico la catequesis del 8 de octubre de 1980; en ella el papa (basado en una peculiar interpretación de Mateo, 5:27-28) afirma que si un hombre mira a la esposa "lascivamente", comete adulterio "en el corazón"15. La intransigencia de la Iglesia ha hecho que, en la práctica, la mayoría de los católicos le concedan poca o ninguna autoridad en lo referente a la sexualidad. Como dice DELFGAAUW, "Ga- lileo, Darwin, la cuestión obrera y la sexualidad son palabras claves que nos descifran por qué la Iglesia tiene tan poca autoridad". Algunos teólogos católicos liberales, influidos también, indudable- mente, por las normas de la ética de situación, han tratado de modificar 13 Es indudable que buena parte de la erotofobia de SAN AGUSTÍN tuvo origen en su pasado maniqueo. 14 Las ideas de SANTO TomÁs sobre la sexualidad revisten singular importancia, por ser el más influyente de los teólogos católicos. Su rigorismo se manifiesta particular- mente cuando dice que el marido excesivamente apasionado de la esposa (ardentior amator uxoris) comete pecado mortal (Summa theologiae, suppl., 49:6, resp.), con lo cual no hace sino adoptar la opinión ya expresada por SAN AGUSTÍN y SAN JERÓNIMO. 15 Con lo cual Juan Pablo II no hace sino corroborar lo dicho por SANTO TO- MÁS. SAN AGUSTIN y SAN JERÓNIMO.
  • 18. 14 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 15 la opinión rigorista oficial de la Iglesia en materia sexual, y se han alineado con los teólogos protestantes. Así, en 1966, el Nuevo catecismo para adultos (catecismo holandés) decía: "Se va formando ya la concep- ción que ve la sexualidad como un valor en sí; se consideran la sexuali- dad y la fecundidad más como valores concurrentes en la unidad de un todo vital que como realidades meramente ordenadas la una a la otra, en calidad de medio y fin". Y en 1972, el teólogo STEPHAN PFORT- NER aceptaba abiertamente el derecho a disfrutar del placer sexual co- mo tal, controlado solo por "el amor unido a la razón". La más reciente expresión del pensamiento teológico católico liberal sobre la sexualidad está recogida en el libro de KOSNIK y colaboradores, Human sexuality: New directions in American Catholic thought, publicado en 1977. En él se concluye que lo que debe primar al calificar la moralidad de un acto sexual es establecer si él estimula la maduración creativa y la inte- gración de la personalidad humana; si esta condición se cumple, el acto es lícito, aunque no sea procreador y sea practicado por solteros. Como era de esperarse del obstinado conservadurismo de la curia roma- na, con el papa a la cabeza, los anteriores puntos de vista han sido condenados categóricamente, y a sus propugnadores más eminentes se los ha despojado del privilegio de enseñar teología. De todos modos, el liberalismo sexual de los teólogos católicos disidentes es muy relativo, pues únicamente llega a la etapa de la "permisividad amorosa" (véase más adelante), amén de que tratan vanamente de encontrar una justifi- cación de sus ideas en las levísimas matizaciones de la doctrina tradicio- nal, que se encuentran en las obras de ciertos teólogos ortodoxos de gran autoridad, y en algunas declaraciones del magisterio. Digamos, finalmente, que si la moral católica conociera los descu- brimientos modernos en fisiología sexual humana, y si no estuviera tan obsesionada por la misoginia y la erotofobia, podría aceptar, sin quedar mal, la licitud intrínseca de la función erótica. Como su modelo de acto sexual "natural" es el efectuado por el varón, dentro del inflexi- ble esquema teleológico, la simultaneidad del orgasmo y la eyaculación no deja otra alternativa que conceder la primacía a la reproducción. Sin embargo, la existencia en la mujer de una absoluta independencia anatómica y funcional entre el erotismo y la procreación, es decir, el hecho de que el coito sea un método poco eficaz para que la hembra humana llegue al orgasmo, y que al clítoris no se le conozca función diferente de la de producir orgasmos cuando es estimulado, permitiría a la Iglesia aceptar el placer sexual autónomo, sin menoscabo de su visión finalista de la naturaleza. Al respecto, existe un paralelismo entre la posición oficial de la Iglesia frente a la función erótica y la adoptada por ella frente a la astronomía copernicana y galileica. Así como antaño condenó el heliocentrismo, hoy la Iglesia condena la búsqueda autónoma del placer sexual, basándose en argumentos dogmáticos y autoritarios, y desconociendo la evidencia científica. Esta similitud da pie para espe- rar, con algún optimismo, que en un futuro (ojalá no muy lejano) ella acepte los argumentos racionales y científicos a favor de la legitimi- dad natural de la función erótica. 3.2. Criterios de ética sexual .—En la cultura occidental han existi- do (o coexistido) varios criterios morales con respecto al comportamien- to sexual, que se pueden clasificar a lo largo de un continuo. Yendo del polo conservador al liberal, los principales son: a) el ascetismo, b) el doble patrón, c) la permisividad amorosa, y d) el hedonismo. a) El ascetismo, como norma de conducta sexual, ha sido propug- nado por las sectas cristianas más tradicionalistas, ejemplo de las cuales es el catolicismo romano. Dicho tipo de precepto ético establece que la finalidad de la actividad sexual es la procreación, es decir, solo es lícita si ocurre dentro del matrimonio y en forma tal que no impida la fecundación; por consiguiente, todo acto sexual que no llene estos requisitos es "pecaminoso" y "antinatural". La modalidad más rigoris- ta e irreal, el ascetismo absoluto, ensalza la virginidad como el estado más perfecto y deseable del ser humano. b) No obstante, los Padres de la Iglesia y los moralistas que pro- mulgaron y refinaron el ascetismo reconocieron la imposibilidad de su práctica por parte de la mayoría de los varones, y tácitamente exigie- ron su estricto cumplimiento solo a las mujeres; es decir, establecieron el doble patrón, según el cual la violación del precepto rigorista es tolerada o aceptada (e incluso socialmente estimulada) en los hombres, pero censurada y castigada en las mujeres. Hay que observar que este criterio ético no fue invención exclusiva del cristianismo, pues ha existi- do en otras sociedades falocráticas diferentes de la cristiana, pero única- mente con el propósito pragmático de defender la propiedad privada del hombre. Además, en la sociedad europea antigua, la virginidad prematrimonial femenina era normativa básicamente para la población urbana, y sobre todo para la nobleza y la burguesía, porque el campesi- nado seguía la tradición de las relaciones sexuales premaritales, una vez formalizado el compromiso matrimonial. c) La permisividad amorosa apareció en Occidente cuando los tro- vadores provenzales del siglo XII idearon el concepto de amor románti- co heterosexual, pero adquirió la máxima importancia en el presente siglo en los Estados Unidos y otros países europeos mayoritariamente no católicos. Este precepto establece que el enamoramiento es un requi- sito esencial para la actividad sexual, y que sin el amor el erotismo 9 1
  • 19. 16 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 17 es bestial y desprovisto de sentido; aunque el amor es el contexto ideal para la expresión del amor y la sexualidad, ella se justifica antes del matrimonio si se acompaña de sentimientos amorosos. Dicha ética ha sustituido en buena parte al ascetismo y al doble patrón (lo cual es positivo), pero, por la manera negativa como considera la función exclu- sivamente placentera de la sexualidad, es en el fondo una forma de neopuritanismo, una especie de ascetismo reencauchado, que ofrece una seudosolución al callejón sin salida creado por la rigidez de la moral cristiana tradicional; por ello ha tenido gran acogida entre los moralistas protestantes y católicos liberales. Una infortunada conse- cuencia lingüística de la permisividad amorosa es haber puesto de moda la absurda y empalagosa expresión "hacer el amor" (importada del francés, por la vía del inglés, en años recientes), para designar lo que en buen romance se llama fornicarbs, y con la cual se ha llegado al ridículo extremo de aplicarla al coito de los animales. d) El hedonismo es un sistema ético que reconoce plenamente la existencia de la función erótica, es decir, acepta la sexualidad como fuente de satisfacción legítima para uno mismo o para otros, indepen- dientemente de un contexto amoroso y de la institución matrimonial. Sin embargo, hay que distinguir dos tipos de él: el irresponsable y el responsable. El hedonistairresponsableobtiene el placer sin importar- le las consecuencias nocivas de sus actos para otras personas; en cambio, en el ejercicio de la función erótica, el hedonista responsable tiene siem- pre en cuenta la regla de oro del comportamiento humano: actuar en forma tal que no se lesione a los demás. ¿Qué podemos comentar sobre los anteriores criterios de moralidad sexual? Los tres primeros y el hedonismo irresponsable son irracionales e inconvenientes: el ascetismo es claramente antibiológico y cruel. El doble patrón es notoriamente injusto para con la mujer, y permite al hombre dar rienda suelta a su hedonismo irresponsable. La permisivi- dad amorosa tiene la desventaja de basarse en una ilusión, amén de menospreciar ilógicamente el placer sexual como tal. Los aspectos nega- tivos del hedonismo irresponsable son evidentes. En cuanto al hedonis- mo responsable, a pesar del horror con que es visto por la moral ascética, creemos que es el sistema ético sexual más lógico y racional, como esperamos demostrarlo en este libro. En nuestra cultura erotófoba, el concepto de hedonismo ha tenido siempre significado negativo, por- que se ha asociado solo con el placer sexual. Pero esto es un error, 16 Los melindrosos que repugnen emplear este término, pueden echar mano de otros sinónimos españoles usuales, como "copular" o "efectuar el coito", o incluso revivir verbos anticuados, pero de rancia prosapia castellana, como "folgar" o "yogar". ya que él simplemente implica el disfrute de los aspectos amables o placenteros de la existencia. Por consiguiente, tan hedonista es quien ejerce la función erótica, como quien saborea una comida deliciosa, o escucha música de su compositor favorito, o lee un libro de un autor apreciado, actividades estas que no son condenadas por los moralistas contemporáneos. Incluso cuando el asceta busca el gozo supremo de la salvación eterna, mediante la mortificación terrenal, paradójicamente está practicando un hedonismo "metafísico" o "de acción retardada" (véase la nota 9). Es que el hedonismo es inherente a la naturaleza humana: lo importante es saberlo profesar de manera responsable. Hay que anotar que los mayores inconvenientes no radican en profesar un determinado tipo de ética, siempre y cuando las personas que interactúan sexualmente adhieran estrictamente a él. Pero lo que sucede con frecuencia es que ellas siguen normas diferentes; por ejem- plo, mientras que el hombre actúa como hedonista irresponsable, la mujer cree en la permisividad amorosa. En tales casos no es de extrañar que una relación fundada en tan diferentes premisas esté condenada al fracaso. En conclusión, no negamos la necesidad de una ética que regule el ejercicio de la función erótica. Pero ella debe ser una ética racional, concordante con la naturaleza humana, el estado real de la evolución social y los conocimientos científicos; no una basada en tabúes obsole- tos, rezagos de épocas prehistóricas, o en los simples caprichos de las mentes de los anacoretas. Como toda institución humana, la moral debe existir para beneficio de las personas, no estas para el de aquella, que es lo que ha querido el ascetismo cristiano en el campo de la sexualidad. 4. LA SEXUALIDAD Y LA "NORMALIDAD" CONDUCTAL Los estudios etológicos muestran lo erróneo que es aplicar criterios finalistas al comportamiento animal. Ellos ponen de manifiesto que, muchas veces, las actividades "sexuales" de diversas especies cumplen funciones diferentes de la procreación, porque el funcionamiento de los órganos de los animales puede variar durante el proceso evolutivo biológico. Si esto sucede en las especies inferiores, con mayor razón es de esperar que ocurra en el caso del Horno sapiens, puesto que él tiene la capacidad consciente de modificar la naturaleza. KINSEY des- cribe cuatro tipos de factores que influyen sobre la conducta sexual humana: a) la herencia biológica, especialmente la de la clase de los mamíferos; b) la herencia individual; c) las diversas experiencias de la vida del individuo, y d) los estímulos provenientes del entorno inme- diato. Estos factores determinan que a) en principio, ninguna actividad
  • 20. 18 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 19 sexual que haga parte de la filogenia pueda ser clasificada como antina- tural, anormal o perversa per se; b) sea posible que la persona desarrolle un comportamiento sexual específico, como consecuencia de su consti- tución sicosomática particular, sin que ello signifique anormalidad in- trínseca; c) el individuo sea en gran parte producto de las experiencias pasadas, sobre todo las de la niñez y adolescencia, que pueden haberlo condicionado a reaccionar sexualmente en una forma determinada; d) al- gunas personas actúen "anormalmente" porque tal conducta les sumi- nistra mayor satisfacción inmediata (y, posiblemente, a largo plazo) que la prescrita por la sociedad. 4.1. Origen abiológico del concepto de normalidad sexual.—Como lo señalan muchos autores, WICKLER y HAEBERLE entre ellos, cuando se habla de actos sexuales "contra natura" no se está empleando un lenguaje biológico y objetivo, sino uno moral y subjetivo, fundamenta- do en la definición de "natura" dada por los moralistas de siglos atrás, y no por los biólogos, etólogos y sexólogos modernos que estudian la conducta sexual. La confusión que ha existido entre lo que es "nor- mal" y "anormal" en el comportamiento sexual humano proviene de la noción teleológica profesada por los moralistas que primero legisla- ron sobre tal conducta, y que decidieron que la "ley natural" —concepto tomado por ellos de ARISTÓTELES- ordena que todo acto sexual sea dirigido hacia la procreación. Sucede, sin embargo, que incluso en el supuesto caso de que existiera una "ley sexual natural", no tendríamos por qué obedecerla forzosamente, ya que la inmensa mayoría de las obras humanas son "artificiales" o "antinaturales", y la existencia misma de la civilización y la cultura es una interferencia permanente en los procesos naturales. Como dice FLYNN, la frustración de la "in- tención natural" ha sido la vocación del hombre desde que inventó el primer instrumento, y lo seguirá siendo hasta el día de la última invención; y LUCAS agrega que si fuéramos "naturales" deberíamos vivir desnudos y subidos en los árboles. En efecto, se puede decir con toda certeza que lo verdaderamente natural en el ser humano es su "antinaturalidad". Los teólogos moralistas, que condenan el ejercicio autónomo de la función erótica con argumentos teleológicos, son totalmente inconse- cuentes al aplicarlos con exclusividad a la conducta sexual y no a otras actividades humanas. Así, cuando ellos utilizan el transporte aéreo, no son conscientes del gravísimo pecado que cometen "contra natura", puesto que los seres humanos no fueron hechos naturalmente para vo- lar. Como la boca de los animales tuvo como función primigenia la alimenticia, los moralistas erotófobos deberían censurar su empleo "an- tinatural" para hablar, cantar, silbar o tocar el saxofón. Igualmente, deberían condenar el fútbol, puesto que la naturaleza "hizo" los pies para caminar o correr, no para darle patadas a un balón. Y cuando se enfermaran, no deberían acudir a los médicos, sino esperar la cura- ción espontánea o la muerte, ya que ello es lo natural, mientras que la medicina es una invención humana que modifica el proceso natural de curación espontánea o muerte. En todo esto deberían seguir a TER- TULIANO, quien, al prohibir a los cristianos el uso de ropas de lana teñida —porque Dios no creó ovejas de colores—, al menos estaba siendo consecuente con sus ideas finalistas. La verdad es que la naturale- za no es (no puede ser) teleológica, es decir, tener "intenciones", sino que es susceptible de transformaciones, muchas veces profundas, me- diante mecanismos evolutivos o por voluntad del Homo sapiens. Por eso es natural toda modificación de las condiciones naturales primige- nias realizada por el ser humano, como el avión, los instrumentos musi- cales de viento o la medicina. En realidad, solo es antinatural lo que no puede suceder, como, v. gr., que un perro hable espontáneamente. El concepto de normalidad o anormalidad de los actos sexuales no tiene, entonces, origen biológico, sino que es una convención huma- na. MARMOR señala que es imposible analizar objetivamente la conduc- ta sexual si no se deja de lado el estrecho patrón de referencia sociocultural del individuo. Quienes niegan esto olvidan o desconocen que la biología es evolutiva; es decir, la biología humana no es un mero conjunto de instintos animales, sino que involucra la función cerebral superior o intelectiva, producto de la evolución, que hace que la interacción con el entorno sociocultural sea un fenómeno peculiar de la naturaleza humana. La biología humana es cualitativamente diferente de la biolo- gía animal, porque la función intelectiva adquirió el predominio en la economía del Horno sapiens y lo distingue del resto de los animales. Fue esta función síquica superior la que permitió la aparición de la función erótica; por lo tanto, si bien es cierto que la función sexual reproductora es un imperativo biológico animal, la función erótica es un imperativo biológico humano, y, como tal, perfectamente natural. 4.2. Criterios de normalidad sexual.—Existen varios criterios para juzgar la "normalidad" de la conducta sexual: a) el moral tradicional, b) el cultural o estadístico, c) el personal, d) el biológico o filogénico, e) el clínico o de salud mental, f) el legal, y g) el sexológico. a) El criterio moral tradicional, que se apoya en un falso criterio biológico, estatuye que la función erótica es "pecaminosa" y "anor- mal" porque contradice una "ley natural" (promulgada por Dios) que prescribe que la sexualidad debe ser utilizada exclusiva o primariamente para la reproducción. Evidentemente, esta es una opinión metafísica, sin base lógica o científica, que no puede ser aceptada racionalmente.
  • 21. 20 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 21 b) El criterio cultural o estadístico, que proclama "normal" la actividad sexual aceptada por la mayoría de una población humana, tampoco es correcto, por tres razones: La primera, porque generalmente está influido por el criterio moral. La segunda, porque muchas veces el juicio de la mayoría es contrario a la realidad. La tercera, porque, con gran frecuencia, los actos sexuales condenados ostensiblemente por los miembros de una sociedad son practicados extensamente en privado; es decir, es un criterio hipócrita. c) Según el criterio personal, es conducta sexual "normal" la que el individuo considere así. Generalmente coincide con el cultural y tiene los mismos inconvenientes. En los pocos casos que choca con el criterio estadístico, puede acarrearle problemas al individuo. d) El criterio biológico o filogénico verdadero establece que, en principio, es normal la conducta sexual humana que haya sido observa- da también en los animales inferiores. El criterio biológico falso es el teleológico imaginado por los moralistas erotófobos. e) El criterio clínico o de salud mental verdadero considera que, en principio, es normal el comportamiento sexual egosintónico. El crite- rio clínico falso es el basado en los criterios moral tradicional y biológico falso. f) El criterio legal estatuye que es "anormal" la conducta sexual calificada de "delictiva" en un código. Es correcto si limita la califica- ción delictiva al comportamiento sexual comprobadamente nocivo. Es incorrecto si declara delictiva la conducta sexual supuestamente nociva o simplemente "inmoral", en el sentido erotófobo. g) El criterio sexológico de normalidad, que se fundamenta en los criterios biológico y de salud mental verdaderos, establece que una conducta sexual, por muy extraña o repugnante que parezca, solo puede ser considerada anormal, inadecuada o patológica si esintrínsecamente nociva para la integridad somática o síquica del individuo o de otras personas. No obstante, la nocividad debe ser relativamente grave, ya que, de otro modo, los individuos intolerantes se podrían oponer, por las razones más nimias, a las actividades sexuales de las personas. Cabe notar que usualmente el carácter compulsivo del comportamiento lo hace nocivo, y que con frecuencia también ocurre así cuando la conduc- ta es exclusiva. Por otra parte, interferir en el comportamiento sexual o modificarlo está justificado en dos circunstancias: desde el punto de vista terapéutico, si es nocivo para el individuo; desde el punto de vista legal, si es nocivo para los demás. 5. LA CONTINENCIA SEXUAL La continencia o castidad es la abstención absoluta o temporal del ejercicio de la función erótica. A pesar de que algunos sistemas morales proclaman su excelencia, no hay duda de que la continencia absoluta es una anomalía biológica; aunque la muerte no sobrevenga por no practicarla, para muchos seres humanos la función erótica es sicológicamente tan necesaria como comer y beber lo son físicamente. ZWANG dice: "La función erótica no solamente ofrece una admirable e indispensable distracción de las preocupaciones, sino que también enriquece el espíritu con la experiencia que ella sola puede suministrar: ensancha el conocimiento, calma la agresividad morbosa y estimula el pacifismo y la creatividad". Además del argumento moral erotófobo, se han esgrimido muchos otros a favor de la continencia prematrimonial. Por ejemplo, la preven- ción de las enfermedades sexualmente transmisibles, los efectos favora- bles sobre el matrimonio, los efectos favorables sobre el desarrollo de la personalidad y la prevención de los embarazos prematrimoniales. El primer argumento no tiene solidez, porque es como pedir que la gente no coma para evitar indigestiones. El segundo es refutado por los estudios sociológicos, que no muestran relación entre la actividad o inactividad sexual premarital y la armonía matrimonial. El tercero tampoco tiene validez, porque no hay prueba de que exista relación entre erotismo y creatividad; si bien es cierto que algunos grandes hom- bres (filósofos, científicos, etc.) han "sublimado" sus impulsos sextia- les17, un buen número de ellos han sido muy activos sexualmente. En cuanto al cuarto, la respuesta son los actuales métodos anticonceptivos. Otro argumento utilizado en contra del ejercicio de la función erótica es el "catastrofista"18, según el cual la decadencia de las gran- des civilizaciones antiguas se debió principalmente a su hedonismo. Como ejemplo clásico se presenta el caso del Imperio Romano, sobre cuya caída se han propuesto muchas teorías: desde la más vetusta y desacreditada (la catastrofista), hasta la más reciente, que culpa al satur- nismo crónico de los romanos. La realidad es que los responsables 17 A propósito, FREUD, creador del concepto de "sublimación", creía que la con- tinencia no contribuye a formar pensadores originales, sino más bien "honradas me- dianías". 18 Los más distinguidos defensores de las tesis catastrofistas fueron FREUD, con argumentos sicoanalíticos, y UNW1N, con argumentos históricos y antropológicos.
  • 22. 22 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 23 fueron factores socioculturales y económicos diversos, entre los cuales, según LEWINSOHN, está paradójicamente, el ascetismo cristiano19. La continencia puede causar problemas a las personas (sobre todo del sexo masculino), de acuerdo con la intensidad individual del apetito sexual. En personas de libido débil, la castidad, incluso de larga dura- ción, es poco o nada nociva; pero no sucede así en personas de libido fuerte. HAVELOCK Ents señala que quienes menosprecian los trastor- nos que puede acarrear la continencia deberían recordar que los anaco- retas vivían obsesionados por los pensamientos eróticos y sufrían terriblemente por ello, a pesar de ser los mejor calificados —por decisión personal y por forma de vida— para guardar castidad. La historia del celibato sacerdotal católico muestra cómo fueron de inoperantes, durante mucho tiempo, las normas relativas a él. Hasta muy avanzada la Edad Media, el matrimonio o el concubinato de los sacerdotes (e incluso de los obispos) fueron muy frecuentes. Y después que, con la amenaza de graves penas, se impuso el celibato al clero raso20, muchos altos eclesiásticos (comenzando por algunos papas) y gran número de religiosos regulares de ambos sexos continuaron violan- do la regla de continencia, la cual solo comenzó a ser respetada por la generalidad de los clérigos a partir del siglo XVII. Digamos, por último, que sexológica y humanamente no tenemos objeción que hacer a la continencia, cuando es elegida consciente y libremente por el individuo. Aunque, desde un punto de vista estricta- mente biológico (animal), ella es antinatura121, como hemos visto atrás, el hombre tiene el derecho de escoger entre seguir la norma biológica, 19 Por otra parte, cabe preguntar: ¿cuál Imperio y cuál hedonismo?, por lo si- guiente: los historiadores fijan, convencionalmente, la caída del Imperio Romano en 476, año en el cual ODOACRO, rey de los hérulos, destronó a RÓMULO AuoUsino, último emperador de Occidente. No obstante, hay que señalar que: a) Desde el gobierno de CONSTANTINO (306-337), el centro del Imperio se había trasladado a Bizancio (Cons- tantinopla), y Roma había quedado reducida a una ciudad provincial, cuyo único mérito era que en ella residía el obispo que aspiraba a la primacía en la cristiandad. Se puede decir, entonces, que el legítimo sucesor del antiguo Imperio Romano fue el Imperio de Oriente, con sede en Constantinopla, el cual vino a caer en 1453. b) Desde el Edicto de Milán (313), el cristianismo pasó a ser de hecho la religión del Imperio Romano, y fue oficializado en 394 por el emperador TEODOSIO, quien prohibió y persiguió todo otro culto. Por lo tanto, en el momento de su caída, el Imperio Romano era formalmente cristiano desde hacía casi cien años, y es más lógico pensar que los responsables de ella fueran los cristianos, y no los paganos "hedonistas" que habían escapado a las persecuciones. 20 El decreto de nulidad de los matrimonios de los clérigos mayores data del siglo XII. 21 De lo cual no parecen darse cuenta los teólogos moralistas que condenan la "antinaturalidad" de la función erótica. modificarla o rechazarla, de acuerdo con su mejor conveniencia. Lo que criticamos a los propugnadores de la ideología erotófoba es: a) la pretensión de que la castidad es el estado ideal del ser humano, cuando no es más que una manera de vivir, humana pero atípica; .o) el empleo de la coacción física o metafísica para imponerla. Más aún, desde un punto de vista práctico y basándonos en los postulados riel hedonismo responsable, nosotros aconsejaríamos a las muchachas solteras que re- flexionaran más de dos veces antes de acceder al coito con el novio, no solo para asegurarse de que él es verdaderamente deseado, sino para que tengan la oportunidad de analizar mejor las intenciones del varón, puesto que si —como es probable— él profesa el doble patrón, la mujer llevaría todas las de perder aceptando la propuesta. Una vez tomada la decisión de realizar el coito, la segunda recomendación sería, por supuesto, no llevarlo a cabo sin emplear un método anticonceptivo apropiado. 6. LA SEXUALIDAD Y EL AMOR "Le désir est le primum movens de la recherche de l'autre, l'homme n'existe que par son corps, á partir duquel l'esprit édifie ses somptueuses supers- tructures. L'amour couronne le lien hétérosexuel que le désir ronde. Trop de vies ont été gáchées par l'anti- naturelle primauté de l'esprit, par l'aberrante obliga- tion sentimentale préalable". ZWANG, La fonction érotique. EL amor (afecto)22 es una manifestación emocional placentera que hace que el individuo sea atraído por otro ser humano y trate de compe- netrarse con él; no obstante, en ocasiones la emoción afectiva puede establecerse entre un ser humano y un animal. Hay diversos tipos de amor: amistoso, parental, fraternal, romántico, pasional, pero aquí solo nos interesan los dos últimos. El enamoramiento23 es un estado emocional, en buena parte irra- cional, que ha eludido toda comprensión científica o filosófica; única- mente los poetas pueden ufanarse de tener una visión más o menos 22 La diferencia entre amor y afecto es cuantitativa: la intensidad del primero es mayor que la del segundo. 23 Últimamente, algunos han dado en emplear el barbarismo "limerancia", tra- ducción literal del término inglés limerence, puesto en circulación por JOHN MONEY, y correspondiente a lo que en español siempre se ha llamado "enamoramiento".
  • 23. 24 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 25 clara, pero obviamente subjetiva, de él. Por lo general, el enamoramien- to está acompañado de un competente libidinoso, de intensidad varia- ble; cuando dicho componente predomina sobre el afectivo se habla de amor pasional. Es preciso despejar la atmósfera mítica que ha rodeado al enamora- miento. En primer lugar, el concepto de "amor eterno", favorito lugar común de los enamorados, no tiene sentido aplicado a la variedad ro- mántica, y mucho menos a la pasional, por lo cual (con raras excepcio- nes) siempre ha sido, es y será más una ilusión que una realidad. La razón es básicamente fisiológica: el organismo no puede sobrevivir largo tiempo al estrés a que lo somete una emoción fuerte. Lo normal es que la habituación —gran disolvente de todos los caprichos— vaya amortiguando la intensidad del componente libidinoso del amor, y trans- formándolo en un afecto amistoso. Aceptado lo anterior, no es difícil entender la falsedad de otro mito: que el individuo no se pueda enamo- rar varias veces o de varias personas a la vez. Además, salta a la vista lo arriesgado que es fundamentar el matrimonio en una emoción, como sucede en la cultura occidental contemporánea. Para muchas personas el amor romántico es, pues, una entidad casi mística, sin la cual la búsqueda del placer sexual se vuelve degradante y animal; a la creación de este concepto ha contribuido, indudablemente, la tradición erotófo- ba occidental y su reciente substitución por la norma ética de la permisi- vidad amorosa. Ciertamente, la emoción amorosa es un fenómeno humano que desempeña un importante papel en muchas relaciones sexuales. Lo ina- ceptable es la pretensión de los adictos al puritanismo de nuevo cuño —desde consejeras sentimentales hasta teólogos moralistas "de van- guardia", pasando por eminentes siquiatras, sicoanalistas, sicólogos, sociólogos... y sexólogos (!)—, que han dictaminado que la actividad sexual placentera debe estar precedida y acompañada de sentimientos amorosos mutuos para que se pueda llamar humana. Con la propaga- ción de tal infundio, los ideólogos del romanticismo han creado una "metafísica" de la sexualidad, completamente inútil y muchas veces nociva, porque transforma en algo terriblemente complicado lo que por naturaleza es muy simple (pero serio a la vez): la búsqueda del placer sexual. Esto no es sino una muestra de lo que JOHN W1LSON llama la "falacia discriminatoria", que consiste en creer que si determi- nada forma de actividad es de gran importancia o significación para los seres humanos, otras formas de dicha actividad son bajas, desprecia- bles o degradantes. Aplicada a la sexualidad, tal falacia implica que solo es buena la actividad erótica realizada dentro de un estado amato- rio, mientras que la efectuada fuera de la relación amorosa, buscando solo el placer, es mala. La función erótica humana es un fenómeno independiente del enamoramiento, y aunque él es deseable dentro del contexto de la relación sexual, debe ser visto más como un epifenómeno que como un constituyente esencial de ella. En lo que respecta al hombre esta ha sido la experiencia histórica; en lo que atañe a la mujer, posible- mente la cultura patriarcal occidental la ha condicionado a dejarse do- minar por el sentimiento amoroso, con desmedro de su potencialidad erótica, en beneficio de intereses masculinos de diverso tipo. Un ejemplo que sirve para ilustrar la verdadera relación entre el erotismo y el amor es la música. Nadie puede negar que ella es una invención humana. Ahora bien, se acepta que la música puede clasificar- se en un continuo valorativo, que va desde el grado máximo (correspon- diente a la llamada "música clásica") hasta el grado mínimo (correspondiente a la "música popular"); el primero vendría, entonces, a equivaler a la actividad erótica con amor, y el segundo a la actividad erótica sin componente amoroso. Hay, sin embargo, muchas personas que nunca adquieren la educación auditiva necesaria para apreciar la música clásica, y que únicamente encuentran placer en la música popu- lar, como hay muchas otras que no pueden o no quieren enamorarse de la pareja sexual. Sería muy bueno que todos los individuos disfruta- ran de la música clásica y ejercieran la función erótica en estado de enamoramiento, pero no es lógico considerar bestial y degradante la actividad sexual puramente placentera o el disfrute exclusivo de la músi- ca popular, porque ambos casos son manifestaciones de capacidades (o limitaciones) característicamente humanas. Por otra parte, no es cierto que la relación sexual puramente placen- tera no tenga algún componente emocional. Todo lo contrario, por fugaz que sea el placer erótico, quien lo recibe (a menos que sea un machista impenitente) no puede permanecer emocionalmente indiferen- te ante quien lo suministra, y experimenta un sentimiento positivo hu- mano, llámese o no afecto, hacia quien satisface su necesidad erótica; esto se aplica incluso a la relación mercenaria. Justamente, lo más difícil y displaciente de la ruptura de una relación sexual es la elimina- ción del vínculo afectivo que casi inevitablemente se ha creado. Otra tontería de amplia circulación es la de que la mujer es "cosificada" si se la mira única o principalmente con interés sexual; es absurdo sostener que ella no pueda ser respetada y estimada como ser humano, y a la vez deseada eróticamente. Claro está que muchos hombres actúan menospreciándola, pero ello se debe a la aberración machista. Todas las personas que por sus dotes naturales puedan ofrecer satisfacciones a los demás son apreciadas básicamente por ellas, y en cierta forma se convierten en "objetos", independientemente de sus cualidades hu-
  • 24. 26 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 27 manas. Exigir que haya amor en toda relación sexual es tan disparatado como tener que "amar" al virtuoso violinista, a la gran diva o al excelen- techef de cuisinepara poder disfrutar del placer auditivo proporcionado por aquellos o del gustativo suministrado por este. En conclusión, como lo señala ZWANG, el amor romántico o pa- sional no es un requisito natural para el disfrute del placer sexual. El deseo erótico es (al menos en el varón) la motivación principal para la búsqueda de la pareja sexual, y el amor no es sino la culminación (no necesaria) del vínculo que crea el deseo. 7. LA SEXUALIDAD Y EL MACHISMO El machismo es una actitud y un comportamiento sociosexual mas- culino, propios de las culturas patriarcales de la cuenca mediterránea y de Latinoamérica; sus dos rasgos característicos son la agresividad y la' creencia en el doble patrón de moralidad sexual. En lo social, el hombre "macho"24 acepta como axiomáticas todas las afirmaciones falaces acerca de la superioridad del varón sobre la mujer; el machismo social inculca al hombre la idea de que debe estar permanentemente dispuesto a manifestar su agresividad, y que siempre debe hacer frente al peligro, sin retroceder ante él. Al macho le está vedado expresar emociones "suaves", como la ternura o la tristeza ("un hombre macho no debe llorar"), pero en cambio sí debe dar rienda suelta a las emocio- nes "fuertes", como la ira. En lo sexual, el machismo prescribe la absoluta libertad erótica del varón, y la obligación de afirmar la masculi- nidad fornicando con muchas "hembras", preferiblemente en activa competencia con otros hombres. Como el machista sabe que el punto débil de la mujer es la mayor afectividad, explota hábilmente esta des- ventaja femenina, para sus propósitos, por medio de la galantería, vela- do instrumento de conquista sexual que, al mismo tiempo, sirve para patentizar y reafirmar la supremacía masculina, y hace que la mujer se sienta una persona débil e incapaz de valerse por sí misma. La ideolo- gía machista es reforzada por la actitud victimista y la conducta pasiva que adoptan las mujeres en las sociedades falocráticas. En las culturas machistas, tanto el hombre como la mujer deben sujetarse a las normas sociales de "honor" y "vergüenza", que tienen diferentes significados para uno y otra. Para la mujer tales normas consisten en conservar a toda costa la virginidad premarital y, luego 24 Está por elaborar una sicología del bigote, pero es innegable que él es uno de los mejores emblemas de la masculinidad, y por eso es usado por muchos hombres en las culturas fuertemente machistas. de casada, la "dignidad" de matrona; para el hombre, el honor y la vergüenza significan hacer gala de su machismo e impedir o castigar con toda severidad las posibles violaciones del código del doble patrón en que incurran las mujeres sujetas a su dominio. En cuanto a él respec- ta, el machista se siente con pleno derecho a usufructuar su libertad sexual, incluso luego de casado, como lo corroboran los dichos popula- res ("la que se casa es la mujer"; "casado, pero no capado"). Los hombres solteros o casados que cuentan con medios económicos sufi- cientes tienen amantes más o menos oficiales, que no pocas veces solo son fuentes de satisfacción sicosocial, porque los machistas desconocen la esencia del erotismo y confunden la función sexual placentera con la reproductora: son mediocres o pésimos fornicarios, pero excelentes sementales. El donjuanismo, que es la versión elegante internacional del ma- chismo sexual, no debe confundirse con el casanovismo. El donjuán típico puede permanecer un tiempo más o menos largo sin tener relacio- nes sexuales, porque mientras logra que la mujer ingenua caiga en sus garras, el "sitio de la fortaleza" es suficiente satisfacción; por el contra- rio, el casanova, cuyo deseo sexual es muy intenso, no puede utilizar la lenta táctica del donjuán, puesto que su constitución lo lleva a buscar la descarga orgásmica en forma relativamente rápida. Además, mientras que el donjuán encuentra gran placer en el engaño, el peligro y el domi- nio, y desprecia a la mujer que se deja conquistar, el casanova respeta la calidad humana de sus amantes, no las trata engañosamente y le concede todo su valor al erotismo.
  • 25. FUNCION EROTICA o S o z o O o FUNCION > REPRODUCTORA COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 29 logrado en gran parte a expensas de la función reproductora (figura 1). Con relativamente pocas excepciones, el comportamiento sexual animal está ligado estrechamente a la procreación; sinembargo, la función reproduc- CAPÍTULO II COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA I. INTRODUCCIÓN En la sexualidad humana se distinguen dos componentes: el biológi- co y el sociocultural!. El primero constituye la base o substrato sobre el cual se construye el superestrato comportamental, determinado por la cultura; esta influye, pues, poderosamente sobre el componente bioló- gico, en forma positiva o negativa. La influencia es positiva cuando la cultura establece solo las restricciones a la actividad sexual de sus miembros necesarias para la estabilidad social en un momento histórico y en un hábitat dados. Es negativa cuando se hacen perdurar prohibicio- nes sexuales caducas, que en nada benefician a la sociedad y, en cambio, causan sufrimiento a los individuos. Es, entonces, necesario conocer los dos componentes de la sexualidad, para comprender cuál debe ser su forma racional de interacción. 2. SUBSTRATO BIOLÓGICO De las varias funciones de la sexualidad resaltan dos, que son la más arcaica y la más moderna, filogénicamente hablando; la primera es la reproductora y la segunda la placentera. Desde un punto de vista cualitativo, es probable que ambas tengan importancia similar para la mayoría de los seres humanos. Desde un punto de vista cuantitativo, la función erótica eclipsa casi por completo la reproductora, ya que se puede asegurar que más del 99% de los coitos que realiza una pareja durante la vida matrimonial tienen propósito placentero, al menos para el hombre; la importancia del erotismo en la vida sexual del ser humano es un producto del proceso evolutivo hacia la hominización, y se ha Debe tenerse en cuenta que la división de la sexualidad humana en componen- tes biológicos y socioculturales, aunque metodológicamente útil, no es estrictamente correcta, ya que la sociedad y la cultura son también productos de la biología: todos los fenómenos socioculturales tienen origen en actos síquicos humanos, y estos, a su vez, son generados mediante mecanismos neurofisiológicos cerebrales, es decir, bio- lógicos. HOMO SAPIENS ANIMAL MAS SIMPLE Figura 1 tora sexual va perdiendo exclusividad a medida que se asciende en la escala evolutiva y aparecen nuevas funciones sexuales, una de las cuales, la erótica, corresponde al grado máximo de la evolución: el Horno sapiens. La figura 1 no es del todo correcta, pues parece sugerir que la función erótica existe ya en los animales inferiores, máxime si se tienen en cuenta los ejemplos de autoestimulación sexual en los mamíferos infrahumanos, especialmente en los primates. Es posible que en estos últimos, que taxonómicamente están cercanos al hombre, haya cierta búsqueda del placer mediante los actos sexuales, pero él sería un placer inconsciente o animal, cualitativamente diferente del placer consciente humano, porque para que este exista se requiere haber alcanzado la plenitud de la encefalización. El "orgasmo" que, según algunos investi- gadores, podrían sentir algunos monos (y, con mayor razón, el que experimentarían animales más primitivos que ellos) debe ser más vegeta- tivo e indiferenciado que consciente y erótico; él probablemente tiene mayor afinidad con las motivaciones placenteras producidas por OLDS en ratas, mediante la estimulación eléctrica hipotalámica, y con las que permiten el condicionamiento animal en general, que con el placer sexual verdadero. La diversificación funcional de la sexualidad en los animales infrahumanos se manifiesta en formas diferentes del erotismo, como veremos más adelante.