El poema reflexiona sobre absorber la belleza del mundo, devolver esa belleza a través de los actos y gestos, y desprenderse de las falsas ideas para cultivar el arte de callar. Reconoce la suerte de echar raíces y agradece lo que le acoge y alimenta, así como la sonrisa de los demás. Al entrelazar con todos los seres vivos, comprende que solo está solo cuando reduce su mirada a sí mismo.
2. Invoco a Waira
al absorber la belleza
de todo lo que me rodea,
la geometría del movimiento,
el aroma del color,
el poder de la calma…
3. Y no puedo más que
devolver a la vida
esa misma belleza
en cada acto,
en cada gesto
por mí modelado.
4. A veces he pecado
de indulgente
con los tiempos
de mis intenciones
pues al contrario del reloj,
la laxitud
no es buena consejera.
5. Por eso,
como el árbol en otoño,
hoy elijo y decido desprenderme
de las falsas ideas
que he creído mías,
pues al final del día,
yo soy mi único dueño.
6. Aún sin desplazarme acaricio
a cada instante
la tierra bajo mis pies
absorbiendo su fuerza
para templar el centro mismo
de mi voluntad
para que mi capricho
no devenga necesidad
y cultivar así
el divino arte de callar.
7. Pero conozco la fortuna
de echar raíces,
agradezco la tierra que me acoge,
el techo que me cubre,
el pan que me alimenta,
mas también
la sonrisa que me anima
que, como el árbol
de frutos dulces,
acompañará mi partida
con su fresca sombra,
agradeciendo hoy
el privilegio de estar vivo.
8. Sumando mi propia sonrisa
a esta red infinita
donde se entrelazan
todos los seres vivientes
que me dicen
que solo estoy solo
cuando reduzco mi mirar
solo a mí.
9. Y me olvido
de observarme observando,
de observarme
percibiendo lo que sientes,
pudiendo sentir
en mi centro el mar
para llenar mi pozo
con su poder
y podértelo brindar.
Carlos Rangel
Febrero de 2021