El documento describe cómo España se encuentra en una situación de inmovilidad política a pesar de los cambios vertiginosos de los últimos meses. La clase política no ha sido responsabilizada por la crisis económica y los escándalos de corrupción, y la democracia carece de mecanismos para exigir responsabilidades. Además, los partidos políticos son incapaces de llegar a acuerdos para formar gobierno, lo que ha llevado a España a una espiral de autodestrucción. El autor concluye que España se ha convertido en un país
País de insensatos: la política española y su crisis de valores
1. País de insensatos
PEDRO G. CUARTANGO
. DECÍA Lampedusa que es
necesario que todo cambie
para que todo siga igual. La
frase describe literalmente lo
que está sucediendo en
nuestro país: que las
mutaciones vertiginosas de
los últimos meses ocultan la
absoluta inmovilidad de la
política.
Los nacionalistas catalanes mantienen su desafío al
Estado, los episodios de corrupción son ya una sección fija
de los periódicos, las querellas entre los partidos nos
suenan a repetitiva letanía y todo tiene una sensación de
deja vu que nos produce un hastío infatigable.
La crisis ha arrasado la sensación de seguridad que
había en los años de euforia económica, pero la realidad es
que ni el capitalismo se ha reformado ni los responsables
de la debacle han sido castigados. Al contrario, muchos se
han ido a casa con suculentas compensaciones.
. Mientras los recortes empobrecen a la población,
tenemos una clase dirigente que jamás paga por sus
errores y que se perpetúa en el poder gracias al sistema de
puertas giratorias por el que se transita de la
Administración a la empresa o de un consejo a otro. Los
nuevos reproducen la conducta de los viejos y muestran el
2. mismo cinismo cuando se detectan asuntos de corrupción
o de financiación ilegal.
Nuestra democracia carece de mecanismos efectivos de
exigencia de responsabilidades y, por añadidura, el
sistema judicial es lento y garantista, lo que favorece la
impunidad de las fechorías. Ahí quedan los casos de los
ERE, de Pujol o de Gürtel.
. Hay muchos políticos y periodistas que hablan de la
necesidad de reformar la Constitución, pero estoy
convencido de que ello no serviría para acabar con esas
prácticas que están socavando la confianza de los
ciudadanos en las instituciones y destruyendo nuestra
democracia.
No es una cuestión de cambios superestructurales, sino
de la mentalidad de los políticos y de los propios
ciudadanos, que no creen en las leyes y buscan atajos para
sobrevivir en una sociedad donde los malos ejemplos
desalientan las conductas honradas.
. Si en los años posteriores a la Transición, España se
convirtió en un modelo de éxito, ahora es justo lo
contrario: un fracaso estrepitoso de las instituciones y de
unos partidos que son incapaces no ya de llegar a acuerdos
sino tan siquiera de sentarse en una mesa para intentarlo.
Da la impresión de que el cainismo que ha marcado
nuestra Historia ha reaparecido para bloquear la búsqueda
de una salida.
Han pasado casi 100 días desde la celebración de las
elecciones y no se vislumbra la posibilidad de ningún
acuerdo que permita la gobernabilidad del país. Y todo
3. apunta a que vamos a ser convocados de nuevo a las urnas
con unos resultados que serán parecidos.
España ha entrado en una espiral de autodestrucción,
que no sólo está generada por la falta de talla de la clase
política sino también por el entontecimiento de una
sociedad, fascinada por un espectáculo televisivo que lo
banaliza todo. Y ni siquiera hay intelectuales con
autoridad moral para alzar la voz o gentes con capacidad
para discernir el bien y el mal.
Perdone el lector por el pesimismo, pero tengo la
sensación de que este barco se va hundiendo, mientras sus
pasajeros siguen bailando en la cubierta. La música de la
orquesta nos impide escuchar los truenos de la tormenta
que se acerca, que puede ser peor que la que nos azotó a
partir de 2008. Somos un país de insensato.